Cuando armamos una ruta de viaje a Barcelona, indudablemente uno de los primeros puntos turísticos que aparecerán en nuestra agenda es el parque Güell o Park Güell, un espacio de reunión habitual entre los turistas y todo un símbolo de Cataluña del que, sin embargo, se suele desconocer su historia. Por eso queremos detenernos en ella, para descubrir algunos de sus mayores secretos.
El origen del parque Güell
Lo primero, antes de hablar un poco de fechas, es comprender por qué existe este trazado tan particular y característico en la Ciudad Condal, y para ello tenemos que mencionar a Eusebi Güell, el mecenas que encargó a Gaudí un proyecto de urbanización pensando en las familias más pudientes del lugar, aprovechando los terrenos de su finca conocida como “la Montaña Pelada”.
Este sitio contaba con algunas ventajas realmente importantes respecto de otros lugares en donde pudiera haberse desarrollado la iniciativa, como por ejemplo un entorno con amplios parajes en los que reinaba la naturaleza, o las espectaculares vistas de la llanura catalana y el Mar Mediterráneo.
En este proyecto cabe destacar que la elección de Gaudí no fue casual, sino que Güell recurrió al reputado arquitecto porque pretendía imponer algunas condiciones de diseño muy específicas, relacionadas con que las distintas viviendas no obstaculizaran la vista al mar ni dejaran a algunos de los vecinos aislados de la luz solar, además de respetar la mayor parte de la superficie para los espacios naturales.
Güell tenía la idea de que este barrio residencial se pareciera lo más posible a los británicos, motivo por el que decidió denominarlo Park, en inglés, en lugar de parque, como así también exigirle a Gaudí que lleve adelante uniones entre las parcelas triangulares con caminos y escaleras que aprovecharan las cualidades propias del suelo, sin modificar su esencia original.
Pensando en colmar las expectativas del encargo, el máximo representante del modernismo catalán no sólo mantuvo en su zona los algarrobos y olivos clásicos de allí, sino que además los complementó con algunas otras especies mediterráneas con mínimos requisitos en cuanto a su mantenimiento, lo que lograría a la larga una buena imagen sin que hagan falta grandes cuidados de jardinería.
De hecho, también instaló sistemas de recolección de agua y riego tradicional de las regiones más rurales de España, asegurando que la vegetación guardaría una buena condición incluso durante las estaciones más secas cuando, de otro modo, se corría riesgo de erosión de la tierra.
Parque Güell, etapa por etapa
Ahora que sabemos las razones detrás de la construcción de este espacio, resulta fundamental analizar cuáles fueron las distintas fases que se atravesaron, hasta convertirse en lo que hoy vemos.
Todo comenzó en el año 1900, cuando el trabajo inicial fue el de nivelar el terreno para permitir el levantamiento de las grandes mansiones, si bien se demoró hasta tres años la primera publicación oficial que daba cuenta de los avances de las obras, cuando en el Anuario de la Asociación de Arquitectos se informaba sobre la finalización de algunos de los puntos comunes del parque, como por ejemplo los pabellones que daban acceso a la entrada o la escalinata principal.
Menos de un lustro más tarde, para 1907, el Parque Güell ya era un lugar de encuentro de la alta alcurnia catalana, que celebraba allí eventos de todo tipo, tanto al aire libre en la gran plaza, como bajo techo en la Sala Hipóstila, ya terminada por aquella época. En el año 1914, se tiene la certeza de que el banco cerámico que rodea a la misma también se usaba de forma asidua.
En cuanto a los primeros propietarios del barrio, se sabe que uno de ellos fue el abogado Martín Trias i Domènech, amigo personal de Güell, y quien decidió dejar el diseño de su chalé al también popular arquitecto Juli Batllevell. Incluso, para acelerar las ventas, Josep Pardo i Casanovas y Francesc Berenguer realizaron una casa como “muestra” de la imponencia del sector.
Cuenta la historia que el propio Gaudí fue otro de los residentes que rápidamente fijaron domicilio en el Parque Güell, trasladándose allí con parte de su familia en 1906. Al año siguiente, Güell hizo lo propio, al quedarse con la Casa Larrard, prácticamente la única construcción que permanecía desde antes de que el proyecto comenzara bajo su tutela.
El traspaso de urbanización privada a parque público
Más allá de todo lo que hemos mencionado hasta aquí, probablemente la mayoría de los lectores sean conscientes de que éste es, en la actualidad, un parque público. Y se estarán preguntando cómo una urbanización con fines privados como aquella se transformó en un sitio libre para el público.
Lo que ocurre es que, en los años y décadas siguientes, la iniciativa poco a poco comenzó a perder fuerza, primero por las complicadas negociaciones para vender las parcelas, y más tarde como consecuencia de una planificación a nivel ciudad que contemplaba medios de transporte adecuados para llegar hasta allí. Eso, sin centrarnos en ese halo de exclusividad que resultó un elemento de exclusión.
Para mediados de la década de 1910, muchas de las construcciones habían sido completamente abandonadas y, de las cerca de 60 viviendas que se preveía estuvieran ocupadas por sus ilustres propietarios, apenas había en funcionamiento un par. Por lo tanto, y casi de modo natural, el parque se convirtió en un espacio de reuniones, de enorme atractivo pero sin residentes estables.
Mientras poco a poco se le comenzaba a citar en algunas de las guías turísticas de Barcelona, Güell murió en su casa del parque en 1918, y sus herederos tomaron la decisión de facilitar la adquisición del lugar al Ayuntamiento, opción que se acordó oficialmente en 1922, aunque fue finalmente cuatro años más tarde cuando abrió las puertas el Park Güell como un sitio público.
Desde esos días hasta la actualidad, el parque se ha colocado como uno de los puntos turísticos obligados en el itinerario de cualquier viajero, uno reconocido además como Monumento Artístico en 1969 y declarado Patrimonio Cultural de la Humanidad por la UNESCO en 1984.
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