Portugal es un país que siempre sorprende. Acogedor y hermoso, tanto en su costa como en su interior, es un placer descubrir su patrimonio, sus tradiciones y su gastronomía. Además, en sus pueblos y ciudades encontrarás sitios únicos y legendarios que siempre enamoran a cualquier viajero dispuesto a aprender de otros lugares del mundo.
Hoy nos fijamos en uno de ellos, un icono del patrimonio industrial y civil portugués que significó todo un avance para su época y que todavía sigue en funcionamiento. Así es el sorprendente funicular más famoso de Portugal. Esta es su historia.
Primer funicular de la península
Fue durante la segunda mitad del siglo XIX cuando comenzó un proyecto en tierras portuguesas, en las proximidades de la frontera con Galicia, que se convertiría en un hito histórico: la construcción del primer funicular de la península ibérica. Este tipo de transporte ferroviario especial, diseñado para poder salvar grandes pendientes, se diseñaba de manera que no se utilizara corriente eléctrica alguna, tal y como hoy en día sigue funcionando, utilizando un sistema hidráulico. Se trata del elevador o funicular del Bom Jesus do Monte, ubicado a unos cinco kilómetros del centro de la ciudad de Braga, que funciona exactamente igual al momento en que se inauguró: el 25 de marzo de 1882.
La iniciativa de construir el elevador fue de Manuel Joaquim Gomes (1840-1894), un empresario natural de Braga, para sustituir al tradicional transporte de carros tirados con caballos que facilitaba la American Iron Company para ascender hasta el santuario en el monte Espinho. Los trabajos se iniciaron en el mes de marzo de 1880, y se encargaron al ingeniero suizo Nikolaus Riggenbach y al ingeniero portugués de ascendencia francesa Raul Mesnier de Ponsard. Este último, tras haber terminado con los trabajos del funicular, diseñó los famosos ascensores de Lisboa: el de Santa Justa, el de Lavra y el de Glória.
Santuario de Bom Jesus do Monte
El santuario del Bom Jesus do Monte (Estrada do Bom Jesus, 4715-056 Tenões, Portugal) es uno de los lugares más especiales del país vecino. El monte en el que se alza tiene carácter sagrado desde el siglo XIV, cuando en él se erigió una cruza de madera. Tras ella se construyeron las ermitas que fueron objeto de peregrinación hasta que se construyó todo el conjunto monumental.
Catalogado como Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO, es posible llegar hasta el santuario de Bom Jesus do Monte subiendo sus impresionantes escaleras o ascendiendo en el funicular histórico de dos vagones que salva la pendiente del 42% a lo largo de una empinada cuesta de 275 metros de longitud. Para vivir la experiencia completa, puedes optar por hacer el trayecto de ida en el funicular y el de vuelta a pie por las escaleras, o viceversa. Aunque deberás hacerlo si estás en buena forma, recuerda que son poco menos de 600 peldaños.
Ten en cuenta que la escalinata que conduce hasta el santuario fue construida a lo largo del siglo XVIII y constituye todo un Via Crucis a través de 17 rellanos decorados en estilo barroco con representaciones de la vía Sacra, los Cinco Sentidos, las Virtudes, el Terreiro de Moisés y los personajes bíblicos que participaron en la Condenación de Jesús. La mítica escalera fue diseñada por el arzobispo de Braga. Después de subir sus peldaños, se llega a la basílica, de estilo neoclásico, construida entre 1784 y 1811. Se consagró al fin a principios del siglo XIX, tras haber sido levantada sobre la antigua iglesia. Además, al lado del templo, también es es posible visitar el Museo de la Cofradía, donde se exhiben piezas de arte sacra, además de su biblioteca, fundada en el año 1918.
Cómo funciona el funicular del santuario de Bom Jesus do Monte
El elevador de Bom Jesus do Monte se coge a los pies de la fabulosa escalinata, por lo que tendrás que llegar hasta allí a pie, en bus o en coche. Si lo haces en vehículo, no te preocupes, porque hay un amplio aparcamiento. El ascenso en esta obra de ingeniería se realiza de manera paralela a la escalinata que asciende hasta la basílica.
Además de ello, el funcionamiento del histórico funicular es único en el mundo, puesto que todavía sigue moviéndose gracias a un sistema de contrapeso hidráulico, completamente ecológico. El agua para moverlo procede de minas y fuentes naturales. De tal modo, a menos que haya sequía, no es necesario surtir a este peculiar transporte con la red pública de aguas. No es de extrañar que se recuerde como un auténtico hito de la ingeniería del siglo XIX.
Precisamente de esas minas y fuentes procede asimismo el lago del Bom Jesus que puedes visitar junto al santuario, en el que incluso puedes dar un agradable paseo en barca. Se trata de un sitio idílico, diseñado en el siglo XIX, en el que se localiza el depósito que sirve como surtidor y desde el que se conduce el agua que va hasta el funicular para moverlo. En cada vagón se llegan a almacenar hasta casi 6.000 litros de agua. Cuando los pasajeros se suben al vagón, el conductor activa el llenado de agua del vagón superior y la fuerza de la gravedad por el peso ya genera el movimiento. En el momento es que se llega a la estación de la parte baja, se procede a vaciar el depósito y el proceso se repite, puesto que vuelve a subir, vacío, hasta la cima. El trayecto durante en torno a cuatro minutos. Cada uno de los vagones o cabinas tiene espacio para 39 personas, incluido el conductor.
Leyendas de Bom Jesus do Monte
Hay un par de leyendas en torno a Bom Jesus do Monte que te gustará conocer si te acercas a visitar este lugar. La primera cuenta cómo apareció una cruz bajo el cielo del monte Espinho tras la batalla del Salado, allá por el siglo XIV. Los religiosos hicieron circular la idea de que se había ganado aquella contienda por la aparición de la Santa Cruz. Y los bracarenses levantaron en aquel sitio una cruz y una pequeña ermita. Desde entonces, el lugar se convirtió en el mítico lugar de peregrinación que ha llegado hasta nuestros días.
Una segunda leyenda, en la línea de la primera, habla de la aparición de un cáliz en el monte Espinho en el siglo XVII, en torno a la independencia de Portugal, que tuvo lugar en el año 1640, y que de nuevo relacionan con la intervención divina.
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