Dinant reposa serenamente a la vera del río Mosa. Su atmósfera calmada y relajada contrasta con un convulso pasado, teñido por conflictos y guerras. La espectacular postal que nos ofrece desde el otro lado del puente ya merece por si misma el viaje, pero Dinant está llena de historias y curiosidades que la convierten en una joya por descubrir.
Qué ver en Dinant
Colegiata de Notre Dame
Lo primero que captará nuestra atención al llegar a Dinant es la impresionante Colegiata de Notre Dame, una construcción que no solo es un ícono arquitectónico de Bélgica por su diseño excepcional, sino también por su pintoresca ubicación junto al río y bajo la sombra de la fortaleza.
La historia de esta iglesia se remonta hasta el siglo X, aunque su aspecto actual es el resultado de reconstrucciones que siguieron a un derrumbe en el siglo XIII. Fue erigida nuevamente en estilo gótico y ha sido restaurada en varias ocasiones a lo largo de la historia. Su torre campanario, con un distintivo diseño bulboso agregado en el siglo XVI, es una muestra del renacimiento gótico tardío belga, con un tejado de pizarra que le añade carácter.
El interior de la colegiata no es menos imponente, recibiendo a los visitantes con una vasta nave central sostenida por columnas que ascienden hacia arcos góticos. Su principal atracción es un monumental rosetón que juega con la luz y el color de manera espectacular en días soleados, además de albergar una colección de vitrales históricos, muchos de los cuales fueron restaurados ya en el siglo XX.
Ciudadela de Dinant
Por encima de la Colegiata, dominando la ciudad se encuentra la imponente Ciudadela de Dinant, cuyos orígenes datan del siglo XI, aunque las estructuras actuales datan de los siglos XV y XVI. Construida inicialmente como bastión de defensa de la ciudad y control del valle del Mosa, ha sido escenario de numerosas batallas.
En el siglo XV, durante el saqueo de Dinant por Carlos el Temerario y sus tropas en 1466, la ciudadela fue uno de los escenarios de los conflictos. Posteriormente, en el siglo XVII, el famoso ingeniero militar francés Vauban, al servicio de Luis XIV, reconstruyó las fortificaciones de la ciudad y la ciudadela, demostrando su importancia militar y estratégica.
En 1815, tras la derrota de Napoleón Bonaparte, Dinant fue asignada al Reino Unido de los Países Bajos, y entre 1818 y 1821 se construyó la ciudadela que vemos hoy sobre las ruinas del castillo anterior. Esta nueva construcción se convirtió en propiedad belga tras la Revolución de 1830, marcando el inicio de una nueva era para la fortaleza. A lo largo de las guerras mundiales, la ciudadela jugó un papel crucial, siendo ocupada por tropas alemanas en 1914 y sufriendo daños significativos por bombardeos aliados en 1944 durante la retirada alemana.
Hoy en día, la Ciudadela de Dinant se ha transformado en un museo que ofrece a los visitantes la oportunidad de adentrarse en su rica historia a través de exposiciones que narran desde la batalla de 1466, la intervención de Vauban, hasta los combates de la Gran Guerra o la masacre de civiles en agosto de 1914. Los visitantes pueden acceder a la ciudadela a pie desde el pueblo, subiendo su escalera de 408 peldaños o mediante un teleférico, y disfrutar de unas vistas impresionantes del Mosa y de Dinant desde esta histórica fortaleza.
La Batalla de Dinant de 1914:
La Batalla de Dinant en 1914 fue un enfrentamiento crucial durante la invasión alemana de Bélgica, parte del plan Schlieffen al inicio de la Primera Guerra Mundial. La agresión alemana comenzó con la ocupación de Luxemburgo y la invasión de Bélgica el 4 de agosto.
Unos días después, el 15 de agosto, divisiones de caballería alemana y unidades de infantería intentaron tomar Dinant pero la resistencia francesa logró repeler inicialmente este asalto y dejaron un saldo de 3.000 soldados alemanes entre muertos, heridos y desaparecidos. La victoria francesa fue breve y el alivio de los ciudadanos se tornó en tragedia cuando, una semana después, los alemanes se vengaron cruelmente de los residentes de Dinant.
Fue en concreto el 23 de agosto cuando la venganza alemana se manifestó con una atrocidad sin precedentes. Comenzó con un bombardeo artillero en la neblina del amanecer, la ciudad fue asaltada y se produjo una masacre de civiles, incluidos mujeres y niños, en una violencia desenfrenada alimentada por el caos, la confusión y el deseo de represalias. En apenas unas horas se calcula que 674 habitantes de Dinant perdieron la vida. Este acto no solo marcó un punto de inflexión en el conflicto, sino que también dejó una herida profunda en la memoria de Dinant y del mundo entero por la brutalidad ejercida contra los civiles.
Un paseo por el casco histórico
El resto del casco histórico no es muy grande pero merece la pena darse un paseo para descubrir la clásica arquitectura de Valonia y atravesar el Puente Charles de Gaulle para tener las mejores vistas de la ciudad. El puente, dedicado al conocido político francés por su participación en la batalla de 1914, atraviesa el Mosa y está decorado con esculturas de saxofones personalizados con los colores y detalles de diferentes países.
