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El 5 de noviembre de 1945, cinco aviones Avengers desaparecían en algún punto cercano a la costa de Florida sin dejar rastro. Uno de los hidroaviones que intentaron rescatar al escuadrón también desapareció. En total, 6 aeronaves y 27 tripulantes desaparecidos sin explicación en cuestión de horas.

Este es uno de los episodios más frecuentemente asociados al Triángulo de las Bermudas, un misterio sazonado con cientos de extrañas desapariciones que lleva cautivando a los fanáticos de lo paranormal desde hace décadas. Pero ¿qué hay detrás de la leyenda?

El Triángulo de las Bermudas: del gas metano a las olas asesinas

Un naufragio - Fuente: Depositphotos
Restos del naufragio del Sapona que encalló cerca de Bimini (Bahamas) durante un huracán en 1926 y que era el objetivo del escuadrón de entrenamiento de 1945 que desapareció – Fuente: Depositphotos

Incluso aquellos que tienden a, al menos, considerar las teorías más rocambolescas sobre los misterios sin resolver de nuestro planeta, sospechan que estos tiene una explicación un poco menos paranormal, un poco menos legendaria. Pero ¿qué sería de la historia de la humanidad sin la leyenda? Todo un poco más aburrido y desalentador, ¿no? Por eso, en pleno triunfo de la ciencia y la lógica, aún resuenan esas historias misteriosas que tienen muy poco de la una y de la otra.

Y el Triángulo de las Bermudas es una de esas leyendas que sigue fascinando. Pero es que, hasta las especulaciones más racionales sobre las desapariciones en esta área geográfica de un millón de kilómetros cuadrados entre Puerto Rico, Bermudas y la península de Florida, suenan interesantes.

¿Qué me decís si no de las gigantescas burbujas de gas metano? Hace menos de cinco años, científicos noruegos alertaban sobre la presencia de cráteres gigantes de hasta un km de diámetro en el mar de Barents que se habrían formado por la explosión de gas metano. Estas liberaciones repentinas de gas desde el subsuelo marino podrían poner en peligro tanto a barcos como a aviones debido a la alteración de las condiciones del mar y de la visibilidad: el metano puede escapar al aire generando una atmósfera muy turbulenta.

Pero, a pesar del descubrimiento, no hay constancia científica de la presencia de campos de gas metano en el fondo marino del Triángulo de las Bermudas ni se han reportado emisiones de gas metano en la zona.

Mapa que fija la situación del Triángulo de las Bermudas - Fuente: Depositphotos
Mapa que fija la ubicación del Triángulo de las Bermudas – Fuente: Depositphotos

¿Y los agujeros azules? También son famosos los denominados agujeros azules de las Bahamas, unas grutas submarinas de gran profundidad que generan corrientes y que podrían poner en peligro a las embarcaciones. Por su parte, el agujero azul ubicado frente a la costa suroeste de Sarasota y denominado Green Banana se exploró recientemente. ¿Y si el Triángulo estuviera plagado de agujeros azules?

Se especula con la posibilidad de que muchos de los barcos desaparecidos hayan quedado ocultos en estos agujeros azules, razón por la cual buena parte de ellos nunca son recuperados, aumentando el misterio sobre las desapariciones.

Por si no fuera poco con los agujeros azules y las burbujas de metano, también tenemos olas asesinas, también conocidas como olas monstruo, olas gigantes u olas vagabundas. Tal vez este último término sea el que mejor explica este fenómeno marítimo que hasta hace no poco tiempo estaba en entredicho científico y hoy en día sigue sin tener una explicación muy clara.

Porque hablamos de olas que no se explican por fenómenos meteorológicos evidentes ni por sucesos sísmicos como un terremoto o un tsunami. El hecho de que una sucesión de estas grandes olas aparezca de repente, sin previo aviso meteorológico, es lo que pone en peligro a los barcos.

