Los indígenas australianos poseen la historia cultural continua más larga de cualquier grupo que haya habitado la Tierra, es la civilización viva más antigua del planeta: miles de años de historia marcada por diversas creencias y ritos que los identifican con el territorio, con las montañas, los valles y el desierto.
Los songlines son los mapas sonoros que usaron los aborígenes para conocer la tierra, para guiarse en ella y para honrarla. Acompáñanos en esta odisea australiana para cantar la tierra siguiendo los songlines de aquel mítico Tiempo de Ensueño.
Los songlines del Dreamtime
Hace miles de años, hombres y mujeres despertaron en el Dreamtime o Tiempo de Ensueño. Surgieron de la tierra y miraron el mundo a su alrededor. Océanos infinitos rodeando una tierra con cañones, montañas, oasis y desiertos. Aquellos ancestros comenzaron a recorrer el territorio, aprendieron a cazar, a recolectar, a amar la tierra y a su prójimo.
Durante años fueron atesorando conocimiento sobre el entorno, sobre la vida, sobre el ser humano. Este conocimiento fue inscrito en los songlines, las líneas de canciones, unos versos que no solo recorrían el terreno, el mapa australiano, sino que eran una enciclopedia oral sobre los animales, las plantas o la astronomía. En última instancia, los songlines tejieron el alma de aquellos primeros ancestros.
Cuando aquellos seres míticos que poblaron Australia en los orígenes del Tiempo del Sueño regresaron a la tierra de la que habían surgido, sus descendientes cantaron los songlines heredados como forma de rendir homenaje a sus padres y madres. Aprendieron a reconocer el territorio a través de marcas sonoras que les permitían atravesar miles de kilómetros sorteando peligros, alcanzando pozos de agua, seleccionando frutos comestibles de plantas.
Cuando los primeros indígenas herederos de los espíritus ancestrales miraban al desierto, no veían un entorno agresivo e inhóspito, no veían las montañas y los cañones como lugares inaccesibles: ellos veían versos y canciones, amor y vida. Las songlines les integraron en la tierra para toda la eternidad.
Songlines, la historia poética de Australia
Cuentan que siguiendo un songline puedes recorrer los 3500 kilómetros que separan la Región del Desierto Central de Byron Bay, una zona paradisiaca en la costa este australiana a dos horas al sur de Brisbane. Esa es solo una de las miles de rutas que marcan los songlines de los indígenas australianos que, gracias a la reivindicación de la cultura ancestral del país oceánico de las últimas décadas, se han convertido en parte fundamental de la idiosincrasia australiana.
Para un pueblo sin escritura, la transmisión de conocimiento oral fue la forma que encontraron para subsistir, para conocer tanto el territorio como para difundir valores a las nuevas generaciones. Y esos valores giraban esencialmente en el respeto de la tierra y de todos los seres que la poblaban. Este respeto y cuidado de la naturaleza es común a todas las culturales ancestrales, por una sencilla razón: si no cuidas el entorno, si no respetas la tierra, perecerás.
Para el líder indígena Noel Pearson, los songlines podrían compararse a nivel de trascendencia cultural con la Odisea o la Iliada de Homero o con el Libro del Génesis. En este sentido, los songlines serían el Libro del Génesis de Australia.
Aunque a día de hoy todavía existe controversia con el término en inglés —al igual que sucede con Dreamtime— songline se ha aceptado como una manera de difundir de forma gráfica una parte sustancial del conocimiento de los pueblos de las Primeras Naciones de Australia.
En su vertiente más popular, los songlines marcan caminos a lo largo de todo el país hasta el punto de que han sido el origen de caminos y carreteras. Los casi 3000 kilómetros de la ruta que conduce de Perth, en el extremo suroccidental, hasta Adelaida, al otro lado de la Gran Bahía Australiana, estaría inspirado en un ancestral songline. Lo mismo sucede con la ruta septentrional que lleva de Kimberley a Darwin o el mencionado songline del desierto a Byron Bay.
Pero, desde un punto de vista práctico, los songlines ofrecían a los indígenas mucho más que unas rutas para ir de un lugar a otro. Tal y como afirma Lynne Kelly, escritorora e investigadora de la Universidad de Monash, “los indígenas no habrían sobrevivido sin este conocimiento práctico transmitido de forma oral”.
Por tanto, los songlines eran también una suerte de manual de supervivencia en el desierto: mostraban como alimentarse, dónde encontrar frutos, dónde localizar pozos de agua, como defenderse y entender el comportamiento de los animales. Aproximadamente el 70% del contenido de los songlines versa sobre información sobre animales, plantas y cambios estacionales. Se dice, incluso, que algunos songlines ofrecen información sobre cambios del paisaje con más de 7000 años de antigüedad.
Por otro lado, las songlines también pertenecen a los indígenas: los versos vienen a ser los títulos de propiedad de los territorios lo que ha conducido en las últimas décadas a reclamaciones de tierras buscando el reconocimiento de los propietarios tradicionales de las mismas, algo que, por supuesto, no está siendo sencillo: cuando se habla de la propiedad de la tierra ya no hay lugar para la poesía…
La revitalización de los songlines
La reivindicación de la cultura de los Primeras Naciones de Australia ha servido para que en las últimas décadas se haya investigado y puesto en valor los songlines. Tras siete años de estudios y planificación, el Museo Nacional de Australia ofreció en 2017 Songlines: Tracking the Seven Sisters, una muestra dirigida por aborígenes australianos que ofrecía un viaje épico siguiendo las huellas de las Siete Hermanas del Tiempo de Ensueño.
Este mito narra la persecución de siete mujeres por parte de un depredador ser ancestral vestido de hombre. Las Siete Hermanas atravesaron tierra y cielo sirviéndose de los songlines para huir cruzando buena parte de Australia de oeste a este hasta terminar ascendiendo al cielo para convertirse en las Pléyades, para brillar como las estrellas.
Conjugando las últimas técnicas de exhibición con más de 300 obras y objetos artísticos, esta muestra ofreció un viaje a través de tres estados, tres desiertos y 500.000 kilómetros cuadrados. El éxito de este proyecto lo ha convertido en itinerante: hasta febrero de 2022 de lo tenemos en The Box Plymouth en Inglaterra —más tarde estará en Berlín y París—, una buena oportunidad para dejarse guiar por el canto de los míticos songlines australianos.
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