Hubo un tiempo en el que buena parte del territorio que hoy ocupa Cantabria se denominaba “La Montaña”, un término que hoy sigue presente, no solo como gentilicio, sino también como glotónimo, denominación con la que se conoce a una lengua, en este caso el cántabro o montañés, una de las diversas variedades lingüísticas romances que surgen desde la difusión del latín en la península ibérica.
Si para Menéndez Pidal, el montañés o cántabro es un dialecto del leonés, para la Unesco se incluye como subdialecto del asturleonés estando añadido, como el extremeñu, entre otros, dentro del Atlas de las lenguas del mundo en peligro. Así que nosotros, una vez más, tratamos de poner nuestro granito de arena para recuperar el patrimonio lingüístico cántabro seleccionando diez expresiones que solo entenderás si eres de Cantabria. Aunque puede que a algún asturiano, leonés, burgalés o vasco también les suenen…
Diez expresiones cántabras
El lenguaje popular de las montañas de Santander de Adriano García-Lomas publicado en 1949 y, mucho más reciente, Las hablas montañesas de Carmen Moral del Hoyo o las investigaciones sobre el habla pasieega de Iván Ortega Santos son algunas de las publicaciones que abordan el estudio de las diferentes variantes del cántabro desde una óptica académica.
Y luego está la calle, por supuesto, donde los felices enredos lingüísticos no miran mucho el diccionario para ver cómo hay que hablar con propiedad tal o cual lengua, tal o cual dialecto. De ambas facetas, de la académica y la popular, nos nutrimos para esta selección de expresiones cántabras.
A cascarla a Ampuero
Empezamos poco académicos con este adorable dicho popular que tiene tantos y tantos sinónimos en todas y cada una de las lenguas, dialectos, hablas y jergas mundiales. Pero, en realidad, este no tiene que ver directamente con la localidad del oriente cántabro, sino con una familia vasca de apellido Ampuero que habría financiado la construcción de un hospital en la vecina Vizcaya a la que iban los desahuciados. Y, por eso, desde entonces, se comenzó a decir eso de “a cascarla a Ampuero”…
Venga que me estoy churrando, que tengo la meana a reventar
Aguantamos, aguantamos… hasta que no aguantamos más. Porque la vejiga tiene un límite y lo ponemos a prueba en demasiadas ocasiones: en un concierto, en el médico, o esperando a que un amigo termine sus tareas, sean cuales sean. Entonces, para que le quede claro nuestra situación de extrema necesidad, si estamos en Cantabria, hay que decirle: venga, que me churro. Y si quieres apuntalar la queja, y estás en los Valles Pasiegos, puedes decir que tienes la meana o miana (vejiga) llena.
Vas de kie, pero te la vas a dar
El típico que va de listo, que es prepotente sin tener “media hostia”, que va de guay como decimos en muchos sitios de España, es uno que va de kie. También se puede aplicar a aquellas personas con tendencia al kistch en su modo de vestir y/o tunear sus coches. Nos cuentan que también se dice en otras latitudes como Cataluña o, incluso, Andalucía. Pero no cabe duda de que es todo un clásico cántabro.
Ya empinó el codo, viene ringo-rango
Aunque en la RAE esta bonita palabra significa “rasgo de pluma exagerado e inútil”, o “adorno superfluo y extravagante” (los que abundan entre los que van de kie), en El lenguaje popular de las montañas de Santander de Adriano García-Lomas se dice que se puede traducir por “zigzagueando”, lo que hacemos cuando vamos en el Metro madrileño en hora punta… o cuando regresamos a casa tras una noche llena de sosiegas… término que verás más abajo.
Eres como Pichucas el del Muelle
Hay determinadas personas que han pasado a la historia de los pueblos muy a su pesar. Sería el caso del pobre Picio, que debía ser tan feo que es comparativa habitual cuando queremos dejar clara la falta de armonía física de un rostro humano. Pues en Santander, al parecer, había un tipo llamado Pedrín alias Pichucas allá por el siglo XIX que vivía de limosnas y no debía ser muy lúcido, razón por la cual, y desde entonces, cuando se quiere destacar la falta de perspicacia de alguien, se le dice que es como Pichucas, el del Muelle. Pobre hombre…
Coge la chaquetuca que hay nordeste
Esto les sonará a casi todos los que viven en litoral cantábrico, porque cuando sopla el nordeste, échate a temblar, sobre todo si tienes una madre para la que lo más importante en el mundo es ir bien comido y bien abrigado. Pero, claro, cuando somos jovencitos es lo último en lo que pensamos, en la chaquetina y el bocata, pero en cuanto asomamos por el muelle, donde el Pichucas, y nos llega el primer envite del nordeste (y nosotros en mangas de camisa), nos acordamos de la madre que nos parió y qué razón tiene (casi) siempre…
¿Hacemos la sosiega?
Seguro que has oído muchas veces eso de “¿tomamos la última?”. Bueno, pues en el lenguaje popular montañés existe un bonito sinónimo, más sutil y poético que es la sosiega o la susiega. Nos cita García-Lomas una frase literaria de ejemplo para entendernos: “Allí tomaban la mañana: y las nueve, y las diez, y las once, y la sosiega”. Vamos, que se tomaba a todas horas, porque ya sabemos que una buena sosiega nunca es la última.
Eres un garabito
Para no perder las buenas costumbres, aprendemos un nuevo sinónimo de mentecato, porque nunca es suficiente, sobre todo en estos tiempos de Twitter (o X, o como se llame), en el que antes de preguntar, siempre disparamos. Pues garabito tampoco está nada mal, y es definido por García-Lomas como persona insustancial, enredador. Es decir, algo más malévolo y menos inocente que nuestro amigo el Pichucas.
Santillana del Mar, que no es santa, ni llana ni tiene mar
A todos os sonará al menos esta localidad, aunque no hayáis estado allí. No se pierde ninguna lista de los pueblos más bonitos del litoral cantábrico siendo hace unos años Capital del Turismo Rural para una web especializada en alojamientos rurales. Pero su nombre esconde algunos equívocos hasta el punto de que es conocido como el pueblo de las tres mentiras.
Pero es que una cosa es la villa o capital municipal y otra el municipio, que sí tiene mar: Santillana del Mar incluye nueve localidades además de la capital municipal. Y es “santa” desde hace más de diez siglos, cuando se comenzó a conocer así debido a que acoge los restos de Santa Juliana. Así que tal vez deba empezar a conocerse como el pueblo de las tres mentiras que son verdad.
Un cántabro no está bien, está flaman
Suponemos que este término procederá de “flamante” pero si no es así, nos lo decís. No hace falta explicarlo, porque (casi) todo el mundo siente un gran orgullo de su tierruca, y los cántabros no son excepción, una tierra flaman, flaman, de Pechón al Puerto de los Tornos, y de Ontón a Cucayo, pasando por el muelle del Pichucas.
Y, como en otras ocasiones, terminamos esta selección de expresiones con un poema, en este caso un canto popular montañés, para hacer la sosiega con buen sabor de boca:
De mapolas rosaliegas es la color de tu cara
Y los tus ojos morena relucen como brasas:
¡Ay amor, entre mapolas y lumbres, me quemo yo
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