La laguna de Venecia es mucho más que su isla principal, que el puente de Rialto y San Marcos. Hablamos de más de 30 islas —algunas de ellas deshabitadas— ubicadas en una masa de agua de 50 kilómetros de largo por 15 de ancho. Mucho que ver y muchas historias curiosas por descubrir. Como la de la islita de Burano, a poco más de siete kilómetros al norte de Venecia, una excursión ideal para encontrarnos con otra faceta de uno de los entornos geográficos más fascinantes del planeta. Una torre inclinada, aroma a pescado fresco y muchas casas de colores. Así es Burano.
Burano y sus casas de colores
En la laguna veneciana todo transcurre con un ritmo acuático, sereno, casi perezoso. De nada sirve tener prisa en Venecia porque el transporte se toma su tiempo. Los locales se acomodan en el vaporetto y lo llevan con filosofía entre bamboleos y agitación turística. Los recién llegados bajan de los vaporetti dando tumbos como si la tierra firme siguiera moviéndose al compás de las embarcaciones. Tras unos 30 minutos de viaje, alcanzamos Burano, una islita al norte de Venecia que tiene su fiel cupo turístico gracias, especialmente, a sus casas de colores.
En los tiempos de Instagram (y TikTok), la fisionomía urbana de Burano es un escenario de ensueño: decenas de fachadas pintadas con colores llamativos que se asoman a callejuelas, pasadizos y pequeñas plazas. A pesar de los turistas, no es difícil encontrar un rincón solitario en el que buscar el encuadre más efectivo para ganarse un montón de likes en redes.
Pero los buranelli no pensaban en gustar a nadie cuando empezaron a decorar sus casas con este festival cromático. Desde antiguo, Burano ha sido un pueblo de artesanos y pescadores. Estos últimos fueron durante siglos expertos navegantes por la siempre misteriosa laguna veneciana. Pero por mucha experiencia que tengas manejando tu embarcación, la temida niebla veneciana jugaba malas pasadas a los pescadores que se perdían entre los canales y el medio centenar de islas de la laguna. Fue así como empezaron pintar las fachadas de sus casas con colores llamativos, una especie de faro que guiaba a los navegantes hacia su hogar.
Así mismo, también se dice que el color usado para pintar cada casa delimitaba las propiedades de cada familia. Hoy en día, tanto las autoridades, como los habitantes y los comerciantes de Burano siguen fieles a esta tradición conscientes de que es un imán para turistas. En este sentido, se dice que el color elegido para pintar cada casa fue seleccionado durante años por el artista local Remigio Barbaro, que cuenta con varias esculturas en la isla, incluyendo la del músico Galuppi en la plaza homónima.
Aunque cualquier rincón de Burano es adecuado para disfrutar de cerca de las fachadas de estas casitas, la Casa de Bepi es la más famosa del pueblo. Giuseppe Toselli, alias Bepi, era un operador de cine y pintor aficionado que comenzó a decorar con formas geométricas el exterior de su casa. Cuentan que cada día hacía un nuevo dibujo. La casa de Bepi fue cobrando fama en el pueblo puesto que empezó a organizar un improvisado cine de verano colgando una sábana como pantalla en las ventanas de su casa. Aunque Giuseppe ya ha fallecido, sus herederos y las autoridades de la isla velan por el mantenimiento de una de las casas más emblemáticas de Burano.
¿Qué ver y qué hacer en Burano?
Con una longitud de 675 metros y una anchura de 475, Burano es una isla minúscula que se visita fácilmente en un par de horas. Pero si no tenemos prisa, siempre es recomendable recorrer sus canales, sus pasadizos y sus placitas, dejándose contagiar por ese ritmo distendido de los locales mientras nuestros pies nos llevan hasta la plaza Galuppi, la plaza mayor de la isla.
En el entorno de esta plaza, además de numerosas terrazas y tiendas, encontramos dos de los atractivos más importantes de Burano (además de su arcoiris urbano): la iglesia de San Martino Vescovo con su torre inclinada y el Museo del Encaje. Y es que Burano es famosa en toda Italia por su artesanía textil. Cuenta la leyenda que un pescador de Burano recibió como regalo de boda de una sirena un velo de novia formado por la espuma del agua de la laguna. Fue el origen mítico de esta actividad artesanal con más de cinco siglos de historia que podemos recorrer en el Museo del Merletto.
Desde luego, la torre inclinada de Burano no es la más famosa de Italia, pero merece una visita ya que estamos por la zona. Construida a principios del XVII, la torre de planta cuadrada de más de 50 metros de altura conjuga detalles renacentistas y neoclásicos merced a diferentes restauraciones. Los sucesivos hundimientos del terreno —habituales en Venecia debido a su insólito urbanismo de pilares de madera sobre agua— ha provocado esta inclinación de la torre que llega actualmente a los 1,83 con respecto a su eje.
Reconstruida varias veces, la iglesia de San Martino Vescovo tomó su aspecto externo actual en el XVI mientras que el interior está muy restaurado debido a sucesivos derrumbes e incendios. En su interior se conservan diversas pinturas entre las que destaca una Crucifixión de Tiépolo.
Nos despedimos ya de la plaza mayor de Burano admirando la escultura de Baldassare Galuppi —importante músico del XVIII famoso por sus óperas bufas y uno de los buranelli más ilustres— y nos dirigimos a la Pescarìa Vecia al sur de la isla para recordar la otra actividad tradicional de Burano: la pesca. El lugar perfecto para finalizar esta excursión presenciando la siempre espectacular puesta de sol sobre la laguna de Venecia.
¿Y cómo llegar a Burano? Muchos turistas visitan en el mismo día Murano —famosa por su cristal, la vecina Torcello —otra preciosidad que merece capítulo aparte— y la propia Burano. La forma más sencilla de hacer este recorrido es tomar el Vaporetto 12 en Fundamento Nove en el lado norte de Venecia.
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