Durante siglos, dominar el mar, suponía dominar el mundo. Fenicios, venecianos, turcos, españoles, británicos, japoneses… y vikingos. Diferentes pueblos y culturas han tenido una época de gloria en la que el control de determinadas rutas marítimas, construcciones de naves y manejo de técnicas marítimas han supuesto la base de la autoridad política y/o la supremacía bélica.
A continuación, recordamos cómo los vikingos se convirtieron durante tres siglos en el azote de los mares (y los ríos) del norte de Europa, llegando a hacer incursiones por el Mediterráneo, por los ríos del norte europeo, llegando incluso a África y al otro lado del Atlántico.
¿Por qué viajaban los vikingos?
¿Qué pasó en el siglo VIII en los territorios escandinavos y de la península de Jutlandia para que esos pueblos nórdicos de raíces germánicas salieran al mar y expandieran su dominio por la Europa septentrional?
La escasez de fuentes arqueológicos siempre ha dificultado la interpretación de este progresivo cambio de actitud de los pueblos del norte hacia una mayor expansión y belicosidad. Una combinación de factores entre los que puede estar la superpoblación, las tensiones políticas internas, las alteraciones en las rutas comerciales, el cambio climático y la sofisticación de la tecnología marítima pudo influir en esta evolución que cristalizó en el inicio de la era vikinga a finales del siglo VIII.
El saqueo del monasterio de Lindisfarne en el 793 en el noreste de la actual Inglaterra es la fecha propuesta por la historiografía tradicional para certificar el arranque de la era vikinga. Pero, por supuesto, la “transformación” de los discretos nórdicos en temidos vikingos, la evolución de los pueblos escandinavos a guerreros, saqueadores e intrépidos navegantes se coció a fuego lento durante décadas.
¿Cómo viajaban los vikingos?
Los barcos y las técnicas de navegación vikinga fueron la clave que permitió a los nórdicos convertirse en el azote de los mares del norte durante tres siglos. Nadie podía competir con sus ligeros y rápidos navíos capaces de llegar a donde ningún otro barco europeo podía, nadie podía entender cómo aquellos gigantes del norte eran capaces de guiarse en mares embravecidos cubiertos de bruma… y sin brújula.
Los barcos vikingos
En 1904 se descubrió a 80 kilómetros al sur de Oslo un túmulo funerario que contenía los restos de un barco vikingo que había servido como tumba, algo habitual en la cultura vikinga. La complicada restauración de esta nave fue la base del estudio de la navegación vikinga que, junto a otros hallazgos posteriores, nos permite entender el grado de sofisticación que alcanzaron los navegantes nórdicos desde el siglo VIII.
¿Cómo construían sus barcos?
La técnica básica de elaboración de una nave vikinga se conoce como tingladillo que consiste en construir el casco del barco en hiladas de filas de tablas superpuestas unas a otras. El casco de la nave se erigía sobre una sólida quilla realizada con un tronco que, junto con la roda (la prolongación de la quilla en la parte delantera) y el codaste (el elemento estructural que termina la nave por la popa) componían el elemento vertebral del barco.
A esta espina dorsal se añadían tablas que se fijaban con clavos de hierro mientras que robustos maderos apuntalaban el mástil. Se cree también que los tablones eran calafateados con pelo animal, musgos y/o lanas impregnadas con brea para lograr la imprescindible impermeabilización.
A pesar de que los vikingos no contaban con herramientas muy complejas alcanzaron un gran dominio de las mismas, particularmente en el tratamiento de la madera, sobre todo roble y pino, siguiendo la veta de la misma para conseguir más fuerza y flexibilidad con menor peso. Y es que los barcos vikingos siempre destacaron por su ligereza, flexibilidad y rapidez.
Tipos de barcos
El símbolo de la navegación vikinga es el drakkar, el buque insignia de los caudillos vikingos, barcos largos, estrechos y ligeros, de muy poco calado, con su popa y proa adornados con esculturas ornamentales talladas en madera y con remos en casi toda la longitud del casco. El drakkar más grande entre los recuperados tenía 35 metros de eslora, pudiendo acoger hasta 90 guerreros y alcanzar los 14 nudos de velocidad.
