Decenas de tewak naranjas desperdigados por el litoral reciben cada dos o tres minutos a unas buceadoras que surgen de las frías aguas del mar de China Oriental: son las haenyeo, las mujeres del mar de la isla de Jeju, al sur de la península de Corea. Activas desde el siglo XVII, la venta del marisco y los moluscos que pescaban fue el principal sustento de sus familias durante décadas convirtiéndose en un referente de toda la sociedad de la isla.
Desde 2016, la cultura de las haenyeo ya forma parte de la lista del Patrimonio Cultural de la Humanidad de la Unesco. Viajamos a la isla del amor en Corea del Sur para conocer más de cerca a las haenyeo, las buceadoras legendarias de Jeju.
Jeju, la isla mágica de las haenyeo
Cuando en el año 2007 el gobierno surcoreano valoró la construcción de una base naval en Jeju, una consulta popular la rechazó de forma casi unánime: nadie quería alterar un maravilloso entorno geográfico que para los habitantes de la isla tiene una naturaleza chamánica encarnada por los harubang, figuras elaboradas con piedra volcánica que protegen la isla. Finalmente, y a pesar de la oposición popular, la base naval se inauguró en 2015 al sur de Jeju con el objetivo de marcar territorio en una zona de gran tensión geopolítica con la presencia de China y Corea del Norte.
Pese a esta faceta militar, el turismo no se ha detenido en una isla famosa en Corea del Sur por recibir a miles de recién casados: es el lugar predilecto de los surcoreanos para celebrar su luna de miel. Dicen, de hecho, que la ruta aérea que conecta Seúl con Jeju es la más concurrida del mundo. No nos extraña: desde 2007 esta isla es una de las siete maravillas naturales del mundo moderno junto otros enclaves edénicos como la bahía de Halong en Vietnam o el parque nacional de Komodo en Indonesia.
Con un tamaño ligeramente inferior a la isla de Tenerife, Jeju cuenta con una poderosa industria turística que exprime sus grandes atractivos naturales como el Parque Nacional Hallasan, el Seongsan Ilchulbong, conocido como el ‘pico del sol naciente’, o las impresionantes cuevas de origen volcánico. Pero entre tanto fervor turístico, la isla no se ha olvidado de sus raíces, de aquellas haenyeo que sostuvieran con su trabajo a la sociedad de Jeju en los momentos más delicadas, logrando que su tradición haya sido reconocida de forma oficial por la Unesco.
Haenyeo, las mujeres del mar de Jeju
Aunque el origen de la traidicion del buceo en el litoral del Jeju está presenta, al menos, desde el siglo V, sería a partir del XVII cuando las mujeres toman el mando de una actividad que se terminó por convertir en esencial para la economía de la isla. ¿Por qué las mujeres sustituyeron a los hombres bajo el mar?
Los historiadores no se ponen de acuerdo en señalar una sola causa. Por un lado, se indica una posible crisis económica o una exagerada subida de impuestos que obligó a las mujeres a colaborar con los hombres. También se sugiere un posible conflicto bélico que hubiera podido diezmar la población de la isla. Pero también pudieron influir las propias características fisiológicas femeninas: al poseer más grasa bajo la piel podían soportar mejor el frío del agua.
Sea como fuere, diversos documentos a partir del siglo XVII demuestran que las haenyeo dominaban las aguas del litoral de Jeju. Y así sería durante siglos, hasta que con la colonización japonesa de 1910 la situación de las mujeres del mar de la isla coreana cambia. Los japoneses liberaron a las buceadoras del impuesto que hasta ese momento debían entregar a las autoridades coreanas pudiendo vender sus capturas en el mercado libre.
Los japoneses buscaban con ello sacar tajada de la experiencia de las haenyeo, muchas de las cuales fueron contratadas y llevadas a Japón donde convivieron con la ama, las buceadoras niponas, intercambiando experiencias y técnicas.
Con el término de la II Guerra Mundial y la división de las dos Coreas, las buceadoras de Jeju siguieron presentes en el mar: en la década de los 60, las capturas de las haenyeo representaban aproximadamente el 60 % de los ingresos pesqueros totales de la isla. Pero a finales de los 70, la metrópoli empezó a mirar a Jeju con otros ojos: fue el principio del turismo que supuso una amenaza para la tradición de las buceadoras.
Según datos recientes, el 98% de las haenyeo que ejercen actualmente tienen más de 50 años, situación que ha empezado a revertirse gracias a la declaración de esta tradición como parte del Patrimonio Cultural Inmaterial mundial. La financiación de la Unesco y la atención de las autoridades de la isla a esta cultura de tanta relevancia en su historia ha llevado a fomentar la actividad entre las nuevas generaciones que ya conviven con las haenyeo más veteranas.
Descubriendo el ‘muljil’ de las haenyeo
La técnica de captura de mariscos y moluscos de las haenyeo deriva del muljil, un compendio de conocimientos que aúna tanto la propia técnica como el ritual. Antiguamente, las haenyeo buceaban ataviadas tan solo con el mulsojungyi, un traje de algodón que se sujetaban con un tirante sobre el hombro. La llegada del neopreno a partir de los años 70 usado en el buceo profesional y en deportes acuáticos como el surf permitió a las buceadoras triplicar el tiempo que pueden estar en el agua.
Para asimilar el muljil, las aprendices deben pasar diferentes etapas en las que las maestras muestran su experiencia en respiración, meteorología, mareas y técnicas de captura. Además, la experiencia de las haenyeo se divide en tres grados, siendo las hagun las aprendices, las sanggun las que alcanzan los 8 metros de profundidad y las daessangun, las que superan los 10 metros.
Hay que recordar que las haenyeo no usan respiradores artificiales, sino que se trata de apnea: gracias a su formación —con diez años ya comenzaban a bucear— pueden estar hasta tres minutos bajo el agua armadas con una azada que despega los moluscos de la roca.
Cuando suben, descansan unos minutos agarradadas al tewak, un flotador naranja que, antaño, fue una calabaza y que sirve también para sostener la red en la que guardan las capturas. Es este instante uno de los más insolitas de la tradición de las haenyeo ya que realizan el denominado sumbisori, una suerte de silbido en el que las buceadoras sueltan el dióxido de carbono e inhalan oxígeno para volver acto seguido a las profundidades del mar.
Tras permanecen entre dos y tres horas en el agua, las haenyeo salen y se refugian en los bulteok, una hoguera rodeada de piedras en círculo y protegida del viento por una cerca de piedra conocida como doldam en la que grupos de buceadoras comparten la experiencia del día mientras se calientan al fuego: es el descanso de la guerrera, el momento más entrañable de estas mujeres legendarias que han conseguido dominar el mar de Jeju.
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