Un barco mercante en un bar embravecido - Fuente: Depositphotos
Recreación de un barco mercante en un bar embravecido – Fuente: Depositphotos

Fue en 1995 cuando un instrumento de medición registró una ola de más de 25 metros de altura que impactó contra la plataforma petrolífera Draupner en el mar del Norte. Una evidencia tangible de que estas olas asesinas existen que fue confirmado posteriormente por el Proyecto MaxWave, el cual dejó interesantes conclusiones.

“El número de accidentes inexplicables es demasiado alto en comparación con otros medios de transporte. De varias fuentes, incluidos los datos de las aseguradoras, más del 30% de las víctimas se deben al mal tiempo y otro 25% sigue sin explicación (…) En muchos casos, los miembros de la tripulación de dichos barcos han notificado «olas rebeldes» únicas de altura anormal, así como grupos de olas extremas”.

Así pues, y según los datos de MaxWave, uno de cada cuatro accidentes marítimos no tiene explicación concluyente. Pero no solo en el Triángulo de las Bermudas sino en todos los mares y océanos del mundo.

Mar embravecido en la costa de Bermudas - Fuente: Unsplash
Mar embravecido en la costa de Bermudas – Fuente: Unsplash

En este sentido, la explicación más sencilla para las desapariciones en esta área del Atlántico no deja de ser obvia: la meteorología y los errores humanos. Por un lado, la zona que cubre el Triángulo de las Bermudas no deja de ser un lugar de frecuentes huracanes, además de las fuertes corrientes marítimas como la propia Corriente del Golfo: un movimiento superficial de las aguas del océano que conlleva aparejado un tiempo inestable pero que puede ser aprovechado por aviones y barcos para reducir los tiempos de viaje.

Así mismo, los errores humanos también han influido en numerosos accidentes en el Triángulo de las Bermudas. De hecho, la explicación más probable sobre el accidente de los cinco aviones de 1945 fue que el jefe de la escuadrilla simplemente se desorientó conduciendo al resto de aviones mar adentro en vez de poner rumbo a Florida: al quedarse sin combustible se precipitaron al mar.

Colón en el Triángulo de las Bermudas

Recreación del viaje de Colón - Fuente: Depositphotos
Recreación del viaje de Colón – Fuente: Depositphotos

A pesar de que la elaboración de la leyenda del Triángulo de las Bermudas es muy reciente, siendo consolidada por Charles Berlitz tras su libro publicado en 1974 —plagado, según parece, de información falsa— las informaciones singulares sobre esta zona del Atlántico arrancan mucho antes, ya desde época de los primeros viajes de los europeos —con permiso de los vikingos— hacia el Nuevo Mundo.

Fue el propio Colón el que dejó constancia en su diario de a bordo de un extraño fenómeno que divisó el 11 de octubre de 1492, pocas horas antes de que avistaran tierra por primera vez: “Puesto que el almirante a las 10 de la noche, estando en el castillo de popa, vio lumbre, aunque, como fue cosa tan cerrada, que no quiso afirmar que fuese tierra (…) era como una candelilla de cera que se alzaba y levantaba, lo cual a pocos pareciera ser indicio de tierra, pero el almirante tuvo por cierto estar junto a la tierra”.

Desde entonces, mucho se ha especulado sobre la naturaleza de esas luces que vieron varios tripulantes de las embarcaciones que capitaneaba Colón, desde bioluminiscencia causada por protozoos en un banco oceánico próximo a la actual República Dominicana hasta antorchas de los nativos en tierra, pasando por, por supuesto, ovnis, o en este caso, un OSNI: un objeto sumergible no identificado.

Y es que, en otra entrada del diario colombino se dice: “Y en esta noche al principio, vieron caer del cielo un maravilloso ramo de fuego en la mar, lejos de ellos 4 o 5 leguas”. Pero, a pesar de los ramos de fuego, las explosiones de metano, los agujeros azules, las olas asesinas, las brújulas enloquecidas, los vórtices espaciotemporales y los osnis luminosos, Colón consiguió tomar tierra el 12 de octubre, sobreviviendo al Triángulo de las Bermudas.