Armonía. Ese es el adjetivo que mejor define Zamosc, una de las perlas de Polonia Oriental. Y es que su tardía fundación permitió a los arquitectos y urbanistas que intervinieron en ella, bajo el auspicio del canciller Jan Zamoyski —que le dio nombre—, inspirarse en los modelos ideales de ciudad que, por entonces, respetaban los cánones del Renacimiento acudiendo a modelo grecorromanos.
Cuatro siglos después de su fundación (1580), Zamosc era reconocida como Patrimonio de la Humanidad de la Unesco como ejemplo de integridad y autenticidad, gracias también a haber escapado su casco histórico de la destrucción (física) de la II Guerra Mundial, un episodio que, no obstante, también sintió la ciudad y su entorno de forma dramática. Ubicada cerca de la frontera con el oeste de Ucrania en una suerte de vértice que forma un triángulo con Varsovia y Cracovia, Zamosc seduce al viajero con la promesa de una ciudad para ser disfrutada a paso lento y en sereno silencio admirando su armonioso urbanismo.
Zamosc, la ciudad ideal de Jan Zamoyski
¿Os imagináis que os dieron carta blanca para diseñar vuestra propia ciudad contando con los mejores arquitectos del continente? Pues algo así es lo que le pasó a Jan Zamoyski, una de las figuras más importantes de la Polonia de la segunda mitad del XVI, aquella por entonces denominada República de las Dos Naciones incluyendo también a Lituania: fue Gran Canciller de la Corona desde 1578 y Gran Hetman —comandante militar— desde 1581.
Así que, al margen de los reyes polacos, nadie podía hacer sombra al bueno de Jan que decidió que no era mal plan tener una ciudad. Pero, ¿dónde? Peinando la República de las Dos Naciones se encontró con un territorio a la orilla del río Labunka, en los confines de la meseta de Lublin en plena ruta comercial enlazando el norte y el oeste de Europa con el mar Negro. Ideal.
E ideal es también lo que, un hombre del Renacimiento como él, busca en los planos de su ciudad para lo que acude a Bernardo Morando, arquitecto italiano formado en Venecia. Aunque en su país, un nuevo estilo comenzaba a abrirse paso, el Renacimiento aún era la base no solo del arte y la arquitectura, sino de la cultura y los valores sociales.
Y partiendo de la vieja organización de los campamentos romanos con su cardo (norte-sur) y decumano (este-oeste) como ejes axiales, los urbanistas renacentistas intentaron aplicar estos preceptos de simetría, sobriedad, perspectiva y respeto por los modelos clásicos.
El problema para los arquitectos renacentistas eran que rara vez se encontraban con el proyecto de una ciudad de nueva planta, el sueño de cualquier urbanista… que se hizo realidad para Bernardo Morando gracias a la llamada de Jan Zamoyski. Ambos colaboraron durante dos años para generar esta “ciudad ideal” de Zamosc que combinaría residencial palacio del jerarca, fortaleza defensiva y conjunto urbano.
Recorriendo la ciudad vieja de Zamosc
Como una parrilla con cuñas en los bordes o como una estrella de siete puntas. La planta de la stare miasto de Zamosc ya seduce desde el mapa, porque, aunque el ser humano también sepa disfrutar de los caos urbanos de los famosos cascos históricos medievales, su contrapunto, la severidad clásica, es una garantía de paso seguro y disfrute sereno como el que aporta su plaza mayor, nuestra primera visita en Zamosc.
Rynek Wielki, la plaza mayor
Como un antiguo foro romano, la plaza principal sería el centro en el que se cruzarían los dos ejes principales de la ciudad, denominados actualmente Solna / Bernarda Moranda y Grodzka. Con sus casitas de colores de dos alturas y ático con un cuerpo inferior porticado para dar cobijo a las comerciantes y la impactante escenografía de las escaleras del Ayuntamiento, además de las terrazas de los cafés contemporáneos, este lugar es la piedra de toque ideal para saborear el carácter renacentista de Zamosc.
Porque Jan y Bernardo no solo eran hombres del Renacimiento, sino que también pretendían parecerlo, por lo que Zamosc se concibió como una ciudad multinacional y de alto nivel de tolerancia religiosa, en consonancia como los valores intelectuales del humanismo europeo.
Si hasta se tocaba la trompeta al mediodía desde la torre del Ayuntamiento… pero nunca hacia el oeste, porque allí está Cracovia y, al parecer, la tolerancia de Zamoyski no alcanzaba esa ciudad que siempre le despertó antipatía. Hasta los más insignes hombres tienen una debilidad, ¿no?
