En pleno valle del Tiétar, en la ladera sur de la Sierra de Gredos, descubrimos una localidad de perfil prometedor y paisajes evocadores. Se trata de Arenas de San Pedro, ubicada al sur de la provincia de Ávila, ya cerca de la frontera con Toledo.
Recorriendo su casco urbano exploraremos una localidad con tesoros sorprendentes, palacios, castillos, puentes medievales y pintorescos barrios que nos narran, piedra a piedra, la historia de las diferentes culturas que pasearon por sus calles.
Pero lo que más impacta al viajero es el marco en el que se inscribe la localidad arenense: bosques, piscinas naturales, insólitas cuevas y las cercanas cumbres de la Sierra de Gredos que superan los 2.000 metros de altitud: el escenario ideal para una fantástica jornada recorriendo uno de los pueblos más bonitos de Ávila.
Arenas de San Pedro, el corazón del valle del Tiétar
Dicen del valle del Tiétar que es la “Andalucía de Ávila” por ofrecer a sus habitantes un clima más benigno, sobre todo en invierno. Y es que la imponente presencia de la Sierra de Gredos marca la naturaleza del valle.
El pico de La Mira, a menos de diez kilómetros al noroeste de Arenas de San Pedro, supera los 2.300 metros de altitud. Pero abajo, en el valle, Arenas apenas llega a los 500 metros, lo que marca este singular microclima más vinculado al oceánico que al continental que le correspondería por su lejanía con respecto al mar.
Para completar este insólito entorno natural, tenemos los ríos que nutren el vergel arenense. El propio Tiétar que marca la frontera con Toledo y que recorre el sur del municipio, y el Arenal, el afluente del Tiétar, que cruza el oeste del pueblo recogiendo las aguas del Cuevas y formando el embalse de Riocuevas.
Un paseo por Arenas de San Pedro
Y comenzamos nuestra ruta urbana por Arenas justamente sobre el río Arenal, cruzando el Puente Medieval de Aquelcabos. Desde lo alto de este puente de tres arcos tienes unas de las mejores vistas de Arenas y su entorno: conscientes de su carácter icónico, el Ayuntamiento ha habilitado una senda fluvial que recorre parte de la orilla del río, además de un mirador del propio puente, ubicado un poco más al sur para sacar unas buenas fotos con la sierra al fondo.
Casi todo el pueblo creció en el lado oriental del río, a partir del siglo XI, aunque habrá que esperar a mediados del XIII para encontrar la primera referencia documental al pueblo. Es a partir de esta fecha cuando el valle del Tiétar comienza a convertirse en una comarca agrícola con importantes explotaciones ganaderas y forestales creciendo en población, lo que atrae las miradas de la nobleza.
Es así como llega a Arenas el jiennense Ruy López Dávalos que controló las aldeas del valle del Tiétar desde finales del XIV ordenando la construcción de un castillo al borde del río, nuestra siguiente parada en esta ruta por el pueblo abulense.
Su arquitectura combina las trazas propias de una fortaleza militar con la residencia palaciega. Sus cuatro torreones almenados de planta circular dan empaque al conjunto junto a la torre del homenaje con sus más de 25 metros de altura.
Su buen estado de conservación y las restauraciones del adarve como de la propia torre animaron a proponer su conversión en parador, algo que finalmente no se ha llevado a cabo. De cualquier forma, es el símbolo incontestable de la localidad abulense.
El otro gran edificio arenense lo encontrarás al norte, dominando el perfil del pueblo: es el palacio del Infante Don Luis de Borbón y Farnesio o de La Mosquera, un salto en el tiempo que nos lleva a finales del XVIII. El Infante, hijo de Felipe V, el primer Borbón en España, pidió a Ventura Rodríguez, célebre arquitecto de la corte, que dirigiese la construcción de su palacio en Arenas de San Pedro donde pasaba temporadas con su mujer.
