Bajo el hotel The Greenbrier ubicado en Virginia Occidental, el Gobierno de Estados Unidos mantuvo una inmensa estructura militar secreta conocida como ‘Proyecto Isla Griega’ durante 37 años: un búnker de más de 10.000 m² con capacidad para albergar a más de 1000 personas totalmente protegidas de la superficie y con víveres suficientes para permanecer encerradas durante 45 días.
Construido bajo la amenaza de un conflicto bélico con la Unión Soviética y en un contexto de terror nuclear, la instalación quedó al descubierto en 1992 cuando un periodista de The Washington Post filtró su existencia. Esta es su historia.
El proyecto Isla Griega y la Guerra Fría
Octubre de 1962. La Unión Soviética ultima el transporte de misiles para ser instalados en una base cubana como medida disuasoria ante Estados Unidos. El gobierno de Kennedy activa por primera vez en la historia el protocolo DEFCON 2 —un estado de emergencia militar que antecede a un previsible conflicto que puede requerir el uso de armas de destrucción masiva— y el mundo contiene el aliento: la Crisis de los misiles fue el momento más caliente de la Guerra Fría.
Finalmente, la Administración Kennedy y el gobierno de Kruschev, al otro lado del Atlántico, llegan a un acuerdo y se rebaja la tensión. Pero nadie dudaba por aquel entonces de que el peligro de un conflicto militar entre ambas potencias exigía medidas extraordinarias… como la construcción de refugios nucleares para proteger a personal esencial.
Cuatro años antes la Crisis de los misiles, la Administración Eisenhower decidió buscar una ubicación para un refugio nuclear de grandes dimensiones capaz de proteger a todos los miembros del parlamento de Estados Unidos: los 435 miembros de la Cámara de Representantes y 99 senadores. El lugar elegido sería el sótano del hotel The Greenbrier en White Sulphur Springs en West Virginia. En 1958 comienzan las obras del proyecto Isla Griega bajo el secreto más absoluto.
El proyecto Isla Griega y el hotel The Greenbrier
El hotel Greenbrier tenía una relación estrecha con el Gobierno de Estados Unidos habiendo alojado a 27 de los 46 presidentes del país desde su apertura en 1778. Cuando el hotel decide ampliar sus instalaciones a finales de la década de los 50, el departamento encargado de localizar un lugar para el Proyecto Isla Griega se pone en contacto con los gerentes de The Greenbrier y les hacen una oferta que no van a poder rechazar: el gobierno se encargará de la ampliación del ala del hotel, pero también harán un ‘trabajillo’ bajo tierra.
En 1958 arrancan las obras y empiezan las primeras sospechas. La comunidad rural de White Sulphur Springs no entendía muy bien para qué necesitaban tanta cantidad de cemento para construir el ala de un hotel. Y entonces empezaron las especulaciones por las que se llegó a suponer que la ampliación del hotel daría cabida a Eisenhower en caso de guerra… No iban muy desencaminados.
Para tratar de minimizar las sospechas se acordó sugerir que una de las salas del hotel sería designada como refugio contra la lluvia radiactiva, una verdad a medias que permitió terminar las obras sin que los rumores saliesen de White Sulphur Springs. En 1962 se pone la última piedra de la nueva ala de The Greenbrier y de aquella ‘sala antiradiactiva’.
Personal militar y de inteligencia del Gobierno de los Estados Unidos que sumaban un equipo de unas 20 personas, bajo la tapadera de una empresa de mantenimiento electrónico denominada Forsythe Associates, trabajaron permanentemente en el mantenimiento y revisión del búnker de cara a entrar en acción en cualquier instante.
Así era el búnker del proyecto Isla Griega
Con una superficie de más de 10.000 metros cuadrados, el búnker del Greenbrier debía tener capacidad para recibir a más de 1000 personas, 1400 en situación excepcional, contando al propio personal de mantenimiento y de seguridad. Para acceder a las instalaciones se habilitaron cuatro puertas, tres de ellas en el propio hotel, y otra en el exterior simulando entradas a zonas de mantenimiento hoteleras: en realidad eran puertas macizas diseñadas para ofrecer protección ante la radiación.
El búnker contaba con 18 dormitorios con capacidad para 60 personas, una clínica con todo tipo de equipamiento para realizar cirugías complejas, una cafetería con capacidad para servir 400 comidas simultáneas, un gran salón para las reuniones del gobierno, así como diversas salas de reuniones, una sala de comunicación, zonas de mantenimiento, almacenes y una planta para generadores.
Esta sala era una de las más importantes del búnker ya que la instalación debía ser completamente autosuficiente: en caso de conflicto nadie podría salir del búnker durante varias semanas. Se habilitaron tres generadores diésel de Fairbanks Morris de 675 kilovatios con generadores de emergencia que podían ser activados manualmente, a lo que habría que añadir tres tanques con combustible suficiente para 45 días. Por otro lado, el búnker también contaba con diversos filtros para acondicionar el aire de todo el recinto y tres tanques de agua de 100.000 litros cada uno.
Así las cosas, el proyecto Isla Griega era una suerte de ‘hotel subterráneo’ tal vez con menos comodidades que la estructura superior, pero en el que la seguridad era el principal propósito. En este sentido, el búnker debía estar listo para recibir a sus huéspedes en un periodo de cuatro a ocho horas siguiendo un plan detallado que conllevaría el traslado del Poder Legislativo de Washington D.C. —situado a unos 350 kilómetros al noreste— por medios aéreos, terrestres o usando la línea de ferrocarril cercana.
Nada más llegar a la instalación, los huéspedes deberían pasar por la sala de descontaminación, quemar todas sus ropas y recibir nueva indumentaria y una litera en uno de los 18 dormitorios del búnker. Desde luego, no tenía mucho que ver con pasar unas vacaciones en una isla griega. Las familias podrían quedarse en las instalaciones superiores del hotel. De cualquier forma, el protocolo de recepción de huéspedes nunca llegó a activarse.
El final del búnker del Greenbrier
“Cuando el Washington Post publicó la historia a finales de mayo de 1992, mi sentimiento y reacción inmediatos fueron de devastación (…) Sentimos que se había hecho un flaco favor, nos dolió mucho. No solo lo sintieron los empleados del gobierno, sino también el hotel y la comunidad del Greenbrier en su conjunto, y especialmente aquellos que trabajaron tan estrecha e íntimamente en el proyecto”.
Así relata Paul Fritz Bugas, director del búnker desde 1970 hasta su cierre en 1995, su reacción ante la publicación el 31 de mayo de 1992 de un artículo en el Washington Post firmado por Ted Gup —también famoso por su libro Nations of Secrets—en el que se filtraba la existencia del proyecto Isla Griega bajo el hotel Greenbrier. Desde luego, si una instalación como esta deja de ser secreta, queda invalidada y Paul Fritz Bugas y todo su personal pusieron fin a su presencia en White Sulphur Springs.
Una vez que el búnker dejó de tener una misión militar, los responsables del hotel comenzaron a ofrecer visitas guiadas. Ante la avalancha de visitantes ávidos por conocer una instalación secreta de este tamaño, los responsables del Greenbrier tuvieron que limitar las visitas a los huéspedes del hotel.
Actualmente, el tour guiado por las instalaciones del búnker sigue ofertándose tanto entre los clientes del hotel como entre otros viajeros a razón de 39 dólares la entrada. La visita dura aproximadamente una hora y media y no se permite el uso de cámara ni teléfonos móviles… ni portar armas. Mientras tanto, personal militar y de inteligencia se ocupan de custodiar los herederos del proyecto Isla Griega en algún lugar indeterminado de Estados Unidos.
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