A no mucho tardar, el precio del metro cuadrado de la vivienda de cada destino será un factor determinante a nivel turístico como lo puede ser la cultura, la gastronomía o la arquitectura.
Bien es cierto que el viajero no suele acudir a las ciudades para quedarse a vivir en ellas indefinidamente, pero siempre las miras de reojo, por si acaso...
Zamora, una ciudad para encontrarse
Y lo que vemos en Zamora es una plácida ciudad "en tierra de nadie" que mantiene irreductible su personalidad, la de capital medieval que seduce a cualquier viajero con su promesa de silencio y reencuentro.
Pero aunque los recuerdos de su época de gloria sean los aspectos culturales más destacados de la ciudad, lo que sorprende al entrar en la calle de Santa Clara son tres edificios modernistas, testigos de una segunda de oro de la arquitectura zamorana.
La Casa de Valentín Guerra, la de Francisco Antón y la de Valentín Matilla son tres muestras de este estilo que devolvió el antiguo esplendor a muchas ciudades de gusto medieval como fue el caso también de Palencia.
Pasando la Plaza de Castilla y León, giramos hacia el sur para dar una vuelta por otro clásico de la arquitectura de hierro y cristal (además de piedra y ladrillo en este caso): el mercado de abastos que sigue cumpliendo, 100 años más tarde, la función de abastecer de productos frescos a los zamoranos.
De nuevo en Santa Clara llegamos a la Plaza de Santiago donde se ubica la iglesia de Santiago del Burgo, excepcional representante del románico zamorano: su portada meridional con sus dos vanos geminados es todo un icono de la ciudad.
La Plaza Mayor de Zamora
Como lo es, por supuesto, su Plaza Mayor a la que llegamos tras cruzar la Plaza Zorilla y la Plaza Sagasta. Junto al Casino y la Casa Norberto Macho, otro edificio diseñado por Francisco Ferriol, principal estilete del modernismo zamorano, en esta zona debemos pasarnos por el palacio de los Momos, la obra maestra del gótico isabelino de la ciudad.
Y en la propia Plaza Mayor una colección de edificios que vuelven a mostrar esa doble cara de Zamora: la medieval y la modernista. Por un lado, la iglesia de San Juan de Puerta Nueva alzada originalmente junto a la muralla más antigua de la ciudad, levantada a finales del siglo XII.
Y, por otro, la casa de Faustina Leirado, otra muesca modernista de Francisco Ferriol, muy cerca del icónico Monumento al Merlú que nos recuerda que aquí la Semana Santa es un evento de gran tradición: representa a la pareja que despertaba a los cofrades durante el Viernes Santo.
Una catedral legendaria
Pero para iconos escultóricos el de la estatua de Viriato en la plaza homónima a un paso del prestigioso Museo Etnográfico de Castilla y León. El "terror de Roma" recuerda la vinculación de esta tierra con la ancestral Lusitania.
Es nuestra entrada triunfal en el casco antiguo de Zamora, camino ya de la catedral. Pero antes, dos edificios más que forman parte de la inagotable colección de templos románicos zamoranos: la iglesia de Santa María Magdalena y la de San Pedro y San Ildefonso, esta última ubicada en una de las plazas más pintorescas de la ciudad.
Y es que esta zona de Zamora es la que terminará por conquistarte. Calles peatonales, edificios de piedra con un milenio de historia y rincones serenos para respirar.
Y tras pasar por la Oficina de Turismo que se ubica al final de la Plaza de Arias Gonzalo, llegamos a la Catedral... que no es otra catedral más, amigos: echad un vistazo a su cimborrio.
Se trata de una obra "singularísima" como señala el arquitecto Juan Manuel Báez Mezquita en este artículo, la "perla del siglo XII" como dijo el periodista José María Quadrado. Más lejos aún llegó el arquitecto británico del XIX George Edmund Street: "Tanto por su rareza como por su originalidad, no exagero nada al asegurar que no poseemos en Inglaterra monumento alguno de la Edad Media que le supere en lo más mínimo".
Combinando influencias bizantinas, islámicas y del románico francés, "unidas en un todo unitario y coherente donde cada parte mantiene su originalidad", esta "preciosa diadema" es un símbolo de Zamora y de toda la arquitectura medieval española.
Zamora a la orilla del Duero
Tras visitar el Castillo, cuyo origen, según las crónicas, se vincula a la etapa del mítico Alfonso II el Casto, uno de los mecenas del Prerrománico asturiano, y cruzar por el Portillo de la Lealtad de la primitiva muralla para disfrutar del Parque San Martín, es hora de terminar esta ruta ante el río que ha marcado la historia de Zamora.
Pasamos ante el Palacio Episcopal y cruzamos la Puerta del Obispo para llegar a uno de los rincones más curiosos de la ciudad, tras recorrer la calle Cabildo: son las aceñas de Olivares que toman el nombre del primitivo arrabal que también dio nombre originalmente a la Puerta del Obispo.
Se trata de unos ingenios hidráulicos habituales en las riberas de los ríos para aprovechar la fuerza motriz de las corrientes. En Zamora, sus aceñas funcionaron durante más de mil años, siendo la mayor fuente de ingresos del Cabildo Catedralicio gracias a la producción de harina.
Hoy, ocupan el Centro de Interpretación de las Industrias Tradicionales del Agua ofreciendo una de las mejores postales de esta pétrea ciudad milenaria que resiste a las burbujas del ladrillo contemporáneo de otras latitudes.
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