Menorca es una isla barrida por la tramontana, un viento al que hay que habituarse cuanto antes para saber hacia qué lado moverse. Si sopla norte hay que ir a las playas del sur, si soplan rachas sureñas debemos ir a las del norte. Otros conceptos ventosos como llevant, migjorn o mistral son nomenclaturas ya para especialistas, porque como nosotros hemos venido a las fiestas de los caballos de San Joan… hacia donde sople el viento no es motivo relevante para tener en cuenta, porque los aires que imperan durante las Fiestas de San Joan de Ciudadela son los vientos del desenfreno. Tal cual.
Ciudadela, la otra capital menorquina, es una ciudad portuaria situada al oeste de la isla, con calles empedradas y aceras porticadas, y con muchas casonas señoriales que muestran sus escudos de armas en las fachadas, dando testimonio embalsamado de la nobleza patriarcal de otrora y que revive cuando se celebran sus fiestas tradicionales.
El origen de la singular celebración de los caballos de Sant Joan dormita ‘en la noche de los tiempos’ debido a la destrucción de los archivos de la ciudad durante la invasión turca de 1558. Pero hoy en día ya nadie se pregunta dónde y cómo surgió, porque de lo que no cabe duda es de que se han transformado en un jaleo que merece la pena vivir ¡por lo menos una vez en la vida!… y tratar de salir indemne para contarlo.
Para los que quieran investigar más, la opinión más extendida es que su origen hay que buscarlo en los Caballeros de San Juan de Malta, venidos a Menorca con Alfonso III de Aragón (allá por el s. XIII), y que construyeron la iglesia de San Juan. Uno de sus miembros pasaría a formar parte de la nobleza, y sería quien presidiera los festejos y la cabalgata, portando la bandera con la Cruz de la Orden de Malta, un emblema que puede verse hoy en día en las camisetas de lugareños y forasteros.
Carácter medieval
Después de 2 años de pandemia COVID, con las fiestas suspendidas, este año las Fiestas de Sant Joan de Ciudadela están previstas del 18 al 25 de junio del 2022, siendo la víspera del día 24 cuando se celebran la mayor parte de las actividades.
El protocolo de la celebración sigue un ritual vigente desde siglos, y aunque hoy día resulta anacrónico continúa provocando una inusitada expectación. Cabe decir que la verdad es que de representación popular -es decir: en la que el pueblo participa- tiene más bien poco, ya que los nobles antiguos siguen siendo los nobles actuales (o sus herederos), el vasallaje continua. Por no hablar de la participación de las mujeres, que siguen estando relegadas al papel de la invisibilidad. En el 2021, las palabras de un prócer político local provocaron fuego en las redes: “La mujer no tiene ningún papel destacado en las fiestas. Los caixers son los jinetes que representan los estamentos sociales: nobleza, clero, artesanos y payeses. En Ciutadella todos son, por norma, varones”. Pero bueno, eso es otro tema. A ver qué pasa este año.
Los diferentes estamentos de la sociedad medieval que, al parecer continúan siendo las fuerzas vivas del lugar, están representados, siguiendo un guion inalterable por: El jinete principal que es el llamado caixer senyor (caballero señor) cabeza visible de la aristocracia del lugar, y que debe ser un noble y hacendado vecino, que es quién, a su vez, el que permite y autoriza la celebración de festejo. A su vera, el caixer capellá (o sea: el clero), que es el cura del lugar y que ha tenido que tomar clases de equitación durante largo tiempo para no hacer el ridículo en las correrías a caballo. Detrás, el grueso de la cabalgata está formada por los caixers pagesos, que son los campesinos de los predios del término municipal. También participa un caixer casat (un caballero casado) que representa los oficios menestrales.
Todos estos cavallers, vestidos de impecable negro a medida, montan espléndidos caballos también negros, de pura y reconocida raza menorquina, que trotan y galopan por las calles del casco antiguo de la ciudad, las cuales han sido convenientemente cubiertas con arena de playa para amortiguar los inesperados accidentes callejeros causados por los frenazos de las caballerías.
