Dicen que no era difícil seducir a Ava Gardner, pero lo que provocó Tossa de Mar en la mítica actriz de Hollywood fue algo más que un amor de verano: un flechazo que encendió la pasión que Ava sintió el resto de su vida por España, su cultura… y su fiesta. Y es que la localidad de la Costa Brava cuenta con una de las estampas más irresistibles del Mediterráneo: ¿cómo no caer rendidos ante la belleza de una fortaleza amurallada que se eleva sobre el azul del mar? Nos acercamos a Girona para volver a disfrutar de uno de los pueblos más famosos de la costa catalana.
Tossa de Mar, paraíso azul y piedra:
1951. Aunque Ava Gardner ya había participado en diversas producciones de Hollywood, —entre ellas Venus era una mujer— al inicio de los años 50 todavía no era la superestrella que marcaría una época. De hecho, 1951 sería un año clave también en la vida personal de Ava al casarse en noviembre con Frank Sinatra. Unos meses antes, la actriz de 29 años había sentido otro flechazo… en la Costa Brava.
Ava llega a Tossa de Mar para rodar unas escenas de Pandora y el holandés errante, una producción en la que encabezaría el reparto junto a James Mason. Aunque la película está lejos de otras de sus grandes películas como La noche de la iguana, Mogambo o Las nieves del Kilimanjaro, Pandora supuso para Ava el inicio de su idilio con España, y para España fue un soplo de aire fresco en un país en plena autarquía económica: no había mejor campaña turística que una película de Hollywood.
Pero, desde luego, no fue Ava la primera en llegar a Tossa de Mar. Existen vestigios de la presencia humana desde el Paleolítico como sucede en la vecina Roses, algunos de los cuales se exponen en el Museo de Tossa. Pero será en época romana cuando la localidad alcanza su primera época de esplendor con el nombre de Turissa. La Villa Romana de los Almendros al noroeste de Tossa es el testimonio más importante de esta época: se trata de una de las villas más importantes de la antigua provincia de Tarraco dedicada al cultivo de la vid y a la exportación de vino.
Unos siglos más tarde, Turissa se convierte en la Tossa de Mar que todos conocemos (y amamos): a finales del siglo XII comienza la construcción de la muralla que rodea el castillo dando lugar a la conocida como Vila Vella, único ejemplo que pervive en la actualidad de fortaleza medieval en la costa catalana. ¡Y menudo ejemplo!
Fue el abad de Ripoll, al que pertenecían las tierras, el que auspició la construcción de la fortaleza firmando además una carta puebla en 1187 que permitía construir tanto fuera como dentro del recinto amurallado. El objetivo de la Vila Vella no era otro que proteger esta zona del litoral catalán de los invasores, especialmente de los piratas que ya por esta época frecuentaban la costa mediterránea.
Una vez admirada la estampa de la fortaleza es hora de recorrerla. Y es que la mayor parte de la muralla original se mantiene: unos 300 metros de perímetro que rodean el promontorio al norte del Cap de Tossa. Actualmente se mantienen en pie siete torres redondas de las cuales tres destacan por su altura y por su remate con ménsulas escalonadas que sostienen pequeños arcos de medio punto. La preciosa torre de’n Joanàs, la más oriental, es el punto al que se dirigen todas las miradas desde Playa Grande.
El interior de Vila Vella está formado por calles estrechas e irregulares de pendientes pronunciadas con numerosas casas algunas de las cuales aprovecharon la muralla como pared de fondo. Entre los edificios más importantes de Vila Vella hay que destacar la evocadora iglesia de San Vicente del XV del que solo el ábside y la sacristía conservan la cubierta.
Si continuamos hacia el extremo sur de Vila Vella llegamos al punto más alto del promontorio donde encontramos el Faro de Tossa. Construido en 1917 se ha convertido recientemente en un museo que trata la historia de los faros en esta zona del litoral catalán bajo el nombre “Un siglo de señales marítimas en la Costa Brava”. Y muy cerca tenemos Es Mirador, un espectacular panorama del Cabo de Tosa y las caprichosas formas que generan el litoral de esta zona de la Costa Brava.
Por supuesto, Tossa de Mar no termina en Vila Vella. Fuera del recinto fortificado encontramos otros hitos que merecen una visita: la masía fortificada Can Ganga en el barrio de Sa Roqueta con sus curiosas ventanas góticas y que actualmente acoge el Museo de la Mujer, la iglesia parroquial de San Vicente del XVIII erigida extramuros porque la primitiva se había quedado pequeña, la Casa de la Cultura y antiguo Hospital de San Miguel, también del XVIII, o la Casa Sans, en pleno Paseo del Mar frente a Playa Grande, un edificio modernista de principios del XX ejecutado por Antoni de Falguera, seguidor de Gaudí.
Playa, fiesta y gastronomía en Tossa de Mar:
A pesar de su sustancioso patrimonio cultural, en Tossa de Mar también se pueden hacer otras cosas… bien lo sabían Ava Gardner y el resto de sus ilustres visitantes, entre los que también destacan Orson Welles o Marc Chagall, el célebre pintor bielorruso que patentó el sobrenombre de ‘paraíso azul’ para la localidad gerundense (y que falleció en Saint Paul de Vence, otra inapelable joya medieval). Efectivamente, el azul del mar y el dorado de las playas de Tossa y su entorno son su principal atractivo lúdico.
La ya referida Playa Grande, con su arenal de 400 metros frente a la muralla de Vila Vella, es la más famosa del pueblo, y una de las más frecuentadas de la Costa Brava: a ver quién es el guapo que se resiste a un chapuzón en el Mediterráneo bajo la protección de Joanàs y sus seis compañeras pétreas.
Al norte de Platja Gran encontramos la pequeñita Platja del Reig, y un poco más allá la Platja de la Mar Menuda, menos masificada que Playa Grande. Al otro lado de Vila Vella está Es Codolar, protegida por acantilados: una de las perlas de Tossa. Para visitar el resto de cala de Tossa de Mar necesitaremos paciencia… o coche. Pero merecen la pena, sobre todo Cala Futadera con sus decenas de escalones y aguas cristalinas.
En cuanto a la gastronomía de Tossa de Mar, qué vamos a decir. ¿Has oído hablar de la cocina mediterránea? En una localidad al borde del mar es imposible comer mal, sobre todo pescado fresco. Entre los platos típicos de la zona está el famoso suquet de pescado, el cim i tomba, una cazuela de pescado, generalmente rape o rodaballo, que tiene sus jornadas en septiembre, o el bacalao que también tiene su campaña gastronómica en marzo.
En cuanto a las festividades tradicionales, la Fiesta Mayor de invierno en honor a San Vicente es en enero y la Fiesta Mayor de verano en honor a San Pedro se celebra a finales de junio. ¿Más fiesta en Tossa de Mar?: acércate a la estatua de Ava Gardner y que te susurre al oído el secreto.
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