El Delta del Ebro en la provincia de Tarragona representa el último gran paisaje que generan los más de 900 kilómetros de recorrido del río que da nombre a la península Ibérica. Un largo trayecto que el Ebro comienza muy cerca del mar Cantábrico y que concluye en el Mediterráneo, donde vierte sus aguas. Pero antes crea una gran llanura rica en humedad y sedimentos para configurar un paisaje que merece la pena ser visitado.
¿Cómo se forma el Delta del Ebro?
El Delta del Ebro es el final del camino de un río que durante casi 1.000 kilómetros recorre gran parte del norte y el este de España, además de que recoge la aguas de numerosos afluentes. Esas aguas son más que líquido, arrastran consigo un sinfín de sedimentos minerales. Es cierto que en la actualidad, el río Ebro no conserva plenamente sus ciclos naturales, debido a la presencia de embalses y canales, pero aún así sigue su recorrido descendente hacia el mar, llevando aguas cargadas de riqueza.
Es en su último tramo, antes de desembocar, cuando el terreno es de un absoluta llanura, por lo cual el río va a agrandando su cauce y va inundando con esas fértiles aguas el territorio. De hecho, lo va a aumentando progresivamente con su constante aporte de sedimento. Esas tierras siempre húmedas y tan fecundas es precisamente el Delta del Ebro.
El Parque Natural del Delta del Ebro
El río es el gran escultor del singular paisaje del Delta del Ebro, pero hay más actores en este ecosistema tan rico. Esos suelos tan fértiles hacen que el hombre los haya explotado desde antaño, pero no solo los pobladores del entorno se aprovechan de su riqueza. También miles de aves gozan del lugar.
Aves migratorias muchas de ellas, y otras ya establecidas en tierras del sur de la provincia de Tarragona. De todas ellas seguramente sean los elegantes flamencos los más emblemáticos, pero además hay garzas, garcetas, cigüeñas, chorlitejos, aguiluchos, gaviotas de diferentes clases, pollas de agua, cigüeñuelas,… Incontables pájaros que se alimentan de peces, de reptiles, insectos, y todo el ecosistema que se genera en el Delta del Ebro, un territorio que tienen tanto valor ecológico que está protegido como Parque Natural.
Los cultivos
Como ya hemos avanzado, el hombre también es protagonista en la configuración de este paisaje tan singular. La extraordinaria riqueza de estas tierras se aprovecha para el cultivo masivo del arroz. Los arrozales prácticamente rodeados por el mar, son un encanto más del Delta del Ebro. Y por supuesto son el lugar de origen de uno de los ingredientes carismáticos de la gastronomía local.
Todos conocemos platos más típicos de arroz del litoral mediterráneo, y sin duda uno de los mejores lugares para degustarlos es aquí. Pero además en el Delta del Ebro nos esperan combinaciones menos conocidas, como el arroz con anguila pescada en las lagunas que hay entre arrozales. Sin olvidar el pescado fresco que se captura en los alrededores. Sobre todo en los dos pueblos que hay en los extremos del delta.
Los pueblos del Delta del Ebro
Cuando el Ebro toma una anchura considerable es a la altura de Amposta. Allí de alguna forma comienza el delta. E incluso allí se puede uno embarcar en algunos cruceros que recorren los últimos kilómetros del río antes de llegar al mar. No es la única población de interés. En el propio corazón del delta hay una población que tiene el inequívoco nombre de Deltebre. E incluso la política de colonización de mediados del siglo XX, hizo que se construyera la localidad del Poble Nou del Delta para aprovechar los campos de arroz del entorno.
Sin embargo, los dos pueblos más carismáticos de esta zona de Tarragona se encuentran al norte y al sur del Delta del Ebro. Son respectivamente L’Ampolla y San Carles de la Rapita. Ambos lugares cargados de historia y con una gran tradición marinera que se muestra en su restaurantes. Además de que hoy en día atesoran un importante propuesta de alojamiento.
Las playas del Delta del Ebro
Tanto San Carles de la Rapita como L’Ampolla tienen playas en sus núcleos urbanos. Playas de lo más apacibles y urbanas. Pero seguramente no son las mejores de la zona. Hay otras que tienen un carácter más salvaje y seductor. Por ejemplo, está la de Riumar, junto a la propia desembocadura del Ebro en el mar. Un lugar de sobras conocidos por los practicantes de kitesurf.
Y desde luego tenemos que nombra la larga Barra del Trabucador, la cual se puede considerar una de las playas más bellas y singulares de España. Entre otras cosas por estar cercada a un lado por la bahía de San Carlos y por otro por el Mediterráneo abierto. Una maravilla para concluir este recorrido por el Delta del Ebro.
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