El cuadrado perfecto de 100 metros de lado de la plaza del mercado dividía la ciudad vieja en dos partes, la zona oeste del palacio y la este con las viviendas del resto de la población estructuradas en torno a dos plazas más pequeñas: Wodny al sur y Solny al norte.
El Ayuntamiento
Acostumbrados como estamos a las castizas casas consistoriales hispánicas o los rigurosos town halls anglosajones, el ayuntamiento de Zamosc sorprende por su escenografía: una monumental escalera doble en forma de abanico que, en realidad, fue añadida en el XVIII, en plena fiebre del Barroco. Y es que no hay que olvidar que la ciudad ideal del Renacimiento polaco tiene mucho de barroca por los sucesivos añadidos que fue recibiendo las décadas posteriores a su fundación.
Junto a la escalera, el otro elemento que sobresale del Ayuntamiento, literalmente, es la torre de 52 metros terminada en esa cúpula bulbosa tan habitual en Europa oriental por la influencia de la arquitectura bizantina: una pequeña concesión ante el rigor clásico de la plaza.
Las casas de la plaza
Uno de los iconos de Zamosc son las casas de Rynek Wielki con su precisa restauración y mantenimiento y sus fotogénicos tonos pastel. Las denominadas Casas Armenias son las mejores conservadas de la plaza, destacando la Casa Wilczek, al otro lado del Ayuntamiento, con delicados bajorrelieves de temática religiosa, además de escudos de armas y las iniciales de su primer propietario. Hoy, este edificio forma parte del Museo de Zomasc en el que se presenta una interesante maqueta del Zamosc del siglo XVII: la mejor manera de conocer de cerca la historia de la ciudad.
Otras casas reconocibles a lo largo de la plaza son la Casa Link con su decoración de ladrillo rojo, sus pilastras jónicas y sus bustos de Minerva y Hércules y la Casa St. Kazimierz, en la entrada este de la calle Grodzka a la plaza, decorada con la escultura del propietario de la casa y el santón patrón de Polonia y Lituania, San Casimiro.
El Palacio Zamoyski
Dejamos ya la plaza y nos acercamos a palacio, recorriendo el tramo oeste de Grodzka, el decumano de Zamosc. Fue el primero de los edificios en ser diseñado, incluso antes de que la ciudad fuera tomando forma. Y es que lo primero, lógicamente, era dar cobijo al dueño de la ciudad. Pero el aspecto original del palacio dista mucho del actual, ya que solo tenía un piso con una escalera doble que era coronada por una torre cuadrada desde la que se dominaba la ciudad.
Desde entonces ha sido ampliado en diversas ocasiones, albergando actualmente la Facultad de Periodismo y Política de la Universidad de Varsovia, además de otras instituciones educativas y públicas polacas. En el jardín, frente a la fachada principal, se ubica una escultura ecuestre de Zamoyski.
La Academia de Zamosc
Muy relevante a nivel histórico es también el cuadrangular edificio de la Academia, una de las prioridades de su fundador para asentar ese carácter renovador y humanista de la ciudad, llegando a superar en el nivel de su enseñanza a las universidades precedentes ubicadas en Vilnius y Cracovia, llegando a tener gran reputación en buena parte de Europa y con estudiantes de Francia, Alemania o Gran Bretaña. Actualmente sigue desempeñando labores educativas con varios centros de diferente perfil.
Iglesia de Santa Catalina
A un paso de la Academia visitamos el primer edificio religioso de nuestra ruta, la iglesia de Santa Catalina, construida a finales del XVII, pasando después a albergar desde un almacén militar hasta un teatro, siendo devuelto en 1922 a su primitiva función. En su interior, destaca la pintura tardobarroca de Santa Catalina procedente de otra iglesia de la misma advocación.
Sinagoga ortodoxa
También al norte de la plaza del mercado debemos visitar la sinagoga que nos recuerda la presencia de judíos durante siglos en la ciudad, como también lo hace la popular escultura que se halla en el Bastión V. Devastada durante la II Guerra Mundial y convertida en taller de carpintería, fue reconstruida desde los años 60 del pasado siglo, siendo actualmente propiedad de la Fundación para la Preservación del Patrimonio Judío de Polonia.
Catedral de Zamosc
Al sur del palacio se encuentra el edificio religioso más importante de la ciudad, uno de los mayores templos polacos, diseñado por Bernardo Morando con un aspecto “achaparrado” pero de gran sobriedad clásica en su exterior y de esbeltas proporciones en su interior con una alta nave central decorada con un entablamento tallado con rosetones entre las ménsulas de la cornisa saliente: hasta 85, no habiendo dos iguales. Al parecer, retaron al cantero a no repetir patrón en los rosetones y él respondió: “sujétame el nalewka”.
