Desde que, en mayo de 1961, el barón Hans Heinrich Thyssen-Bornemisza adquiriese la cautivadora “Joven Pareja”, su primera obra de Emil Nolde, el expresionismo alemán fue adquiriendo cada vez más importancia en la colección de arte de la familia Thyssen. Y cuando en 1993 el Estado español adquirió gran parte de la colección, una buena selección de cuadros expresionistas pasó a exhibirse en el museo Thyssen. Pero es ahora, con esta muestra integral, cuando se vuelven a reunir por primera vez con el conjunto de pinturas que había quedado en manos de Carmen Thyssen-Bornemisza.

La exposición “Expresionismo alemán en la colección del barón Thyssen-Bornemisza” comenzó el pasado 27 de octubre y se podrá visitar hasta el próximo 14 de marzo de 2021. La exhibición marca además el inicio de la conmemoración del centenario del nacimiento de Hans Heinrich Thyssen-Bornemisza que, durante ocupará todo el 2021 con actos y exposiciones especiales en torno a la colección y la figura del barón.

Paloma Alarcó, jefa de Pintura Moderna del museo, es la comisaria de la exposición y quien ha articulado este reencuentro de las obras en torno a tres conceptos: el proceso de creación, su recepción por la crítica o su denigración por el régimen nazi y, por último, la labor del barón para ampliar y difundir su colección a nivel mundial.

Historia del expresionismo alemán

Ernst Ludwig Kirchner – Fränzi ante una silla tallada, 1910 – Museo Nacional ThyssenBornemisza

Si por algo se caracteriza el expresionismo alemán, que tuvo su auge a principios del siglo XX, es por sus pinceladas expresivas, el uso de colores antinaturales y un fuerte contraste cromático. El objetivo, como en otras muchas vanguardias de esa época, no era otro que inventar una realidad nueva, huyendo de la imitación y el realismo.

Uno de los grupos más importantes del expresionismo alemán fue el conocido como Die Brückle (El Puente), que nació en Dresde y aspiraba a crear un vínculo entre el glorioso pasado germánico y un futuro utópico. Su taller se convirtió en un laboratorio de innovación donde se mezclaban esculturas inspiradas en la de pueblos primitivos, batiks estampados o muebles rústicos.

En la exposición podremos ver obras realizadas en el interior del taller como Fränzi ante una silla tallada (1910) y Desnudo de rodillas ante un biombo rojo (1911-1912), de Ernst Ludwig Kirchner, o Ante la cortina roja (1912), de Erich Heckel. Y otras obras concebidas en el exterior, en pleno contacto con la naturaleza, como Verano en Nidden (1919-1920), de Max Pechstein, Puente en la marisma (1910), de Emil Nolde, o Fábrica de ladrillos (1907), de Eric Heckel. Entre ambas salas encontraremos también algunos referentes de este movimiento con obras de Van Gogh, Munch o Gauguin.

Emil Nolde – Joven pareja, hacia 1931-1935 (Young Couple)- Thyssen-Bornemisza Collections

Mucho más simbólico y místico fue el trabajo de los creadores pertenecientes al grupo Blaue Reiter (El Jinete Azul). Artistas como Wassily Kandinsky, Franz Marc, August Macke, Paul Klee, Lyonel Feininger, Alexej von Jawlensky o Johannes Itten, iniciaron su particular búsqueda de la modernidad a través de la tradición. Un arte que se fue transformando en formas cada vez más abstractas y en un “auténtico lenguaje espiritual”, tal y como señaló Jawlensky. En el este grupo de la exposición podremos ver algunas destacadas pinturas como Bagatella n.2 (1915), Casa giratoria (1921) de Paul Klee, Húsares al galope (1913) de August Macke o El velo rojo (1912) y Niño con muñeca (1910) de Jawlensky.

La mayoría de estos artistas tuvieron una intensa labor divulgativa, escribieron numerosos manifiestos y promovieron muestras programáticas. En la siguiente sala de la exhibición podremos ver algunas de las obras que fueron incluidas en estas primeras exposiciones de principios del pasado siglo. Entre las más destacadas: Vista de una plaza (1912) de Paul Klee, Pintura con tres manchas (1914) de Kandinsky, Circo (1913) de Macke y Barcos (1917) de Lyonel Feininger.

Contexto histórico y repercusión del expresionismo alemán

George Grosz – Metrópolis, 1916-1917 – Museo Nacional Thyssen-Bornemisza,

La explosión de la I Guerra Mundial supuso el final anticipado de estos movimientos y los grupos se terminaron dispersando. Kandinsky volvió a Rusia, Jawlensky huyó a Suiza y algunos artistas como Macke y Marc terminaron falleciendo en el frente. En la década siguiente muchos de ellos se instalaron de nuevo en Weimar o Dessau y siguieron descomponiendo la sociedad alemana de la época en pinturas cargadas de alegorías y un ácido sarcasmo.

La posterior llegada de los nazis al poder en Alemania supuso un fuerte trauma para el movimiento, que fue duramente castigado y censurado por la propaganda nacionalsocialista. La famosa exposición Entartete Kunst (Arte Degenerado) que recorrió el país mostrando la “decadencia” del arte alemán, incluía varias obras que hoy pueden verse en el Thyssen. Una de las más destacadas es Metrópolis (1916-1917) de George Grosz, a la que etiquetaron como “herramienta de propaganda marxista contra el servicio militar”.

Curiosamente, a pesar de este descrédito, el gobierno nazi terminó sacando al mercado algunas de estas obras para conseguir recaudar fondos para la guerra. Algunas de ellas como Nubes de Verano (1913) de Nolde o Retrato de Siddi Heckel (1913) de Erick Heckel, terminaron en manos del barón Thyssen y ahora se reúnen de nuevo en esta exposición.

Franz Marc – El sueño, 1912 (The Dream) – Museo Nacional Thyssen-Bornemisza

Tras el final de la II Guerra Mundial y la caída del nazismo, se produjo una intensa labor de rehabilitación del expresionismo y de recuperación del arte moderno alemán. Los museos alemanes rescataron y adquirieron muchas de estas obras y se produjeron numerosas exposiciones, entre las que destacó la gran retrospectiva celebrada en Museum Folkwang de Essen, en 1958. Seis de esas obras acabaron formando parte también de la colección Thyssen y se pueden ver en la exposición.

La muestra termina explorando la intensa relación que tuvo el barón Thyssen con los principales marchantes de arte moderno en la segunda mitad del siglo XX. Uno de ellos fue Roman Norbert Ketterer, quien, desde su galería en Stuttgart, había sido pionero en promocionar y vender el arte moderno alemán de inicios de siglo. Fue él quien puso en manos del barón algunas de las obras más importantes de la colección como La Joven Pareja (1931-1935) de Nolde o Feria de Caballos (1910) de Pechstein.

Otra importante adquisición es la icónica El Sueño (1913) de Franz Marc, uno de los mejores ejemplos del expresionismo alemán. Este cuadro fue un regalo de Marc a su amigo Kandinsky y perteneció en manos de la familia hasta que finalmente fue adquirido por el barón Thyssen en Nueva York.