A la entrada de la ciudad nos toparemos con la Rocher Bayard, una imponente formación rocosa que atravesaremos partida por la mitad. Según cuenta la leyenda, se rompió cuando un poderoso caballo la atravesó durante la huida de cuatro hermanos perseguidos por el emperador Carlomagno. La realidad es mucho más prosaica pero siempre es mejor quedarse con la leyenda. Especialmente si nos encontramos en un lugar tan mágico como Dinant.
Couques de Dinant: Galletas convertidas en obras de arte
Estas galletas, que se caracterizan por su gran dureza, se elaboran con solo dos ingredientes: harina de trigo y miel. En proporciones iguales por peso, sin agregar agua ni levadura. La masa se coloca en moldes de madera de peral, nogal o haya, que tienen una amplia variedad de formas, incluidos animales, motivos florales, personas o paisajes. Se cocinan en horno precalentado a unos 300 °C durante 15 minutos, lo que permite que la miel se caramelice. Al enfriarse, las galletas se vuelven muy duras y pueden conservarse indefinidamente, por lo que también se utilizan como decoración o para conmemorar ocasiones especiales.
La historia de estas galletas es fascinante. La leyenda cuenta que las couques surgieron del saqueo de Dinant en 1466 por Carlos el Temerario durante las Guerras de Lieja. Se dice que los ciudadanos, desesperados y con poco más que harina y miel para comer, concibieron hacer una masa con ambos ingredientes. Debido a que la masa era tan firme, tuvieron la idea de sellarlas con moldes de bronce y así comenzó la tradición de darles patrones.
Las galletas se pueden encontrar en la mayoría de las panaderías y tiendas de confitería de Dinant, siendo algunas de las más tradicionales la Patisserie Jacobs o la Patisserie V. Collard. Debido a su dureza extrema, las couques de Dinant no se deben morder directamente. En su lugar, se rompen en fragmentos que pueden chuparse o, más recomendable, mojarse en leche o café.
Dinant, el pueblo de Adolphe Sax
Adolphe Sax nació en Dinant en 1814 y más que vivir en la ciudad valona, se puede decir que sobrevivió. Y es que el “pequeño fantasma”, como era conocido por sus vecinos, parecía tener una extraña relación con la muerte. Desde caídas de grandes alturas hasta intoxicaciones o quemaduras graves, Sax sobrevivió a numerosos accidentes que hubieran acabado con cualquier otro niño. Estas experiencias, lejos de desalentarlo, forjaron en él una resiliencia que sería fundamental en su camino hacia la invención del saxofón.
La trayectoria de Sax hacia la innovación en instrumentos comenzó después de estudiar en el Conservatorio Real de Bruselas. Su trabajo temprano incluyó mejoras al clarinete bajo, que patentó a los 24 años. Sin embargo, su contribución más significativa a la música fue, por supuesto, la invención del saxofón, que patentó finalmente en 1846. Este nuevo instrumento estaba diseñado para cerrar la brecha entre la proyección de los instrumentos de viento-metal y la agilidad de los instrumentos de viento-madera.
Pero sus invenciones no fueron inmediatamente aceptadas en la música orquestal. El saxofón fue utilizado en primer lugar por las bandas militares y no sería hasta décadas más tarde cuando encontró su hueco en el mundo del jazz, haciéndose famoso mundialmente y cambiando para siempre la historia de la música.
El legado de Sax en Dinant es profundo y la ciudad ha decidido homenajearle a través de esculturas de saxofones, que encontramos a lo largo del puente, y un pequeño museo dedicado. La Casa del Sr. Sax ocupa la parte baja de su antigua casa y hace un resumen de su vida y del instrumento que lleva su nombre.
Leffe: la cerveza belga más famosa
La cerveza Leffe tiene una rica historia que se entrelaza con la ciudad de Dinant, remontándose a su fundación en 1240 por los monjes de la Abadía de Notre Dame de Leffe. A lo largo de los siglos, la abadía y su cervecería enfrentaron numerosas adversidades, incluyendo la peste, inundaciones, incendios, saqueos y la disolución de la orden religiosa durante la Revolución Francesa.
A pesar de estos desafíos, la tradición cervecera de Leffe fue resucitada en 1952 gracias a una colaboración entre el abad Nys y el cervecero Albert Lootvoet, marcando el comienzo de la producción moderna de Leffe pero, eso sí, según las recetas tradicionales.
Aunque la cerveza ya no se produce en la abadía, y por ello no puede considerarse una cerveza trapense, en Dinant podemos visitar el museo Maison Leffe. Ubicado en la capilla de un antiguo convento, este museo interactivo presenta la larga historia cervecera de Leffe a través de experiencias táctiles, visuales y, por supuesto, degustaciones. Junto a la Colegiata de Notre Damme también podemos encontrar un restaurante gestionado por la marca donde probar sus diferentes variedades y algunas ediciones exclusivas.
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