En la costa mediterránea de la Toscana, se esconde una pequeña joya medieval que ha vivido mucho tiempo a la sombra de su vecina Pisa. Y, sin embargo, ignorar a Lucca es uno de los mayores errores que cometen quienes visitan esta emblemática región italiana y se acercan a hacerse la típica foto con la famosa torre inclinada. Es hora de que descubras este secreto que los toscanos se han querido guardar para ellos mismos: Lucca es infinitamente más bonita que Pisa.
Hablamos de una encantadora villa amurallada que te conquista con sus callejuelas empedradas y una sucesión interminables de palacios renacentistas. Situada a orillas del río Serchio, junto al Mar Tirreno, es capital de su provincia homónima y tiene unos 86.000 habitantes. Lucca es una ciudad que invita a ser paseada, a perderse y a relajarse en alguna terraza de sus numerosas plazuelas. Uno de esos lugares del mundo donde te retirarías una temporada para escribir una novela o simplemente para disfrutar de la vida.
La importancia histórica de Lucca
La ciudad fue fundada por la civilización etrusca y, como gran parte del país, terminó convirtiéndose en colonia romana en el año 180 a.C. y en “comune” o ciudad libre en el siglo XII, iniciando una gran época de esplendor. Estuvo mucho tiempo en pugna con Pisa, pero terminó dominando buena parte de la Toscana occidental como, por ejemplo, la localidad de Carrara, conocida mundialmente por la producción de mármol.
Durante casi cinco siglos permaneció como estado independiente hasta que fue invadida en 1805 por el imperio napoleónico. La ciudad se convertiría diez años después en un ducado borbón hasta que pasó a integrarse finalmente en el Reino de Italia en 1847.
Su centro histórico está perfectamente recogido por una de las murallas mejor conservadas de toda Italia que, curiosamente, nunca sirvieron para defender a la ciudad de los ataques enemigos. Se levantaron en torno a los siglos XVI y XVII y cuentan con cuatro kilómetros de longitud. Hoy se han convertido en el lugar favorito de locales y turistas para pasear o preparar picnics improvisados en el bonito parque que acompaña su recorrido. Sorprendentemente, durante algunos años del siglo pasado llegaron a utilizarse como sorprendentes circuitos para carreras de coches.
Un paseo por el centro de Lucca
El centro histórico es un laberinto enrevesado de callejuelas medievales y bonitas plazas. El corazón de la ciudad es posiblemente el eje que traza la empedrada Via Fillungo, una estrecha calle llena de bonitas tiendas en un conjunto realmente interesante de edificios antiguos con sus habituales colores ocre, contraventanas de madera en tonos más oscuros y puertas arqueadas en piedra.
Si caminamos por esta calle, terminaremos en la encantadora Piazza Anfiteatro a la que llegamos atravesando alguna de sus cuatro puertas arqueadas. De estructura circular, definida por el antiguo anfiteatro que ocupaba el lugar, está flanqueada por los tradicionales edificios de la Toscana de fachada amarilla y ventanas verdes que nos trasladan inmediatamente a la imagen mental que podemos tener de Italia.
Cerca de aquí, se encuentra el Palazzo Pfanner, el edificio más llamativo y espectacular de esta villa. Se trata de un palacio del siglo XVII que refleja a la perfección todos los elementos habituales del estilo romanticista italiano. La entrada por su escalera exterior hasta el recibidor principal ya nos dejará impresionados y es solo la antesala a otros elegantes salones y a un bonito jardín decorado con estatuas y fuentes.
Al sur del centro amurallado se encuentra otra zona con mucho encanto y salpicada de bonitos rincones. Entre las calles Vittorio Emanuelle II y la Vía Vallisneri se suceden una serie de bonitas plazas como la Piazza San Michele o la Piazza San Martino, en donde encontramos la Catedral de Lucca. Del siglo XII, destaca por una majestuosa fachada llena de fantásticos relieves que se atribuyen a Nicola Pisano. Su interior es de estilo gótico y cuenta con el conocido como Volto Santo, un Cristo de piel oscura muy venerado por sus fieles, y valiosas obras pictóricas de artistas como Tintoretto o Domenico Ghirlandaio, maestro de Miguel Ángel.
Otras bonitas iglesias de Lucca son las de San Michele in Foro y la de Giovanni e Reparata. La primera es de estilo románico y se encuentra en el lugar que antes ocupaba el antiguo foro Romano. La de San Giovanni se encuentra muy cerca de la Catedral y la reconocerás por una sobria fachada de color blanco y su campanario que se asemeja a las torres de vigía tan habituales en La Toscana.
Aunque, posiblemente, la postal más conocida de la ciudad es la que protagoniza la Torre Guinigi, ubicada en la Vía Sant Andrea. Como en todas las ciudades importantes del renacimiento en Italia, Lucca contaba con un buen número de torres que representaban el poder económico de las familias nobles de la época.
La de Guinigi era una de las familias más poderosas de la Toscana y tuvo la original idea de plantar un jardín en la azotea de su torre. Hoy todavía se pueden admirar un conjunto de encinas que sobresalen de la majestuosa construcción y la hacen realmente fascinante.
La ciudad que inspiró a Puccini
Lucca fue el lugar de nacimiento del célebre compositor Giacomo Puccini y la ciudad donde vivió la mayor parte de su vida. Dentro de la propia ciudad podemos visitar en su casa natal un museo dedicado a su figura y a unos quince kilómetros, a orillas del lago Massaciuccoli, se encuentra una villa que fue ampliando con los años y que hoy se ha transformado en el Museo Villa Puccini. Se conserva tal y como era cuando residía allí y la visita guiada, de unos 40 minutos, resulta muy interesante. Aquí se celebra también todos los años un famoso festival que representa varias óperas de Puccini con el incomparable marco del lago de fondo.
Necesitarás quedarte al menos dos noches para empaparte del ambiente bohemio y tranquilo de Lucca. Pero posiblemente sea recomendable alargar un poco la estancia y utilizarla como base para conocer otros lugares de esta zona de la Toscana. Empezando, por supuesto, por Pisa, a menos de media hora en coche. Y siguiendo por otras interesantes visitas como Pistoya, Montecatini Alto o su hermana moderna Montecatini Terme. Una peculiar ciudad dedicada al retiro vacacional que fue famosa durante el siglo XX por sus baños termales, pero ha terminado convertida en un decadente y fascinante conjunto de hoteles que, sin duda, vivieron una mejor época.
Dentro del recinto amurallado se encuentran algunas opciones de alojamiento con encanto, que ocupan antiguos palacios o casas de la nobleza. Es el caso de hoteles como Alla Corte degli Angeli, en una casona del siglo XV, o del Palazzo Alexander, de recargada decoración palaciega.
Pero si buscas alguna alternativa más económica, es recomendable salirse del casco histórico y buscar algún alojamiento fuera de las murallas. La ciudad es relativamente pequeña, así que no será un problema para recorrer la ciudad paseando. A diez minutos hacia el suroeste se encuentra por ejemplo el encantador hotel Villa San Donato. Y justo al otro lado de las murallas se encuentran otras buenas opciones como Villa Catelli, Villa Lucrezia o Casa Cecchelli.
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