Cabo de Gata tiene un imán para los viajeros: siempre lo hechas de menos, siempre vuelves. El Parque Natural de la costa almeriense es una de las grandes joyas del Mediterráneo, un paraje protegido que ofrece al visitante refugio, consuelo y promesa. Si buscas aislarte del mundo una temporada, pocos lugares en España ofrecen un entorno tan adecuado para hacerse a un lado como el Cabo de Gata.

Con una superficie de casi 50.000 hectáreas, el parque se extiende desde Retamar al oeste, pasando por las Salinas, el Faro y el más que celebre Arrecife de las Sirenas, hasta llegar a Carboneras al este, aunque buena parte de este municipio, que alberga la popular playa de Los Muertos, queda fuera del área protegida. La ausencia de invierno climático y su diversidad geológica caracteriza la belleza agreste, a veces amenazante, pero siempre poética del Cabo de Gata, un oasis del que seleccionamos sus siete pueblos más bonitos.

Agua Amarga

Cabo de Gata
Fuente: Wikipedia

Al este del Cabo de Gata, ya cerca del extremo norte del Parque, encontramos Agua Amarga, una localidad de apenas 400 habitantes censados que ejemplifica el estilo de vida de Cabo de Gata: un pueblo de casas bajas y encaladas situado entre dos colinas y con acceso directo a un delicioso arenal. El blanco de las casitas, el verde exuberante de la vegetación que asoma de los balcones sobre el ocre del terreno circundante y el azul suave del mar, son los tonos que se mezclan en Agua Amarga y buena parte del Cabo de Gata.

Cerca de Agua Amarga podemos visitar la Torre de Mesa Roldán, una de las muchas fortificaciones que existen a lo largo de la costa del Cabo de Gata que protegía a los antiguos habitantes del territorio de sus primeros ‘turistas’: los piratas. Y es que el Cabo de Gata tiene una historia muy vinculada a la piratería. Así mismo, a apenas 3 kilómetros de Agua Amarga, podemos acceder a la mencionada Playa de los Muertos, uno de los mitos del Cabo de Gata.

Rodalquilar

Cabo de Gata
Rodalquilar desde la antigua mina. Fuente: Wikipedia

Algo tiene Rodalquilar que enamora. Sin estar a pie de playa como otros pueblos del territorio, esta localidad hechiza al visitante con su silencio y su armonía. Todo encaja en Rodalquilar: el blanco reluciente del encalado de sus casas, sus calles sigilosas, y el aire alternativo de su puñado de cafés y bares.

Pero, además, Rodalquilar es un pedazo de historia del Cabo de Gata, mostrando en lo alto de una colina que domina el pueblo las antiguas minas de oro explotadas desde finales del siglo XIX que alcanzó su máxima actividad a principios de los 60. El Jardín Botánico el Albardinal es otra visita recomendable, así como la cercana El Playazo, un arenal cobijado entre montañas que enamorará a los fanáticos de las playas vírgenes sin el incordio del hormigón.

Las Negras

Cabo de Gata
Fuente: Wikipedia

Entre Rodalquilar y Agua Amarga encontramos otro mito del Cabo de Gata: Las Negras, pueblo hippie por excelencia de la zona. Y es que, durante los años 60 y 70, muchas localidades del Cabo de Gata recibieron a comunidades que ansiaban un espacio en el que establecer sus propias reglas. La cala de San Pedro en Las Negras fue el lugar en el que la comunidad hippie germinó con más fuerza.

A pesar de que en San Pedro sigue vigente ese espíritu hippie, la vecina Las Negras se ha ido modernizando para dar cobijo a otro tipo de turistas más pragmáticos creciendo el número de apartamentos y servicios turísticos. Con todo, Las Negras y su Cerro Negro merecen una visita.

Los Escullos

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Fuente: Wikipedia

Otro de nuestros rincones preferido del Cabo de Gata. Con poco más de 60 personas censadas, ya os podéis imaginar que esta localidad no es precisamente Benidorm. Pero a pesar de su modestia, Los Escullos es el eje de numerosos atractivos de la zona, empezando por su camping, uno de los más famosos del Cabo de Gata y continuando por sus calas como La Escondida o la Cortada.

Tampoco podemos perder la oportunidad de conocer el Castillo de San Felipe, uno de los grandes baluartes defensivos del Cabo de Gata desde el siglo XVIII. Y el tramo de carretera AL-4200 que bordea el mar antes de desviarse hacia Rodalquilar es sobrecogedor, salpicado por miradores —como el de La Amatista—que muestra la belleza única de este paraje natural.

Pozo de los Frailes

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Fuente: Wikipedia

El interior también existe en el Cabo de Gata, como hemos visto en Rodalquilar. Albaricoques, por ejemplo, es un pueblo que, además de un nombre refrescante, ofrece la oportunidad de soñar con el spaguetti western de Leone, Eastwood y compañía que, como en la vecina Tabernas, encontraron en este territorio un escenario ideal para recrear el Viejo Oeste americano.

Otro pueblo de interior que bien merece una visita es el Pozo de los Frailes. Muchos pasan por él camino de San José, pero no tantos se detienen, ansiando las playas de la zona. Mal hecho: el Pozo de los Frailes es otro testimonio del vetusto Cabo de Gata con sus viejas norias, sus melancólicos molinos y su silencio amable. Además, cuenta con varios restaurantes interesantes para degustar a buen precio la gastronomía autóctona. Y no os preocupéis, que la playa está a dos pasos.

San José

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Fuente: Wikipedia

San José es el pueblo menos Cabo de Gata del Cabo de Gata porque en él se levantó un poco la mano a la hora de construir, como muestran los apartamentos encaramados a la montaña. Pero un desliz lo tiene cualquiera, ¿no? A cambio, San José es el pueblo más animado de la zona, con una buena infraestructura turística, un rinconcito muy guapo en el puerto deportivo y unas bonitas puestas de sol en su playa urbana. Y, por supuesto, es el campo base perfecto para conocer Mónsul y Genoveses, dos de las playas más bonitas de España.

La Isleta del Moro

Cabo de Gata
Los piratas no tenían mal gusto. Fuente: Pixabay

Y nos despedimos del Cabo de Gata en su pueblo con más encanto. La Isleta del Moro es una joya a pie del Mediterráneo con sus calitas pedregosas, sus barcas amarradas a puerto y sus restaurantes con vistas edénicas y pescado más que fresco, como no podía ser de otra manera

Se dice que su nombre proviene de haber sido refugio de piratas berberiscos que encontraron en este paraje entre acantilados el lugar perfecto para fondear y ocultarse una temporada haciendo recuento de tesoros. Hoy es un pueblo con sabor marinero y aire alternativo y relajado que encarna mejor que ningún otro este trocito de cielo que es el Cabo de Gata.