Cuenca es una de las ciudades más mágicas de todo el territorio español. Sus casas colgadas, su bosque o ciudad encantada y su precioso centro histórico, entre otros. Hacen que sea uno de los mejores destinos para ir a pasar un fin de semana especial.
Pero, ¿sabías que además de todo esto Cuenca es también un lugar lleno de leyendas? Y entre todas ellas destaca la leyenda de La Cruz del Diablo. Una leyenda que tiene de todo y que podrá hacerte disfrutar de espacios que nunca habrías podido imaginar. Si eres un apasionado de estas historias de origen ancestral, te recomendamos una visita a esta extraordinaria ciudad. No te arrepentirás.
La Leyenda de la Cruz del Diablo
Cuenta una antigua leyenda que en la ciudad de cuenca vivía un joven encantador que era hijo del oidor de la villa. Todas las chicas de la villa estaban enamoradas de él. Y éste que además de ser guapo tenía mucha labia, se aprovechaba de sus encantos para aprovecharse de las jóvenes y obtener favores carnales. Por supuesto, después de utilizarlas, las dejaba sin sentir ninguna lástima por ellas.
Pero un día, su suerte cambió. Y es que llegó a la ciudad una joven llamada Diana proveniente de otro lugar. Una forastera de lo más hermosa que atraía las miradas, tanto de hombres como de mujeres. Y como no podía ser de otra manera, también había llamado la atención del hijo del oidor de Cuenca.
Éste, conocedor de sus encantos y seguro de su éxito, decidió hablar con Diana, para así engatusarla y conseguir sus favores. Una nueva conquista para su larga lista de amoríos que sería la mejor de todas ellas. Pues sin duda, la joven forastera se había convertido en la mujer más bella de la villa.
Pero lo que no sabía era que Diana era muy inteligente. Y que ya se había dado cuenta de cuál era la intención que tenía el joven. Y debido a ello, siempre que él le proponía algo, lo rechazaba sin ningún remordimiento. Pero él, no se daba por vencido. Y todos los días inventaba una nueva excusa para poder acercarse a la joven. Aunque el resultado siempre era el mismo. Una negativa absoluta.
Un día, en la víspera del día de Todos los Santos, el joven recibió una carta. Era de su deseada Diana quien lo citaba en la puerta de la Ermita de las Angustias. En ella, le decía que sería suya en la noche de Difuntos. Y éste, que ya estaba desesperado por no conseguir lo que tanto anhelaba, recibió con gran alegría lo que en la carta le decía la joven.
Esa noche, la emoción y el deseo lo embargaba. Por fin iba a conseguir su objetivo. Y después de tanto trabajo y rechazos creía haber conseguido engañar a la joven. Así, acicalado y hecho todo un galán, se encaminó al lugar en el que había quedado con su amada. Pese a que llovía y tronaba con mucha fuerza.
Cuando llegó a la Ermita encontró a Diana vestida como una auténtica princesa. Con sus mejores vestimentas. Así, el hijo del oidor de Cuenca comenzó a besarla como si no hubiese un mañana. Recorrió cada centímetro de la blanca piel de Diana. Y loco de lujuria intentó quitarle el vestido a la joven.
Mientras tanto, la tormenta continuaba y la luz de los rayos iluminaba de vez en cuando el interior de la Ermita. Diana se levantó su falda para que el joven desabrochara sus chapines. En ese momento, la luz de un rayo penetró en el edificio en el que estaban dando rienda suelta a sus amores. Y entonces, los bellos y finos pies de Diana se convirtieron en pezuñas.
El joven, aterrorizado ante lo que estaba viendo, elevó la mirada para contemplar a la dama. Y en ese momento vio como Diana se había convertido en el Diablo. Un ser monstruoso que no paraba de reír con esperpénticas carcajadas. El muchacho, horrorizado por tal escena, salió corriendo entre gritos de horror. Consiguió salir de la Ermita y llegar a una cruz que se encontraba en sus inmediaciones. Y se abrazó a ella esperando a que Dios lo salvara del Demonio.
El Diablo que lo había perseguido en su carrera. Llegó al joven justo cuando se iba a abrazar a la cruz. Y le propinó un zarpazo que le rozó el hombro. Cuando abrió los ojos, contempló cómo la temible bestia ya no estaba allí, pero si las huellas de ese zarpazo. Un zarpazo que quedó plasmado en la piedra de la cruz y que hoy en día se puede contemplar si nos acercamos a visitarla.
Cuenta la leyenda que el joven ingresó en el santuario de la Virgen de las Angustias y que nunca más salió de allí. Ni siquiera para ver la luz del sol. Y la zarpa del diablo sigue en la cruz que hay frente a la puerta de la Ermita para hacernos recordar la mala conducta de este joven de Cuenca.
La Ermita de las Angustias de Cuenca, el escenario de la leyenda de La Cruz del Diablo
El escenario de la leyenda de La Cruz del Diablo es hoy en día uno de los más bonitos que puedes visitar en Cuenca. Se trata de una Ermita construida en siglo XVII que sustituyó a una anterior del siglo XIV en la que estaría ambientada esta leyenda. En ella se veneraba la imagen de la Virgen de las Angustias. Una imagen de culto muy popular entre los conquenses. En su entorno se encuentra además, el antiguo Convento de los Descalzos que data del siglo XVI. Y en la puerta de éste es donde se encuentra la cruz con la temida garra del Diablo.
Para llegar a ella se puede optar por descender desde la Plaza Mayor por la Calle Pilares y la Bajada de las Angustias. O bien optar por ir desde el Recreo Peral. Una zona en la ribera del río Júcar que hace las delicias de quien lo contempla. Elijas el camino que elijas, disfrutarás de lo bonita que es Cuenca.
En el interior de la Ermita podrás contemplar un hermoso retablo barroco con la imagen de la Virgen de las Angustias. Mientras que en su exterior lo que más destaca es la portada. Ésta, es obra de Martín de Aldehuela. Además, todo su entorno está plagado de rincones llenos de belleza. Una fuente con agua poderosa, pues si bebes de ella te echarás pareja. Y muchos espacios llenos de vegetación en los que pararte unos segundos y deleitarte en tu visita.
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