Las Fallas de Valencia dieron comienzo y aunque en este 2020 está sufriendo las consecuencias del coronavirus sigue siendo una de las fiestas más celebradas por la humanidad. Sí, no hemos exagerado, por la humanidad, pues goza del reconocimiento de Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad desde 2016.
Constituye uno de los máximos representantes de la tradición y el patrimonio cultural valenciano y las artesanías tradicionales, y en ella toman el protagonismo más absoluto fuego, la pólvora, las mascletás, los ninots, la música, la buena gastronomía, la sátira social, el humor y la ironía. En definitiva, un festejo rebosante de colorido, diversión y creatividad, que se perfila la excusa perfecta adentrarse en la cara más festiva de Valencia y disfrutarla en todo su esplendor.
Orígenes inciertos de las Fallas
Está más que claro que las Fallas son hoy la fiesta más grande de Valencia, a la que locales y foráneos se entregan sin reservas. Pero a la hora de buscar los orígenes nos asaltan las dudas, pues no hay fuentes documentales que los esclarezcan, lo que ha propiciado la aparición de numerosas teorías.
La más aceptada es la que afirma que proviene de la costumbre de los antiguos carpinteros de quemar, frente sus talleres, las virutas, los restos de madera inservibles y los candiles o parots, que utilizaban para que les proporcionaran iluminación durante los oscuros días invernales.
Lo hacían la noche antes de San José, que es el 19 de marzo, para homenajear al patrón del gremio y, al mismo tiempo, dar la bienvenida a la primavera, que ya traía consigo días más largos y soleados; un ritual de purificación, renovación y limpieza con el que pretendían dejar atrás lo malo y atraer lo bueno. Por este motivo, la cremá, la quema de las fallas que cierra los festejos, siempre se realiza el día de San José.
Con el tiempo, este rito adquirió más complejidad, de modo que comenzaron a incorporar más cachivaches viejos a las hogueras, a disfrazar los candiles a modo de sátira e incluso le añadieron otros elementos, que supusieron la aparición del primer ninot. Según nos explican en la web de turismo de Valencia, también “fueron cargándose de sentido crítico e irónico, y los monumentos falleros mostraban escenas que reproducían hechos sociales censurables”.
Pero para el surgimiento de la falla artística habría que esperar hasta 1885, cuando una revista, la Traca, convocó un concurso de monumentos falleros. “Este hecho provocó la competición entre los vecinos, quienes concurrieron con fallas que apostaban por la crítica y la estética. En 1901 el ayuntamiento de Valencia otorgó los primeros premios municipales a las mejores fallas. Este fue el comienzo de la unión entre el pueblo y el poder político, evolucionando con pasos agigantados esta fiesta popular en número, estructura y organización”.
El tesoro del patrimonio cultural valenciano
Al margen de sus orígenes, lo cierto es que las Fallas no solo son un festejo que involucra a miles de valencianos y visitantes ávidos de diversión, sino que también constituyen un auténtico museo de arte (eso sí, efímero), una oda a la creatividad colectiva, la crítica y el humor, un homenaje a los rituales ancestrales y, por lo tanto, un tesoro del patrimonio cultural valenciano y también español.
Tanto es así que ha llamado la atención de la Unesco, quien las incluyó en la lista de Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad. Entre los argumentos para otorgar dicho reconocimiento se encuentra el sentido de la fiesta, es decir, “propician la creatividad colectiva y la salvaguardia de las artes y artesanías tradicionales. También constituyen un motivo de orgullo para las comunidades y contribuyen a forjar su identidad cultural y su cohesión social. En el pasado, esta fiesta permitió también que se preservara la lengua valenciana cuando se prohibió su uso”.
Una celebración en la que actualmente participan más de 700 monumentos falleros, conformados por una suerte de gigantescos ninots, algunos con más de 25 metros de altura, que hacen su aparición estelar en la plantá, entre los sonidos de las estruendosas mascletás y los acordes musicales de numerosas bandas y orquestas, y se despiden en la cremá. No hay duda, sobran los motivos para disfrutar de la fiesta más auténtica de Valencia.
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