Restaurado en los últimos años, es un buen ejemplo de palacio neoclásico de proporciones clásicas y perfil limpio y armonioso, pese a que no llegó a completarse el proyecto por la temprana muerte del infante. No obstante, por este palacio pasaron personajes ilustres como Goya o Jovellanos.
Bajamos de nuevo al pueblo para continuar nuestra ruta y, tras pasar por la plaza del Pintor Goya, seguimos por la calle Respingo —tal vez llamada así por la estrechez que genera el muro que delimita la plataforma sobre la que se erige el palacio— y llegamos a la Plaza del Rollo que cobija la columna de piedra que atestigua la condición de villa de la localidad otorgada en 1393 por el rey Enrique III.
Volvemos al centro del pueblo bajando por la calle de la Canchuela hasta la plaza de las Monjas Agustinas, una de las más queridas por los areneses y donde se encuentra la fuente de la Plazuela: hasta 15 fuentes encontrarás en diferentes rincones del pueblo recordándonos que estamos en tierra de agua.
Es hora de recorrer la calle de la Triste Condesa, la más céntrica del Arenas, cuyo nombre se debe a Juana Pimentel, casada con Álvaro de Luna, valido de Juan II de Castilla. Se trata de una mujer de sustanciosa biografía que pasó largas temporadas en el castillo que pasó a ser de su propiedad donando al pueblo numerosos terrenos cuando se trasladó a Guadalajara.
Tras pasar por la Oficina de Turismo que se encuentra al final de la calle, giramos hacia el sur para conocer la plaza del Ayuntamiento y la iglesia parroquial de Nuestra Señora de la Asunción, de traza gótica, edificada a partir del siglo XIV y completada con un campanario renacentista.
Y finalizamos esta ruta urbana en la parte más pintoresca del pueblo, el casco antiguo que ocupa el viejo barrio musulmán de los actuales barrios de La Nava y El Canchal, el cual da nombre a la plaza más bonita del pueblo. Esta zona fue la primera que ocupó la orilla oriental del río y es el mejor lugar para contemplar la arquitectura tradicional arenense con sus casas de piedra y cal con balconadas, vigas y tronas de madera.
El entorno natural de Arenas de San Pedro
Una visita a Arenas de San Pedro nunca estará completa sin un recorrido por su entorno en el que no faltan tesoros naturales como la famosa Cueva de San Agustín, pero también culturales como el santuario de San Pedro de Alcántara, que explica el propio nombre del pueblo.
Ruta del santuario de San Pedro de Alcántara
Una buena forma de combinar esta visita al santuario con un paseo por la naturaleza es recorrer la ruta de la Cruz de la Tendera, de unos 10 kilómetros y unas 4 horas de recorrido. Parte de la zona posterior del palacio, en lo alto del pueblo, donde las señales de la ruta nos llevan a la Fuente del Vereno.
Desde aquí todavía queda subida hasta la Cruz de la Tendera en homenaje a una mujer del otro lado de la sierra que en tiempo de posguerra comerciaba aquí sus mercancías con los vecinos del valle. Desde esta cruz se desciende unos dos kilómetros hasta el santuario.
Pedro de Alcántara fue un fraile nacido en la localidad cacereña y canonizado a mediados del XVII. Además de fundar el que dicen es el convento más pequeño del mundo en El Palancar, también en Cáceres, fue amigo y consejero de Santa Teresa de Jesús, siendo tentado por Carlos I para ser su confesor.
En un viaje de paso para Ávila, Pedro conoce la ermita de San Andrés del Monte en Arenas quedando deslumbrado por el lugar y fijando su residencia en el pueblo. Pero poco después muere convirtiendo el proyecto de convento que él mismo había concebido en el entorno de la ermita en centro de devoción de su figura que también “dona” su nombre al pueblo.
