Para el viajero europeo, Marruecos siempre ha sido el umbral de un territorio misterioso y mágico: es la puerta de África, ese continente siempre por descubrir. Pero en esta ocasión no damos un paso más allá, nos quedamos en Marruecos para tratar de desvelar el enigma de una sus ciudades más chocantes: Casablanca.
Corazón económico del país norteafricano, es una ciudad de casi 5 millones de habitantes con una zona metropolitana que suma otros 3 millones. Moderna, sensual y turbadora, Casablanca es también la ciudad de las sorpresas… ¿y a quién no le gustan las sorpresas?
De las mansiones de Anfa a los subversivos arrabales del interior, de la arquitectura colonial y vanguardista de la ciudad nueva a los recuerdos de la vieja y minúscula Casablanca de la medina antigua, del vértigo del regateo en el mercado del Habbous al aseado Morocco Mall, el mayor centro comercial del continente… Casablanca no da respiro al viajero, al doblar cada esquina siempre encontraremos una nueva pista… que contradice la anterior.
De la Mezquita de Hassan II a las playas de la Corniche
Donde no hay ni trampa ni cartón es en la Mezquita de Hassan II, el monumento más popular de la ciudad y uno de los más célebres de todo el norte de África. No en vano, estamos hablando de la segunda mezquita más grande del mundo, tras la Meca, y la de más altura de todo el planeta. Así que decir que este edificio es espectacular quizás se quede corto.
Su sala de oración principal puede albergar hasta 25.000 fieles y su explanada exterior hasta 80.000. Además de la sala principal, la Mezquita de Hassán II alberga un museo, un hammam, una escuela coránica y una biblioteca. Su minarete de más de 200 metros de altura señala con un rayo láser a la Meca. Conscientes del atractivo que un monumento así tiene para el visitante, las autoridades marroquíes sí permiten visitas turísticas —previo pago de unos 12 euros al cambio— al contrario que en la mayoría de mezquitas del resto del país.
Sus dimensiones y belleza sin duda impresionan al viajero pero quizás es su emplazamiento al borde del mar lo que multiplica el impacto. Y es que la Mezquita de Hassán II está ubicada en uno de los extremos del Bulevar de la Corniche, una de las zonas más frenéticas y turísticas de Casablanca: nuestra siguiente parada en la ciudad de las sorpresas.
De la gran mezquita hacia al sur nos iremos encontrando con modernos hoteles, prometedores restaurantes, pubs de aroma decadente, centros comerciales de lujo y sí, también algunos recuerdos de la vieja Casablanca previa a la revolución francesa. Además de las playas, otro de los mayores atractivos de la ciudad. Es una zona enfocada esencialmente hacia el turismo, pero en la que también disfrutan los locales.
Nuestra ruta por la Corniche Ain Diab empieza en el Faro de El Hank, situado en un promontorio al otro extremo de la bahía en la que se ubica la gran mezquita. Fue construido a principios de siglo XX y es otro de los iconos de la ciudad. Seguimos caminando hacia el sur tropezando con locales de aire europeo llegando ya a los pies de la playa de Lalla Meryem. En esta zona podemos encontrar hasta un Skate Park cerca ya del Four Seasons Casablanca. Y un poco más allá un McDonalds…
Pero en el extremo de la Playa Ain Diab nos encontramos con un insólito recuerdo de la Casablanca decimonónica y uno de nuestros rincones preferidos de la ciudad: el santuario de Sidi Abderrahman.
Se trata de un islote aún habitado cuyo origen sigue envuelto en el misterio. Se dice que un hombre santo conocido como Sidi Abderrahman llegó de Bagdad en el siglo XIX y vivió en esta isla rezando día y noche. La leyenda dice que los locales empezaron a sentirse fascinados por aquel hombre al que construyeron una casa… pero él preferió seguir viviendo a la intemperie. Su ascetismo atrajo a muchos seguidores que se instalaron con él en el islote creando la peculiar arquitectura que podemos disfrutar actualmente.
Y cerca de aquí un lugar que tiene poco de ascético: el Morocco Mall, el que cuenta la leyenda es el centro comercial más grande de África con sus 70.000 metros cuadrados, 600 marcas comerciales y un cine 3D. ¿Y las playas? Toda la franja costera está plagada de playas como hemos visto, aunque la más recomendada es Tamaris, un poco más al sur, que, debido su emplazamiento, ofrece más protección contra el oleaje.
De la vieja medina a la Casablanca más moderna
Y dejamos la Corniche para irnos ya al interior y recordar el pasado colonial de Casablanca. No hay que olvidar que, pese a que su origen puede rastrearse ya en el siglo XI —cuando se empezó a conocer como Ansa—, nunca fue un asentamiento de gran relevancia histórica en comparación con otras ciudades del territorio. No hasta el siglo XVIII cuando los navegantes portugueses se sienten atraídos por las “casas blancas” de la costa dándole el nombre que pervive hasta hoy, castellanizado por los comerciantes españoles que establecieron posteriormente sus bases en la ciudad.
Y llegan los franceses a principios del XX —Casablanca no pasaba de los 30.000 habitantes en aquella época— estableciendo un protectorado que será clave en el futuro de la ciudad que vive una acelerada expansión a todos los niveles. Y la metrópoli, entre otras cosas, exporta su arquitectura que podemos disfrutar al oeste de la Plaza de Mohammed V a lo largo del bulevar homónimo donde aparecen numerosas fachadas Art-Decó con reminiscencias africanas, una aleación estética que sorprende al viajero. El cine Rialto, el edificio Assayag II o la Villa des Arts son algunos de los mejores ejemplos de la arquitectura de principio de siglo XX de esta zona de la ciudad.
Pero es que Casablanca siguió desarrollándose de forma vertiginosa ya sin la protección de los franceses creando el pulmón financiero de Marruecos alrededor de edificios de vanguardia como el Twin Center, con sus 28 plantas y sus casi 120 metros de altura, diseñado por Ricardo Bofill. Y al otro lado del Bulevar Al Massira Al Khadra un Zara…
Esta zona central de Casablanca, bañada en divisas, tiene un innegable aroma internacional, así que si queremos volver a sentir la ciudad antigua desplazarnos hacia la zona del puerto —uno de los puertos artificiales más grandes del mundo— y conocer la vieja medina que, no obstante, no es tan vieja porque fue reconstruida en el siglo XVIII tras un terremoto. Pese a que decepciona a algunos viajeros en comparación con otras medinas norteafricanas, sus callejuelas son el perfecto contraste a los grandes bulevares coloniales.
Y nos vamos despidiendo de Casablanca con una última sorpresa, la que nos ofrece el barrio del Habbous, al sur de la vieja medina, pasando de nuevo por la Plaza de Mohammed V. Este barrio se conoce como la nueva medina porque fue erigida bajo el dominio francés en los años 20 del siglo pasado siendo el lugar ideal para hacer unas compras y dejarse seducir por los olores y sabores de los mercados tradicionales marroquíes. Y, tal vez, regatear un poco.
Dejamos la ciudad sin desvelar su enigma y hechizados por sus contrastes. Nos vamos recordando sus playas de agua refrescante, su ritmo de vida frenético, su ascético islote y sus minaretes con rayos láser. Un seductor encuentro con Casablanca que, presentimos, es el comienzo de una gran amistad…
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