Su interior está plagado de joyas escultóricas e históricas, como las capillas catedralicias en donde se pueden buscar la lápida del fundador de la ciudad, además de los retratos de él y su hijo Tomasz. Junto al campanario, además, puedes ver una estatua del Papa polaco Juan Pablo II.
Las ‘brama’ de Zamosc
Donde hay murallas siempre hay puertas, denominadas en polaco brama, varias de las cuales también son símbolos de la ciudad, como Brama Szczebrzeska, al sudoeste de la ciudad, una de las tres puertas principales, construida a principios del XVI por Morando, y la puerta nueva al norte, que tras pasar un puente de madera nos conduce a un anfiteatro en otras de las mejores perspectivas de la ciudad.
Las fortificaciones de Zamosc
Hasta ahora hemos pasado de puntillas por un elemento clave del aspecto de Zamosc que configura su leyenda, no solo como ciudad ideal, sino inexpugnable ya que resistió todos los envites de los enemigos en su historia (hasta septiembre de 1939), desde el asedio de los cosacos y los tártaros en 1648, hasta el ataque sueco en 1656, razón por la cual hoy en día sigue manteniendo esa integridad y autenticidad que le ha valido el reconocimiento como Patrimonio de la Humanidad.
Visitando el bastión VII
Los siete bastiones que protegen la ciudad son las siete puntas de la estrella que afilan la muralla de la ciudad polaca. El bastion IV del noroeste ya camino de Miejski, el pulmón verde de la ciudad extramuros, el bastión I de la esquina sudeste o el III de la sudoeste son los mejores conservados, con permiso del VII, que ha sido reconstruido, ubicado en el extremo occidental de Grodzka, siendo el más impactante.
El atrincheramiento exterior del bastión es un edificio monumental de dos plantas en ladrillo rojo con arcadas, almenas y frisos de mampostería. En realidad, fue construido a principios del XIX y en tiempos de guerra se ocupó de emplazar las baterías de defensa. Aún hoy se pueden disparar los cañones… aunque con balas de paja.
La forma semicircular del edificio hace posible que la guarnición pueda contener mejor los envites. Y es que no es casualidad que el este de la ciudad vieja tuviera un refuerzo extra ya que la mayoría de los enemigos de la ciudad llegaban del extremo oriental.
Destruido con la liquidación de la fortaleza en 1866, una vez perdida su función defensiva, fue reconstruido entre 1970 y 1980 recuperando la forma del XIX. La ruta turística subterránea por las casamatas y pasadizos bajo el muro cortina y el atrincheramiento es una de las grandes experiencias que se pueden vivir en Zamosc.
Rotunda Zamojska. Los nazis en Zamosc
Los bastiones contuvieron a suecos, cosacos y tártaros del este, pero no pudieron hacer nada contra otros enemigos que llegaron del oeste. En 1939, no hubo quien pudiera parar a los nazis en toda Europa y también penetraron en Zomasc el 13 de septiembre de aquel año. Aquel otoño llegaron las primeras ejecuciones y no tardó en generarse un gueto como en otras ciudades de Europa controladas por las hordas hitlerianas. Cuando en 1941 ya era un hecho la guerra entre Alemania y la Unión Soviética, se establecieron campos para prisioneros rusos en la calle Okrzei y en Karolówka.
Y es que los nazis planeaban que Zamosc pasara a ser una colonia alemana en el este, por lo que se considera que hasta 100.000 alemanes llegaron aquí, mientras 30.000 oriundos de la ciudad morían en diferentes circunstancias, tanto de frío o hambre como asesinados en los campamentos.
Y nuestra última parada en esta ciudad armónica es para estremecernos con el caos más salvaje, con el del asesinato de 8.000 personas en el entorno de Rotunda Zamojska, el mango de la parrilla a la que se asemeja Zamosc si contemplamos su planta. En origen, era una estructura de fortificación situada en una pequeña isla rodeada de pantanos a 500 metros de las murallas conectada con la ciudad por una camino protegido por terraplenes y foso. Actualmente se conserva como un mausoleo y museo de homenaje a las víctimas de la guerra.
Lo insólito del lugar es que, justo detrás de este espacio escalofriante, se ubica una suerte de playa de arena que es el oasis veraniego de los habitantes de Zamosc, el lugar perfecto para recuperar la sonrisa en la ciudad ideal del Renacimiento polaco.
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