En la ladera noroeste del magnífico Monte Fuji, en Japón, existe un lugar llamado el “Mar de árboles”. Se trata del bosque Aokigahara y su historia no casa con la del mágico halo que envuelve al famoso Monte Fuji, sino la de su sombra, un lugar famoso por ser uno de los destinos más explícitos para las personas que quieren simplemente desaparecer de este mundo.
La oscura historia de Aokigahara
Desde la década de los 50, los suicidios registrados en el bosque han aumentado a un ritmo vertiginoso, creciendo del orden de 10 y 30 por año, siendo el récord de 105 víctimas por año. Un gran número de espiritistas japoneses creen firmemente que por ese motivo los árboles del bosque se han visto afectados y ya están impregnados de una energía que impide que quien entra salga de las profundidades del bosque. Un dato curioso es que las brújulas resultan inservibles dentro del bosque debido a los volúmenes de hierro magnético en el suelo volcánico de la zona.
Durante medio siglo, miles de japoneses cansados de la vida han hecho viajes de ida a este extenso tramo de bosque de 30 kilómetros cuadrados en la prefectura de Yamanashi en el flanco noroeste del Monte Fuji de 3.776 metros, el pico más alto del país. Es un lugar oscuro de gran belleza, asociado durante mucho tiempo con los demonios en la mitología japonesa, y que se ha ganado la desafortunada denominación de “Bosque de los suicidios”.
La evidencia de tales peregrinaciones está esparcida en medio de la densa maleza. Cuatro pares de zapatos cubiertos de musgo están alineados en las raíces nudosas de un árbol: dos pares de tamaño adulto y dos pares de niños. Más adelante hay un sobre de fotos, una que muestra a un joven, otros dos niños pequeños vestidos con coloridos kimonos y uniformes de primaria.
Aokigahara es un bosque inmenso en el que resulta difícil encontrarse con alguien más o incluso salir de él sin ayuda. De ahí su nombre de Mar de árboles. La policía incluso ha colocado carteles pidiendo a la gente reconsiderar el suicidio como una opción. En algunos de ellos se lee “Tu vida es un regalo precioso que te dieron tus padres”. Aunque ello no disuade a muchas personas en su empeño.
Cada año, los voluntarios que limpian los bosques encuentran docenas de cadáveres, pero muchos se pierden para siempre en los espesos bosques. Las autoridades japonesas han dejado de publicar el número de suicidios para evitar que el lugar sea aún más popular.
¿Qué ocurre realmente en el bosque?
Un aumento en los suicidios en el bosque se produjo tras la publicación de la novela de Seicho Matsumoto, Kuroi Jukai, haciendo crecer más la popularidad del bosque entre los que decidían dar el paso final. En ella, el autor termina con un suicidio colectivo en las profundidades del bosque. Para los medios de comunicación el incremento de casos se debe más a la crisis económica que a la literatura, aunque es realmente difícil poder asegurar las razones.
Según los locales del lugar hay tres tipos de visitantes en el bosque de Aokigahara: los excursionistas queriendo disfrutar de las magníficas vistas panorámicas del monte Fuji, los curiosos por el morbo de lo macabro y las almas en pena buscando el final.
Para quienes viven cerca es algo terrible, muchos oficiales de policía cuentan los espeluznantes casos que encuentran cuando hallan los cadáveres descompuestos. Dicen que nada bello ocurre allí. Según algunos informes, los trabajadores forestales deben llevar los cuerpos desde el bosque hasta la estación de policía local, donde los colocan en una habitación especial utilizada específicamente para albergar cadáveres suicidas. Algunos creen que si se deja solo un cadáver, es muy mala suerte para el yurei (fantasma) de las víctimas suicidas. Se dice que sus espíritus gritan durante la noche y que sus cuerpos se moverán solos.
La policía local sugiere que los animales salvajes a menudo llegan a los cadáveres antes de que lo hagan, lo que nubla el problema de cuántos exactamente logran su objetivo y lo terminan todo aquí. No obstante, los cuerpos se descubren frecuentemente en barridos mensuales coordinados por la policía y los bomberos voluntarios locales. A medida que se mueven por el bosque, estos buscadores dejan cintas de plástico codificadas por colores colgadas entre los árboles para marcar dónde han buscado y dónde han encontrado elementos o cuerpos, o, a veces, simplemente para marcar su salida del laberinto.
En enero de 2018, el bosque ganó atención internacional después de que un YouTuber filmó y transmitió el cuerpo de una víctima de suicidio en su popular canal. Si lo visita, sea respetuoso si se encuentra con alguna víctima de suicidio. Póngase en contacto con las autoridades locales para que puedan manejar adecuadamente la situación. Es un lugar sombrío; uno donde la gravedad de las circunstancias no debe tomarse a la ligera.
¿Por qué hay tantos suicidios en Japón?
A lo largo de la historia japonesa, el suicidio nunca ha sido prohibido por motivos religiosos o morales. Además, aparte de en dos ocasiones específicas en la Era Meiji (1868-1912), el suicidio nunca ha sido declarado ilegal. Se trata de algo bastante permisible en la sociedad japonesa, algo honorable que incluso es glorificado.
La tradición del suicidio honorable se remonta a siglos atrás en la era feudal de Japón, cuando los guerreros samurai cometían seppuku (destripamiento ritual) como una forma de defender su honor en lugar de caer en manos de un enemigo.
La aceptación actual del suicidio se deriva de estas razones. Los vestigios de la cultura seppuku se pueden ver hoy en la forma en que se ve el suicidio como una forma de asumir la responsabilidad con honores. Showzen Yamashita, un sacerdote que lleva a cabo ritos budistas en el bosque para rezar por el descanso de las miles de personas que han muerto allí a lo largo de los años agregó que la falta de redes de apoyo en Japón es una de las principales causas del crecimiento en la tasa de suicidio.
“No tienen con quién hablar, nadie con quien compartir el dolor, el sufrimiento”, dijo. “Entonces piensan:” Si me quito la vida puedo escapar de esta miseria”. Llevamos a cabo estos ritos para reflexionar sobre cómo podemos ayudar a hacer un mundo libre de tanto sufrimiento”.
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