En Lanzarote podemos encontrar una de las bodegas más originales y antiguas de España. En mitad de un impresionante paisaje de aspecto lunar, donde resulta imposible pensar que crezca algún cultivo, existe una bodega que lleva produciendo vino desde el año 1775. Hablamos de El Grifo, un emblema de Lanzarote y de las Islas Canarias.
En torno a 1730, una fuerte erupción del volcán Timanfaya dejó gran parte de la isla de Lanzarote cubierta de lava y arena volcánica. La destrucción fue total y la población local tuvo que reinventarse y buscar fórmulas para replantear los árboles frutales y las viñas que antes llenaban la isla. Una de las soluciones más originales que encontraron, y que aún pervive, fue realizar “chabocos”, profundos agujeros en la lava con el objetivo de alcanzar la tierra fértil.
El Vino de Lanzarote
Ya hablamos en otro artículo con más profundidad de las diferentes variedades del vino de Lanzarote, que es sin duda uno de los más característicos del mundo. El clima de la isla y la peculiar fisiología de su suelo volcánico ha ido configurando a lo largo de los últimos siglos unas viñas y unos vinos muy especiales. La bodega de El Grifo está concretamente en la zona de Masdache, al sureste de la isla, una de las tres que componen este vino con denominación de origen.
Es difícil imaginar cómo es posible que sobrevivan las viñas que encontramos en esta zona de Lanzarote si has visto alguna zona de viñedos en Ribera del Duero, La Rioja o cualquier otro lugar del mundo. En un suelo de arena negra y rodeadas de muretes individuales de piedras, se van levantando de forma dispersa pequeñas vides de color verde intenso creando algunas panorámicas que resultan realmente cautivadoras.
A estas características tan particulares, se unió una casualidad que libró al vino canario de una desgracia histórica. A finales del siglo XIX se produjo en Europa la conocida como plaga de la filoxera, que terminó suponiendo una de las mayores catástrofes para el ecosistema europeo y para la industria vitivinícola. Para soportar mejor las enfermedades que ocasionalmente sufrían las vides europeas, se comenzaron a importar vides americanas, que se suponían mucho más robustas y fuertes.
Muchos de esos ejemplares importados trajeron consigo una plaga de filoxera, unos pequeños insectos que se alimentan de las hojas y raíces de la vid. La enfermedad se fue expandiendo de forma rápida por todo el continente y el resultado fue la desaparición prácticamente total de todas las variedades autóctonas de Europa y la imposición de las viñas americanas. Esta plaga no afectó por suerte a los viñedos canarios y, gracias a ello, aún se conservan valiosas variedades autóctonas y algunas endémicas.
Entre las variedades de viñas propias de las Islas Canarias, destaca la conocida como Malvasía Volcánica. Es la variedad más importante de Lanzarote y en los últimos años se ha ido también reintroduciendo en otras islas del archipiélago, donde había desaparecido en las últimas décadas. Los investigadores creen que es la variedad con la que se elaboraban los famosos Canari Wine, que fueron famosos en la Europa de los siglos XVI y XVII. Fue sustituida de forma progresiva durante los siglos siguientes por otras variedades más productivas, pero en Lanzarote se afianzó y se convirtió en su seña de identidad.
Historia de El Grifo
Y así, en 1775 se levantó la primera bodega, según el acta fundacional, que tenía una extensión inicial de 40 hectáreas. En los siglos posteriores, la bodega fue cambiando de propiedad entre varias familias hasta que a finales del siglo XIX fue adquirida por Manuel García Durán. Desde entonces cinco generaciones de la misma familia ha conseguido afianzar una marca emblemática en las Islas Canarias y en la tradición vitivinícola española.
El papel de las mujeres ha sido fundamental en la historia de la bodega. De hecho, durante la mayor parte de sus 245 años de historia ha sido gestionada por diferentes mujeres de la familia sin tutelaje masculino, tan habitual en esos siglos. Es el caso de las hermanas Antonia y Rosalía de Castro, propietarias ambas durante 50 años en el siglo XIX. Y desde 1880, durante casi cien años, la dirigieron la madre de los actuales propietarios, Antonia Rodríguez Bethencourt y, antes, su madre Manuela García Parrila.
El Museo del Vino
Junto a la bodega existía una palmera que era considerada la más alta y antigua de las Islas Canarias pero que, por desgracia, se perdió en julio de 2019 por culpa de un fuerte temporal de viento. Los parrales más antiguos datan de mediados del siglo XIX y la bodega conserva todavía algunos vinos que fueron producidos en 1881. En las antiguas instalaciones hoy se puede visitar el interesante Museo del Vino de El Grifo, que muestra una de las mejores exposiciones en torno a este mundo.
En el diseño actual del Museo tuvo un papel muy relevante el artista César Manrique, un referente omnipresente en la isla de Lanzarote. Cuando los dueños de la bodega quisieron introducir nuevos depósitos de acero inoxidable era necesario hacer una serie de reformas en la antigua bodega, pero Manrique les convenció de mantenerla tal y cual estaba y destinarla a un museo. La decisión fue, sin duda, un acierto que hoy nos permite viajar al pasado.
El museo expone actualmente un importante volumen de objetos y maquinaria que han sido utilizados en la historia de la bodega. Uno de los más destacados es una prensa hidráulica, despalilladora y bomba, fabricadas en Alemania en el siglo XIX y adquiridas de segunda mano de una bodega en 1905. También se conserva una valiosa biblioteca que ya suma más de 5.000 ejemplares en torno al mundo del vino, la agricultura y Canarias. De acceso restringido, fue inaugurada por José Hierro en 1998 y Saramago descubrió una placa para celebrar el 225 aniversario de la bodega.
La visita a la bodega y al museo es una de las excursiones más habituales que puedes hacer en Lanzarote después o antes de visitar Timanfaya y no suele decepcionar. Las visitas continúan realizándose, pese a las restricciones por el coronavirus, y de lunes a viernes es posible realizar visitas guiadas que respetan todas las medidas de seguridad necesarias. De momento, estas visitas se realizan exclusivamente a las 11 de la mañana y tienen una duración aproximada de 45 minutos, con un precio que parte de los 15 euros e incluye una cata de algunos de los vinos de la bodega.
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