París, Londres, Praga o Venecia ocupan los primeros puestos de las ciudades que más viajeros reciben al año. Incluso en algunas, como Venecia o Roma, la afluencia es tanta que ha conllevado su deterioro, obligando a los gobiernos a tomar medidas para reducir el turismo.
En la otra cara de la moneda nos encontramos con muchas otras que esperan a pocos o a nadie, pues pasan desapercibidas ante los ojos viajeros. Sin embargo, atesoran un sinfín de encantos y posibilidades turísticas. He aquí cinco destinos poco concurridos para quienes les gusta descubrir rincones únicos o viajar sin demasiada compañía.
Skopie, Macedonia
Ubicada a orillas del río Vardar, es la capital y la ciudad más grande de Macedonia del Norte, pero también la más desconocida de los Balcanes. Tras el terremoto que sufrió en 1963, que supuso la destrucción de la mayoría de su legado monumental, el gobierno empleó todos sus esfuerzos en reconstruirla.
Y lo hizo a lo grande. Está decorada con una amplia colección de titánicas esculturas, monumentos gigantescos como la iglesia de Saint Clemont of Ohrid, que es la más grande del país, y construcciones brutalistas (un estilo arquitectónico inspirado en Le Corbusier) como la Universidad de Cirilo y Metodio o el edificio de la radio y la televisión nacional.
El terremoto no pudo con la antigua fortaleza, que corona el monte Vodno, desde donde las vistas son únicas. Además, tiene un barrio turco precioso y museos de lo más interesantes como la Galería Nacional, que hace un repaso por los artistas macedonios más importantes; o el museo por la Lucha de Macedonia, que se centra en la historia del país desde los otomanos hasta la actualidad.
Riga, Letonia
De cara al río Daugava, la capital letona es, sin duda, el tesoro inexplorado del Báltico. Sus calles medievales guardan 800 edificios de art nouveau y un precioso casco histórico o Vecrīga, declarado Patrimonio de la Humanidad, cuyos máximos exponentes son la Casa de las Cabezas Negras, la iglesia luterana de San Pedro, la Catedral medieval o las torres de San Jacobo y San Pedro.
Sin olvidarnos de su prolífica gastronomía, que incluye delicias como los pelmeni, una masa de pan rellena de carne que se sirve frita o con sopa, los piragis, panes rellenos de tocino y chorizo, o los pankukas, crepes rellenos.
Pelión, Grecia
Entre el Egeo y el golfo de Volos, en el centro de Grecia, se encuentra esta preciosa península, a la que la fama de otros enclaves, como Santorini o Mikonos, le han restado protagonismo. Es una tierra mágica, por cuanto ha sido la protagonista de muchas historias mitológicas: fue el hogar de los centauros, y de sus bosques se extrajo la madera para construir el barco Argo que Jasón y los argonautas emplearon para buscar el Vellocino de Oro.
Está formada por casi ochenta pueblos, cada cual más bonito. Unos se yerguen en la montaña, abrazados por espesos bosques, como Makrinitsa, Chania o Milies; otros muchos se levantan de cara a la costa y atesoran calas y playas prácticamente vírgenes como Agios Ioannis, Agria o Papa Nero.
Vilna, Lituania
La capital de Lituania puede vanagloriarse de atesorar uno de los cascos viejos mejor conservados de Europa del Este. De trazado medieval, posee maravillosas construcciones góticas, barrocas, renacentistas y neoclásicas, que le han valido el título de Patrimonio de la Humanidad.
Las más destacadas son la Catedral, la Puerta del Alba, la iglesia ortodoxa del Espíritu Santo o la Casa de los Signatarios. Pero además tiene museos de lo más interesantes como el de la KGB, antigua sede de la policía secreta de la Unión Soviética, los restos del castillo de Gediminas y espléndidos espacios verdes como los Bernardinos.
Luxemburgo
La asociación de este pequeño y próspero país con un paraíso fiscal lo hacen poco apetecible para la mayoría de los viajeros. Sin embargo, tiene un casco antiguo, La Ville Haute, maravilloso y reconocido Patrimonio de la Humanidad. Está abrazado por las antiguas murallas, que antaño la hicieron una de las ciudades más infranqueables del Viejo Continente, dentro de las cuales hay tesoros como la catedral mariana de Nuestra Señora o el Gran Palacio Ducal.
Además, conserva las casamatas del Pétrusse, túneles secretos construidos por los españoles en el siglo XVII para defender la ciudad, y el Chemin de la Corniche, un paseo peatonal al que se le conoce como el balcón más bello de Europa. Sin olvidarnos de barrios tan encantadores como Clausen, que constituye una dirección de referencia de la buena gastronomía, o el bohemio Grund, a orillas del río Minster.
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