La gran ventaja de estos barcos era esa combinación de rapidez, ligereza y poco calado que les permitía llegar a casi cualquier parte, incluso a zonas con apenas un metro de profundidad. Defenderse de rápidas incursiones de flotas de drakkar fue todo un desafío para los pueblos que sufrieron los saqueos vikingos. Solo los piratas turcos, muchos siglos más tarde, lograron una amenaza equiparable para en el litoral europeo.
El snekke es otro barco de guerra, más grande que el drakkar, siendo el protagonista de los ataques organizados con grandes flotas: se dice que la flota de Guillermo el Conquistador, normando de origen vikingo, usó unos 600 snekkar para invadir Inglaterra en el 1066. Eran tan livianos que no necesitaban puertos, pudiendo ser sacados por tierra y ser transportados tierra adentro.
Pero, aunque el mito vikingo siempre nos muestre a guerreros implacables, los nórdicos también comerciaban sin desenvainar la espada, y lo hacían a bordo de los knarr, los barcos que podían cargar hasta 24 toneladas, menos fino que el drakkar para tener más capacidad. Se dice que estos barcos fueron los protagonistas de la llegada a Islandia, Groenlandia… y Vinland, al otro lado del Atlántico, en la costa de Terranova.
No hay que olvidar, así mismo, que todos los barcos vikingos contaban con velas rectangulares de tejido doble de lana o de lino, tejiendo las cuerdas con raíces de abeto.
Los instrumentos de navegación vikinga
Las piedras solares vikingas, sólarsteinn, son uno de los grandes hallazgos de los pueblos nórdicos. También se conoce como espato de Islandia, un mineral que posee una propiedad física muy particular: la birrefringencia, la doble refracción. Cuando un rayo de luz incide sobre el mineral, este se separa en dos.
Si el trozo de mineral presenta dos planos, uno de ellos puede usarse para determinar la posición del sol cuando este no se percibe a simple vista. Gracias a esta piedra, los vikingos no necesitaban brújula para orientarse en el mar.
Pero es que los vikingos usaban todo tipo de detalles marítimos para guiarse, desde el color de las aguas, el vuelo de las aves migratorias, la dirección, temperatura y humedad de los vientos, el tamaño y el color de las algas a la presencia de determinados peces.
Incluso solían viajar con cuervos que soltaban para trazar las rutas. Se dice que fueron estas aves las que guiaron a los primeros exploradores vikingos de Islandia que la colonizaron décadas después de que los monjes irlandeses fueran los primeros en llegar a la isla de hielo y fuego.
¿A dónde viajaron los vikingos?
Suecos, daneses y noruegos y, posteriormente, islandeses, fueron durante tres siglos los principales navegantes del Atlántico norte, el Báltico y el Mar del Norte, además de los ríos del norte de Europa. El grado de refinamiento que alcanzaron en la construcción de barcos y en la navegación en condiciones complicadas les permitió aventurarse en incursiones por diversas zonas de Europa llegando hasta África y América.
Durante el siglo VIII, los vikingos se consolidaron en Escandinavia y la península de Jutlandia. Durante el siglo IX llegaron a las islas británicas, Islandia, norte de la actual Alemania, el litoral báltico, penetrando por los ríos navegables a la actual Rusia.
El siglo X marcó la llegada de los islandeses a Groenlandia, el norte de Francia y el progreso de las incursiones por la Rusia europea, llegando hasta el mar Negro y fundando Kiev. Y en el siglo XI arribaron a las costas africanas, Sicilia, el sur de Italia y el sur de Inglaterra llegando a las puertas de Bizancio y a Terranova en Canadá.
Pero, además, durante los tres siglos de historia de la era vikinga, estos expertos y temidos navegantes hicieron incursiones sin asentamientos permanentes en la costa cantábrica, el sur de al-Ándalus, el litoral del mar Caspio, Irlanda y buena parte del litoral francés y germano, además de diversas zonas de la actual Finlandia.
Pero los cambios políticos, económicos y culturales de los países nórdicos, además de algunas importantes derrotas militares, fueron mitigando este carácter bélico y expansivo hasta que a lo largo del siglo XI se puso fin a la era vikinga, dejando, no obstante, una historia plagada de leyendas viajeras y guerreras que sigue fascinando.
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