Ubicado a las afueras de la ciudad de Ávila se encuentra Nuestra Señora de Sonsoles, un santuario que es especialmente querido por la población abulense. Además de su bonito entorno, lo que más llama la atención a sus visitantes es un sorprendente hallazgo que encontrarán dentro de la ermita. Nada más y nada menos que un gran cocodrilo que ahora luce disecado dentro de una urna pero que, durante mucho tiempo, se podía ver colgando del techo de la iglesia. ¿Cómo llegó este reptil hasta aquí? Descúbrelo con nosotros en esta curiosa historia que nos hemos permitido alimentar con un poquito de imaginación.
Cuenta la leyenda que un noble abulense, llamémosle Diego Dávila, escuchó desde su castillo las historias que llegaban desde las Indias y quiso ser protagonista de las mismas. Valiente y audaz como era, decidió marchar al fin del mundo en busca de fortuna y aventuras. Tras una larga travesía en carruaje siguiendo la Vía de la Plata llegó a Sevilla y se embarcó en una de las primeras naos que partieron siguiendo la hazaña de la Santa María y sus dos compañeras.
Desembarcó en lo que ahora es Panamá, en la región de Portobelo, uno de los primeros asentamientos españoles en el Nuevo Mundo. Pronto se le asignó un pequeño grupo de soldados y de exploradores para que se aventurasen en la jungla y registrasen todo lo que pudieran localizar. La tierra era tan inhóspita y la naturaleza tan salvaje que ni siquiera los nativos se atrevían a acercarse. Y allí se encontraba un abulense, acostumbrado a los bosques y la estepa castellana, en mitad de una selva que nunca habría sido capaz de imaginar.
Fue entonces cuando sucedió un acontecimiento que pasaría a la historia.
El cocodrilo de Sonsoles
Parecía una jornada tranquila. El día anterior habían conseguido avanzar unos treinta kilómetros hacia el sur y hallaron un bonito lago al que los nativos conocían como Alajuela. El grupo de exploradores se encontraba bastante cansado del viaje y maltrecho del constante ataque de los insectos tropicales así que decidió descansar ese día junto al agua en una playa de piedras rodadas. Todo transcurría de forma relajada, en una sensación similar a la que siglos después tendrían los turistas que llegan al Caribe.
Diego Dávila decidió dar un pequeño paseo junto al lago y se adentró en una zona rocosa para mojarse los pies. De pronto, una sombra alargada se movió de forma rápida bajo el agua y volvió a desaparecer. El noble se levantó asustado y apenas había conseguido subir a la orilla cuando un violento cocodrilo emergió del agua y se lanzó presto para atacar. Habitualmente aletargados, resulta complicado imaginar la velocidad que pueden alcanzar estos grandes reptiles cuando se disponen a cazar a su presa.
No había salvación posible. Diego alcanzó cómo pudo el bastón que le había ayudado en su caminata, cerró los ojos y rezó a la Virgen de Sonsoles para que salvase su vida. Cuando volvió a abrirlos, descubrió sorprendido que su bastón se había convertido en una afilada espada. El cocodrilo abría ya sus fauces a menos de un metro de distancia así que, sin tiempo para pensar, levantó raudo el arma y asestó un golpe preciso y certero en el cuello del reptil, quien tras unos angustiosos lamentos se dejó caer sobre un costado.
Aún no repuesto del susto, el noble volvió temblando al improvisado campamento para contar el increíble acontecimiento. Algunos de sus compañeros no creyeron la historia y quisieron ir al lugar para comprobarlo con sus propios ojos. Al descubrir que la historia era verdad se quedaron impactados por la imagen del cocodrilo con la herida causada por la espada y fue entonces cuando a Diego Dávila se le ocurrió que debía entregar el cocodrilo a la Virgen de Sonsoles para agradecerle que le hubiera salvado la vida.
Cargaron con el cuerpo aún caliente del cocodrilo a través de la espesa jungla y luego consiguieron introducirlo en una de las jaulas que habían llevado para investigar a la fauna local. El animal los acompañó durante el resto de la penosa exploración, que duró varios años, y finalmente en el trayecto en barco de vuelta a España y, más concretamente, a la ciudad de Ávila.
Fue así, de esta forma, como un cocodrilo, que a mediados del siglo XVI vivía tan tranquilo en un lago de Centroamérica, terminó pasando el resto de su existencia en un pequeño santuario a las afueras de Ávila. Hoy, cinco siglos después, sigue sorprendiendo y alimentando la imaginación de todas las personas que visitan ese mágico lugar.
*Este es un relato de ficción desarrolla y amplia con algo de imaginación la leyenda original sobre el origen de cocodrilo de Sonsoles. Al fin y al cabo, las leyendas, leyendas son.
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