Estaba harta de todo. Trabajo, familia, amigos, malas noticias, la gente por la calle me sacaba de quicio. Al salir de casa me ponía a discutir con taxistas, camareros, incluso con mi peluquero. Estaba como un volcán a punto de estallar. Necesitaba silencio, necesitaba dejar atrás el continuo bla, bla, bla. Apagué el móvil, metí en la maleta un par de camisetas y me fui a Cabo de Gata.
El camino de Madrid a Almería es en sí mismo una experiencia única. La forma en que va cambiando el paisaje me hace sentir como si estuviera en otro planeta, o al menos así me imagino a Marte. El Parque Natural Cabo de Gata cubre 50 hectáreas. Es en gran parte un paisaje volcánico, que se asemeja a un desierto rocoso. Si no supiera que al final me espera una vista impresionante del mar, probablemente habría regresado a casa antes de llegar. En este espacio vacío, supuestamente muerto, encontré el silencio. Mis sentidos normalmente demasiado emocionales se calmaron un poco, y el caos dejó de gritar en mi cabeza. Me dejé consumir por lo que me esperaba.
El parque se extiende desde Retamar al oeste, pasando por las Salinas, el Faro y el Arrecife de las Sirenas, hasta llegar a Carboneras al este. Sin embargo, me concentré en dos lugares: Agua Amarga, Las Negras y sus alrededores. A veces nos gustaría estar en varios lugares a la vez, vamos corriendo para ver todos los sitios de interés, pero al final nos perdemos la esencia. A mí no me interesa tachar otro rincón del mundo de mi lista “antes de morir”. Cuando viajo, quiero conocer la vida de este lugar en profundidad, quiero que se convierta en mi verdadero hogar por uno pocos días.
Así me sucedió con Wecamp donde me alojé. La idea de glamping, o sea de camping con más glamour, es algo que me llama mucho la atención. Me gusta la naturaleza, la necesito para mi equilibrio mental, pero a la vez odio todos los bichitos. También tengo que reconocer que me gusta tener mi propio baño y dormir en una cama cómoda. Tuve suerte porque todo eso encontré en Wecamp Cabo de Gata. A parte conocí allí una muchacha muy maja, Lola, una de las gatas que viven allí. Fue justo lo que necesitaba. Relacionarme menos con la gente, más con animales.
Agua Amarga es un lugar donde me gustaría pasar esa parte de la vida que llamamos jubilación. Es una localidad de apenas 400 habitantes censados que ejemplifica el estilo de vida de Cabo de Gata. Es un pueblo de casas bajas y encaladas situado entre dos colinas cerca del extremo norte del parque. El blanco de las casitas, el verde exuberante de la vegetación, que asoma de los balcones sobre el ocre del terreno circundante, y el azul suave del mar son diferentes tonos que se mezclan en Agua Amarga.
Además, justo al lado de la playa encontré restaurantes con comida casera, pero a nivel de un 5 estrellas. La tortilla de patatas con pisto como tapa del restaurante Costamarga es algo que no voy a olvidar. Acompañado con pescadito fresco a la plancha se convirtió mi comida favorita. No necesito nada más para sentirme feliz: magníficas vistas al mar, el sonido de las olas, los rayos del sol calentándome el cuerpo y la comida para alegrar mi barriga.
Las Negras es otra pequeña ciudad de Cabo de Gata que disfruté muchísimo. En las décadas de 1960 y 1970 era un pueblo hippie donde los residentes podían establecer las reglas de vida por sí mismos. La libertad es el sentimiento dominante que despertó en mí cuando caminaba por las calles de esta localidad. Los lugareños y los turistas a mi alrededor probablemente sintieron lo mismo. El sonido del mar acompañado de las risas, bailes y cantos de la gente me hicieron sentir muy bien, tranquila, libre. Creo que conecté conmigo misma de nuevo, justo lo que buscaba.
Cabo de Gata es sobre todo sus calas. Debo admitir que no soy, nunca he sido y probablemente nunca seré una gran aficionada a la escalada y a las largas caminatas de montaña. Tampoco de llanuras. Afortunadamente, en Cabo de Gata hay rutas para perezosas como yo y también para personas más ambiciosas, que les gusta esforzarse. Pero debo reconocer que ese esfuerzo merece la pena por las vistas que te esperan durante el camino. Me decidí, bastante ambiciosamente teniendo en cuenta mis habilidades, por la ruta de la cala de San Pedro en Las Negras. Durante la caminata, que en ese momento hubiera definido como una escalada sobrehumana, mientras me secaba el sudor de la frente y mi rostro rojo tomate, me interesé por el color específico del mar, más oscuro, más intenso.
El responsable es cierta planta que se llama posidonia oceánica o posidonia mediterránea. Tiene características similares a las plantas terrestres, como raíces, tallo rizomatoso y hojas cintiformes de hasta un metro de largo. Florece en otoño y produce en primavera frutos flotantes conocidos como olivas de mar. La posidonia forma praderas submarinas que tienen una notable importancia ecológica. Dentro de ellas viven muchos organismos, animales y vegetales que encuentran en las praderas alimento y protección.
Yo me fui a Cabo de Gata en búsqueda de silencio, tranquilidad y libertad, pero te aseguro que no importa si tus necesidades se parecen a las mías, porque cualquier pueblo por esta zona sabe convertirse en un parque lleno de atracciones para toda la familia, para deportistas o para vagas como yo. En Cabo de Gata vas a encontrar exactamente lo que estás buscando.
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