Éxtasis colectivo
El empiece no puede ser más explosivo: Los caballos están formados en la calle. En el portón del palacio del caixer senyor, el fabioler (flautista con flauta de caña y tambor) pide permiso para empezar la fiesta. Suena la flauta. El cura (caixer capellá) espolea su caballo y entra a galope en la plaza del Born (plaza principal). Su irrupción en el mar de gente es interrumpida bruscamente por jóvenes (y no tan jóvenes) que ponen a prueba la pericia del jinete-cura provocando al caballo para que se encabrite y levante sus cuartos delanteros, lo que produce momentos de verdadero pánico por lo peligroso del jaleo que sumerge a los participantes en avalanchas de éxtasis colectivo.
Sobre una alta tarima la banda municipal toca y toca ¡sin cesar!…
Se ven escenas sorprendentes, imprudencias temerarias y locuras. Dicen que la tramontana levanta pasiones y provoca conductas extrañas, como la de una joven madre, con su pequeño en brazos, que azuza enérgicamente a un ya bastante excitado corcel, grande y hermoso (que salpica espuma por su boca), para que levante las manos por encima de su cabeza… o como la de un convulso animador que se quita la camiseta y provoca que una exultante animadora también se la quite… o que un grupo de chicos y chicas en plena tarea de levantar un castillo humano, sean embestidos por un impetuoso y nervioso caballo que arremete contra la incipiente torre pisoteando a sus integrantes desparramándolos por el suelo.
Cavalls i cavallers se mueven entre el hervidero de gente. El escenario es confuso. Caballos que resbalan y algún jinete que da con sus huesos en el suelo. El ambiente se impregna de una rara emoción contagiosa, con mucha descarga de adrenalina, mucho calor y mucha ‘pomada’ (mezcla alcohólica local consistente en ginebra con limonada).
Después, cuando el clímax se atempera, los jinetes, en alegres pasacalles, realizan diversos juegos ecuestres, como els caragols (las vueltas), o los ‘Jocs des Pla’ (juegos) en la explanada adyacente al puerto.
La calma definitiva vendrá cuando el último día de fiesta, el Caixer Senyor, micrófono en mano, pronuncie las secas y lacónicas palabras de despedida: “Hasta el año que viene, si Dios quiere”.
La tramontana seguirá alterando las conductas humanas… ¡el año que viene!
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Consejos Prácticos
- CÓMO IR: Vuelo hasta Mahón, la capital de Menorca. De Mahón a Ciudadela se llega en autobús en una hora.
- ALOJAMIENTO: Como es habitual, durante las Festes de Sant Joan, los establecimientos hoteleros se colapsan. Así que, como la acampada libre en la playa está prohibida, reserva alojamiento cuanto antes en algún hotel de tu gusto. Comparar precios en: www.menorca.org; www.ciudadella.org; y www.visitmenorca.com.
- QUÉ COMER: La Caldereta de Langosta es el plato estrella de la isla, sobre todo en el pintoresco pueblo de Fornels. Durante las fiestas algunos restaurantes de Ciudadela cierran, dependiendo del recorrido que efectúen los pasacalles de caballos, pero también muchos lugareños abren los portones de sus casas a los viandantes y ofrecen piscolabis a vecinos y forasteros. Para beber siempre hay ‘pomada’ fresca casera (o embotellada).
- EL PROGRAMA: El programa de fiestas completo, incluidos los momentos de riesgo que, según el Ayuntamiento de Ciutadella define como (en palabras textuales de la municipalidad): “Zonas con mucha concentración de personas con actitud muy festiva y normalmente con mucho alcohol en sangre”,lo encontrarás en este enlace: www.menorcadiferente.com/fiestas-de-sant-joan-2022/
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