Hace 800 años, trece monjes cistercienses llegan a un enclave situado a unos kilómetros al sur de Calatayud, en la localidad de Nuévalos, para tomar posesión de unos terrenos cedidos por el rey Alfonso II de Aragón. Quedan maravillados con el panorama que se presenta ante sus ojos: un oasis verde bañado por las aguas del río Piedra que cumplía las tres condiciones de la Orden a la que pertenecían: aislamiento, abundancia de agua y una gran extensión de terrenos para cultivar. Nace el Monasterio de Piedra, uno de los secretos mejor guardados del patrimonio cultural español.

Monastario de Piedra
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600 años después de su fundación, el empresario Pablo Muntadas Campeny adquiere el Monasterio de Piedra tras la Desamortización de Mendizábal que expropió los terrenos y sus edificios a los monjes. Comienza de esta forma la segunda etapa del Monasterio marcada por la transformación de la huerta cisterciense en un jardín de ensueño al que se añade una instalación hotelera e hidroterápica. Y es así como se nos presenta en la actualidad, como una confluencia entre el lujo turístico y el recuerdo de su espíritu ascético, como un vergel de piedra y agua en el que late una historia milenaria.

Monasterio de Piedra, contemplando el silencio

La Orden del Císter, surgida en Francia en la primera mitad del siglo XII de la mano de monjes como Bernardo de Claraval, abogaba por la restauración de la regla benedictina que suponía una recuperación del rigor ascético, el trabajo manual y la contemplación espiritual. Poco a poco, la Orden se fue extendiendo por Europa llegando a España donde tiene un importante papel desde finales del XII.

Es en este momento cuando unos monjes procedentes del Monasterio de Poblet llegan a las orillas del río Piedra para concretar la edificación de un monasterio. El enclave es perfecto: agua, vegetación y silencio. En 1218 queda inaugurado el centro monástico incluyendo diversas dependencias habituales en este tipo de construcciones religiosas: iglesia, claustro, sala capitular y torre.

Monastario de Piedra
Fachada antigua del Monasterio de Piedra. Fuente: Wikipedia

La primera fase constructiva tiene lugar en la época de transición del románico al gótico siendo un ejemplo paradigmático de arquitectura cisterciense marcada por la influencia de las corrientes estilísticas importadas de Francia y por los propios requisitos de la Orden. De los inicios del gótico se aprovechan los hallazgos estructurales como los arcos apuntados y las bóvedas de crucería para generar edificios diáfanos. Sin embargo, se evita el exceso de decoración apostando por una arquitectura rotunda y sobria: nada debe distraer al monje en su propósito: orar y trabajar.

En siglos posteriores se restauró buena parte de las dependencias del monasterio para acometer ampliaciones o adaptar algunos espacios a los nuevos tiempos. Fue especialmente decisiva la intervención del siglo XVIII, ya en época tardo barroca, que ocultó muchos tesoros, algunos de los cuales fueron redescubiertos en las restauraciones que se iniciaron a finales de los 90 del pasado siglo una vez que el conjunto es declarado Monumento Histórico-Artístico Nacional.

Monastario de Piedra
Las ruinas de la iglesia del Monasterio de Piedra. Fuente: Wikipedia

Actualmente, el visitante puede recorrer el claustro, la sala capitular, el altar barroco, el calefactorio, el refectorio, así como la propia iglesia parcialmente destruida pero que tiene el clásico encanto de la ruina.

El primer chocolate de Europa y el vino de Calatayud

Pero además de empaparnos del ascético espíritu medieval entre los gruesos muros del Monasterio de Piedra, la visita al complejo también nos permite conocer otra vertiente de la vida de los monjes… porque ellos también comían y bebían.

Se dice que el primer chocolate a la taza del continente se elaboró tras los muros del Monasterio de Piedra. Recordemos que el cacao llegó a Europa en el siglo XVI procedente de América. Fue allí donde viajó el monje cisterciense Fray Jerónimo de Aguilar, acompañando a Hernán Cortés. El monje envió desde el otro lado del mundo un saco con semillas y una receta a Antonio de Álvaro, abad del Monasterio de Piedra: las semillas debían ser trituradas y mezcladas con vainilla, canela y/o azúcar para mitigar su amargor. No queremos ni imaginarnos lo que sentirían los monjes cuando posaron sus labios en aquel néctar divino.

Monasterio de Piedra
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En nuestra visita al Monasterio de Piedra podemos profundizar en esta sorprendente y dulce historia en la exposición la Historia del Chocolate en Piedra ubicada en la Cocina Conventual del recinto monacal.

Y no nos olvidemos del vino, por supuesto. El Monasterio también ofrece al visitante el Museo D.O. Calatayud que en 2018 reabría sus puertas restaurado aprovechando la conmemoración del 800 aniversario del complejo. El museo expone la llegada del vino a la comarca de Calatayud, la relación de los monjes con el cultivo de la vid, así como los métodos de elaboración actuales vinculado a la Denominación de Origen.

El Parque Jardín Histórico del Monasterio de Piedra

Cuando Juan Federico Muntadas hereda la propiedad del Monasterio de Piedra de su padre Pablo aborda la transformación de la antigua huerta monacal en un jardín paisajístico. Además de crear el primer centro de piscicultura de España naturalizando la trucha común y el cangrejo ibérico en las aguas del Piedra, Muntadas se inspira en las enseñanzas del jardín paisajístico romántico que tan de moda estuvo durante buena parte del XIX aprovechando su vergel edénico marcado por la abundancia de agua y vegetación.

Actualmente, el parque es lo más celebrado por la mayoría de visitantes del Monasterio que quedan maravillados ante la proliferación de cascadas, grutas, lagos y miradores que sorprenden durante todo el itinerario, buena parte de ellos fruto del encauzado artificial del río Piedra para generar espectaculares panorámicas.

Monasterio de Piedra
Fuente: Europa Press

Es el caso de la Cascada de la Cola Caballo, el lugar más fotografiado del parque. La famosa Gruta Iris, abierta ya en 1860, un fantástico ejemplo de fenómenos kárstico, es otro punto de interés, mientras que el Lago del Espejo o el Lago de los Patos ofrecen el contrapunto sereno a las cascadas.

Un lugar tan espectacular no podía pasar oculto tantos años, una vez que sus puertas abrieron tras la expropiación. Fotógrafos, artistas plásticos, músicos, escritores y cineastas pasaron temporadas deambulando por aquí buscando inspiración en el rumor de su silencio líquido. Personajes tan dispares como el paisajista Carlos de Haes, el escritor Paulo Coelho o el actor Johnny Depp —que llegó para rodar la película maldita de Don Quijote— se alojaron en el Monasterio de Piedra disfrutando de un paraje único que hoy sigue inspirando al viajero.