Aunque el proyecto se inicia a partir de principios del XVI no será hasta mediados del XVII con la intervención de Ventura Rodríguez cuando el proyecto fructifica. Hoy, el santuario de San Pedro de Alcántara constituye una joya que combina el barroco romano en su interior con el neoclasicismo al exterior y en la que destaca la Capilla Real inspirada en la Capilla Real de Madrid con decoración de Francisco Sabatini, arquitecto del Palacio Real. En su interior también se puede visitar el Museo Alcantarino y de Arte Sacro.
Una carretera asfaltada entre bosques baja de nuevo al pueblo hasta llegar a la estatua del santo erigida por Manuel Aznar. Otra estatua de San Pedro de Alcántara se encuentra en la plaza del Condestable Dávalos, en el centro del pueblo.
Las Cuevas del Águila
A cinco kilómetros al sur de Ramacastañas —una de las tres pedanías que forman parte del municipio de Arenas de San Pedro junto a Hontanares y La Parra— llegamos a las Cuevas del Águila, el tesoro natural de la localidad abulense y su lugar más visitado.
Tal vez el dato más sorprendente sobre esta cueva es su reciente descubrimiento: fue en la Nochebuena de 1963 cuando cinco chicos se sorprendieron al ver salir vapor de un agujero mientras daban una vuelta por el Cerro del Águila.
Y claro, tuvieron que comprobar que había más allá penetrando por un pasadizo de apenas 60 centímetros de diámetro y gateando durante 50 metros hasta llegar a una gran bóveda. El problema llegó cuando hubo que volver: tardaron casi cinco horas en encontrar el hueco por el que habían entrado. ¡Menuda aventura para la Nochebuena! Tras dar la noticia, no tardó en habilitarse la cueva que fue visitable desde el verano siguiente.
Hoy en día, las Cuevas del Águila mantienen su embrujo gracias a la gran sala de 10.000 metros cuadrados con multitud de coladas, estalactitas y estalagmitas formadas por procesos geológicas como las filtraciones de agua de lluvia y las corrientes subterráneas durante miles de años: se estima que un espeleotema crece un centímetro… cada 150 años. Así que echa cuentas sobre cuántos años puede tener una estalactita de varios metros.
La Senda de los Pescadores
Con un paisaje exuberante recorrido por ríos y arroyos —y teniendo en cuenta que no tenemos playas marítimas en muchos kilómetros a la redonda— no es de extrañar que uno de los mayores atractivos naturales de Arenas de San Pedro sean sus piscinas naturales y sus sendas fluviales.
La Senda de los Pescadores es la senda natural más popular de Arenas de San Pedro, algo más de 11 kilómetros recorriendo el suroeste del municipio siguiendo el curso del río Arenal rumbo a su desembocadura en el Tiétar.
La ruta parte del Puente Medieval en dirección suroeste por el camino del Matadero hasta llegar a la fuente de las Brujas cerca de donde se abre una bifurcación, hacia el puente del Pozo Quirol o hacia el puente viejo de Pelayos, pudiendo tomar cualquier de las dos direcciones ya que la ruta es circular.
La zona del Pozo Quirol es una de las más bellas de la senda, en un punto en el que el río se estrecha generando una suerte de cañón. En el extremo sur de la ruta encontrarás el puente y la ermita de Los Llanos.
Es hora de tomar rumbo de nuevo hacia el norte por el camino al otro lado del río Arenal. Se trata de un cordel de ganado que llegaba hasta el pueblo de Guisando, cerca de donde se ubica el Charco Verde, una célebre piscina natural de la zona.
Tras pasar el arroyo Santos y el Bújarro, llegamos a la zona del puente viejo del río Pelayos cerca de donde están las piscinas naturales, a las que también se llegan en coche por la carretera Candeleda en apenas cinco minutos.
Y es que el baño está permitido en todo el cauce del río Pelayos, algo de agradecer teniendo en cuenta que cada vez tenemos más restricciones en este sentido. Y aunque las aguas están bien frías —como debe ser en un río— se agradece tras varios kilómetros de esta Senda de los Pescadores que nos muestra el paisaje más refrescante del Valle del Tiétar.
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