Leptis Magna fue durante buena parte de la Antigüedad una de las ciudades más importantes del norte de África llegando a rivalizar con Cartago y Alejandría a finales del siglo II d.C. cuando Septimio Severo, oriundo de la ciudad, alcanza el trono de emperador de Roma.
Aunque tras la caída del Imperio romano Leptis llegó a ser capital de una provincia del lmperio bizantino, la ciudad fue finalmente destruida por los bereberes y nunca se recuperó. Trece siglos más tarde, un grupo de arqueólogos descubrió una asombrosa ciudad abandonada cubierta por la arena del Sáhara.
Leptis Magna, la Pompeya del norte de África
En el año 2005, un descubrimiento de un grupo de investigadores de la Universidad de Hamburgo se hizo público convirtiéndose en uno de los grandes hallazgos arqueológicos de los últimos tiempos: cinco mosaicos con casi diez metros de largo en total que decoraban las paredes del frigidarium de unas termas de una villa romana cercana a Leptis Magna.
Datados entre el siglo I y el siglo II, los expertos han considerado desde entonces que el mosaico que representa un gladiador descansando es una de las muestras más significativas de esta técnica tan habitual en la Roma Antigua, solo comparable en calidad al mosaico de Alejandro Magno en Pompeya.
“La imagen del gladiador es una obra maestra romana ejecutada por el Sandro Botticelli de su día”, llegó a declarar uno de los expertos que visitó las excavaciones. Habría que esperar más de 1000 años para que los artistas del Renacimiento volvieron a representar al ser humano con ese grado de realismo.
Este descubrimiento completó las excavaciones que habían iniciado un grupo de arqueólogos italianos en la tercera década del siglo pasado rescatando una de las ciudades más importantes del norte de África durante la Antigüedad que había quedado sepultada en la arena durante cientos de años.
La historia de Leptis Magna
Los fenicios, grandes navegantes y comerciantes que fundaron numerosas colonias por todo el Mediterráneo, como Cádiz o Almuñécar, se establecieron en un oasis costero en el que desembocaba formando una ensenada natural el río Lebda. Fueron los inicios de Leptis Magna allá por el siglo XII a.C. Habría que esperar al IX para que los cartagineses dieran un nuevo impulso a esta pequeña colonia comercial.
Con las guerras púnicas entre Cartago y Roma, Leptis Magna se convirtió en ciudad independiente dentro del reino númida, siendo un punto de confluencia de las caravanas que se dirigían al Fezzán, la región sudoeste de la actual Libia. Desde allí también procedían los ataques de diferentes tribus, que periódicamente, asediaban la floreciente ciudad costera.
Cuando Julio César depuso al rey de Numidia, Leptis pasó a formar parte de Roma, incluyéndose posteriormente en el Imperio dentro de la provincia Tripolitania con el ascenso de Octavio Augusto. Los monumentos romanos conservados más antiguos proceden de esta primera etapa imperial.
Pero sería con la llegada al trono imperial de Septimio Severo en el año 193 d.C. cuando la ciudad libia alcanza su apogeo. El nuevo emperador, oriundo de Leptis, no dudó en convertirla en su ciudad provincial favorita dotándola de numerosas nuevas construcciones y equipamientos, además de ampliar el puerto que, según las crónicas, adquirió unas dimensiones colosales.
Pese a que, durante el gobierno de Teodosio I a finales del siglo IV, Leptis recuperó parcialmente su relieve en el norte de África, la ciudad fue poco a poco declinando con el propio declive del Imperio. En el siglo V, el Imperio bizantino desarboló al reino vándalo que había controlado el territorio tras la caída del Imperio romano de Occidente, pero hacia el 650 Leptis Magna es abandonada definitivamente tras los sucesivos ataques de las tribus bereberes del sur.
Un recorrido por Leptis Magna
A medio camino entre Misurata y Trípoli, Leptis Magna es la gran joya arqueológica de Libia, ubicada además en un entorno idílico en el que abundan arenales bañados por las tranquilas aguas mediterráneas. Pese a la delicada situación que atraviesa el país norteafricano desde hace años, Leptis Magna ha podido sobrevivir a los conflictos bélicos, salvando buena parte de su patrimonio.
Considerada por los arqueólogos como una de las ciudades romanas mejor conservadas, Leptis es una clásica urbe imperial. Y es que los romanos revolucionaron el urbanismo de su época dando forma a un tipo de ciudad que exportarían por todo el imperio: un desarrollo regular a través de una planta en damero en torno a un núcleo central que acumula los lugares públicos como las termas, el teatro o la basílica.
Nuestra visita a Leptis Magna arranca al sur, tras cruzar el centro de visitantes, donde nos encontramos con el célebre arco de Septimio Severo, ubicado en el cruce del cardo y el decumano, las dos calles principales que organizaban el trazado urbano. Se trata de un arco profusamente decorado y de una riqueza escultórica que lo coloca a la altura de los arcos de la capital imperial.
Avanzamos por la calzada central, dejando a la izquierda los arcos de Marco Aurelio y Antonino Pio, y llegamos al arco de Trajano, portal hacia la zona donde se acumulan los edificios más importantes como el teatro, construido en el siglo I d. C. y que llegó a ser el segundo más grande del norte de África. Muy cerca se halla el mercado, el arco de Tiberio y la basílica.
Más al norte, ya cerca del puerto, encontramos la segunda zona en la que abundan los vestigios de la vieja Leptis, como los templos de Hércules y Augusto, el viejo Foro, la vieja basílica o la Curia.
Tras pasear por la bella ensenada en la que desemboca el Lebda y en la que se desarrolló aquel magnífico puerto comercial, visitamos los restos del faro que iluminó el puerto, del que solo quedan los cimientos pero que debió tener más de 30 metros siendo similar al de Alejandría.
Más allá de la muralla bizantina, a unos minutos al este, llegamos a la zona del anfiteatro y el circo. El primero de ellos es una impresionante construcción que llegó a tener una capacidad para 15.000 espectadores mientras que el circo pudo alojar a 16.000 espectadores midiendo en su lado recto 450 metros de largo.
Y desde los restos de esta majestuosa construcción a la orilla del Mediterráneo nos despedimos de Leptis Magna, un tesoro en la costa libia sepultado bajo la arena durante siglos que ya luce con todo su esplendor.
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