Hablar de la Gaspésie es hablar de la esencia más pura de Canadá. Es enamorarnos de sus impresionantes parques naturales, de pequeños pueblos con encanto o de la rica fusión entre las influencias británicas y francesas. Y es que esta península aglutina muchos de los motivos que convierten a este país en un destino tan deseado.

También conocida en castellano como la Gaspesia, o simplemente como Gaspé, nos encontramos en una península que abarca unos treinta mil metros cuadrados y está ubicada al norte de Quebec, haciendo frontera con la pequeña región de New Brunswick. Curiosamente, su nombre podría derivar de la palabra vasca “gerizpe”, que significa refugio y, según esta teoría, se lo habría puesto la importante comunidad de emigrantes vascos que llegaron aquí durante el siglo XVI ante el desarrollo de la industria ballenera.

En pocas regiones del mundo la relación entre montaña y agua es tan enérgica. En su parte exterior, el litoral costero vigila el golfo de San Lorenzo y el estuario más grande del mundo, que es un auténtico paraíso para las ballenas beluga. Por otro lado, en su interior nos toparemos con una extensión de las montañas Apalaches y uno de los Parques Nacionales más bellos de todo el país. En definitiva, mires donde mires, la naturaleza lo invade todo. Al fin y al cabo, estamos en Canadá ¿no?

Una ruta en carretera para descubrir la Gaspésie

La Gaspésie

Para descubrir la Gaspésie en toda su extensión, una buena opción es recorrer en coche sus tres carreteras principales. La más larga es la ruta 132, que llega desde la ciudad de Quebec para luego recorrer de forma circular toda la península. Algunos de sus tramos, especialmente los que transitan por el norte, la convierten sin complejos en una de las carreteras más impresionantes del mundo. Si miras a un lado te sorprenderán las violentas aguas del río San Lorenzo, que a esta altura sentirás como un mar salvaje, y si miras hacia el otro lado te sentirás abrumado ante la majestuosidad de las montañas Chic-Choc.

Acantilados, formaciones rocosas imposibles, estrechos pasos de carretera, pueblos encantadores, faros de otro tiempo y alguna que otra ballena adivinándose en la lejanía … Resulta imposible aburrirse en los 930 kilómetros de extensión, para los cuales necesitarás forzosamente varios días.

Para complementar esta experiencia, las rutas 198 y 299 atraviesan las montañas y nos llevan de un extremo al otro de la península por un extraordinario paraje boscoso de pinares, acantilados y panorámicas deslumbrantes. Cruzaremos ríos y lagos de aguas transparentes, algunos de los parques eólicos más grandes del mundo y una enorme variedad de paisajes montañosos, que nos invitarán a parar cada pocos kilómetros para disfrutar de las vistas.

Parque Nacional de Gaspésie

Parque Nacional Gaspésie – Foto de Christian Rojo

El Parque Nacional Gaspésie ocupa gran parte de la zona montañosa de la península. Está presidido por el imponente Monte Jacques-Cartier, que alcanza los 1.270 metros de altura, pero cuenta con otras destacadas cimas como el Monte Albert o el Monte Ernest-Laforce. En total, acumula más de 25 picos por encima de los 1.000 metros de altura y puede presumir de una gran variedad de rutas de senderismo para todos los niveles de dificultad.

Una de las rutas favoritas de los visitantes es la que nos lleva a la cima del Mont Jacques Cartier. El camino de ida y vuelta nos supondrá unas tres horas y media a través de paisajes alpinos y magníficas vistas. Otra ruta más sencilla nos lleva al Mont Ernest Laforce, azotado habitualmente por fuertes vientos, en un sendero circular de unas dos horas. Y en la más completa descubriremos el Mont Xalibu a través de zonas boscosas, lagos de montaña e incluso alguna cascada en el camino.

Parque Nacional Gaspésie – Foto de Christian Rojo

Una de las señas de identidad de este parque es su variada fauna, que incluye alces y una de las poblaciones de caribúes más grandes de América. El caribú es un imponente mamífero, incluso más grande que el reno, y podrás verlo, con un poco de suerte -que yo no tuve-, en alguna de las rutas de senderismo. Tendrás más probabilidades de hacerlo a primera hora de la mañana o a última hora de la tarde en las inmediaciones de los lagos, cuando bajan a comer y beber agua.

Si te gusta acampar, encontrarás cuatro opciones de campings dentro del parque. El más frecuentado se encuentra muy cerca del centro de visitantes, pero es recomendable buscar sitio en alguno más remoto como el que está situado junto al lago Cascapédia. También es posible reservar cabañas para hasta 8 personas y algunos refugios de montaña.

Pueblos para visitar en la Península de Gaspésie

Playa de Cap Chat – Foto de Christian Rojo

Quitando pequeños núcleos ubicados en la montaña, como Murdochville, las principales localidades de la Gaspésie se reparten a lo largo de la costa y las podrás ir conociendo si recorres la ruta 132.

Gaspé es el pueblo que da nombre a la Península y el primer lugar donde Jacques Cartier desembarco en 1534 para establecerse en la región en nombre del rey de Francia. Alberga dos interesantes museos dedicado a la historia de la Gaspésie y a la cultura Micmac, que nos servirán para conocer más sobre esta región. Se encuentra además junto al Parque Nacional Forillon, que ofrece espectaculares rutas de senderismo con vistas al Golfo de San Lorenzo.

Roca de Percé – Foto de Andrea Schaffer

No muy lejos de Gaspé, se encuentra Percé. Esta bonita localidad es famosa por la roca del mismo nombre, una original formación rocosa de 88 metros de altura que emerge del mar y es uno de los símbolos más emblemáticos de Canadá. Otros bonitos lugares de esta costa Norte de la Gaspésie son el Cap des Rosiers, Penouille, Petite Rivière au Renard o Petite Vallèe.

En la costa más cercana al Río San Lorenzo y a Quebec se encuentran algunos de los pueblos con más encanto de la península. Cap Chat es una de las localidades más recomendables para alojarnos y nos permitirá acercarnos a conocer otros interesantes atractivos como el puerto pesquero de Matane, los bonitos jardines de Grand Métis o las curiosas estatuas de piedra que emergen del mar en Ste Flavie, en una impresionante obra artística de Marcel Gagnon.