Atravesando las comarcas de Urola Erdia, Urola Garaia y Debagoiena, además del parque natural de Aizkorri-Aratz, la ruta de los tres templos es un itinerario que sigue los primeros pasos de Ignacio de Loyola desde su localidad natal camino de Jerusalén.
El militar y líder religioso vasco inició así un camino espiritual que le llevó a convertirse en una leyenda de la fe católica hasta fundar la devota y polémica Compañía de Jesús que lideraría la Contrarreforma y se erigiría en uno de los movimientos religiosos de mayor influencia desde el siglo XVI.
La ruta de los tres templos y el Camino Ignaciano
Nacido en 1491 en el seno de la familia noble de la casa de Balda de Azcoitia, Ignacio fue alcanzado por una bala de cañón en una batalla en Pamplona que le tendría convaleciente durante meses. Fue durante este tiempo cuando comenzó a leer libros vinculados al cristianismo que llevaron a abandonar las armas y entregar su vida a la fe católica.
En 1522, Ignacio inicia un camino que le conducirá hasta Manresa primero para finalmente llegar a Jerusalén. La ruta de los tres templos (GR 286) recrea en tres etapas por tierras guipuzcoanas parte del recorrido inicial del Camino Ignaciano, un itinerario de 27 etapas que atraviesa Euskadi, La Rioja, Navarra y Aragón hasta Manresa, donde, según la leyenda, Ignacio permaneció diez meses recluido en una cueva donde comenzó a elaborar sus famosos Ejercicios Espirituales.
Santuario de Loiola
La ruta de los tres templos se inicia en el Santuario de Loiola, entre Azpeitia y Azcoitia, el lugar que vio nacer a Ignacio. Fue el 28 de marzo de 1689, más de un siglo después de que muriera el fundador de la Compañía de Jesús, cuando sus seguidores tomaron posesión de la casa torre familiar donde había nacido poniendo la primera piedra del que se convertiría en uno de los complejos arquitectónicos más relevantes del País Vasco.
La vieja casa torre aún conserva los cimientos medievales construidos en tiempos de Beltrán Ibañez de Loyola, tatarabuelo de Ignacio. El cuerpo superior en ladrillo de estilo inconfundiblemente mudéjar se construyó en tiempo de Juan Pérez de Loyola, abuelo de Ignacio.
En el último piso de la casa se ubica la Capilla de la Conversión, la habitación en la que el futuro líder de los jesuitas se recuperó de sus heridas de guerra prometiéndose una peregrinación a Jerusalén.
Pero el edificio que destaca por encima del resto en el santuario es la basílica inaugurada en 1738 con un diseño de Carlo Fontana, uno de los grandes nombres del barroco europeo: impresionantes son las escaleras que dan acceso al recinto, así como la cúpula de 20 metros de diámetro y 65 metros de altura que durante siglos hizo temer por un posible derrumbe. Finalmente, en 1992 se restauró y aseguró su estructura.
Tras dejar el santuario de Loiola nos dirigimos hacia el sur adentrándonos en Zumárraga, uno de los municipios septentrionales de la comarca del Alto Urola. Ascendiendo el collado de Pagotxeta y bordeando los montes Samiño y Pagola se inicia el descenso hacia la localidad de Zumárraga. Tras bordear el monte Beloki alcanzamos la ermita de La Antigua punto final de esta primera etapa de 15 kilómetros de la ruta de los tres templos.
Ermita de La Antigua
Denominada gráficamente como la ‘catedral de las ermitas’, la ermita de La Antigua es un edificio radicalmente distinto al Santuario de Loyola. Humilde en su exterior ofrece un magnífico ejemplo de románico vasco destacando la portada abocinada de arcos ligeramente apuntados que, tras una escalinata, conduce al interior del templo.
Se cree que la ermita fue construida a lo largo del siglo XIII sobre un antiguo fuerte defensivo, siendo el año 1366 su primera referencia documental. Hasta 1576 fue la parroquia de Zumárraga hasta que cedió el testigo a Nuestra Señora de la Asunción en el propio caserío de la localidad guipuzcoana.
Cuenta la leyenda que los gentiles arrojaban piedras gigantes desde la vecina sierra de Aizkorri para impedir que se terminara el edificio, pero sus devotos constructores aprovecharon esos bloques de piedra para terminar los gruesos muros de la ermita que en su interior cobija su gran joya artística y estructural: un artesonado de madera de roble formado por un entramado de vigas, tirantes y tornapuntas.
Tras dejar la ermita, nos dirigimos hacia el sur cruzando Zumárraga y bordeando Legazpi en una segunda etapa de 16 kilómetros que comparte parte del trazado con el Camino Ignaciano: los montes Argixao y Trapalata, la mole de Aizaleku, el parque de Mirandaola y el Espacio Chillida son algunos de los hitos naturales y artísticos que encontraremos en esta ruta hacia Brinkola.
Santuario de Arantzazu
La última etapa de la ruta de los tres templos tiene casi 11 kilómetros y nos conduce a la vera del río Urola superando el embalse de Barrendiola, las laderas septentrionales de la sierra de Aizkorri adentrándonos en el parque natural de Aizkorri-Aratz. Tras pasar la majada de Duru vislumbramos ya el final de esta ruta de los tres templos, el impresionante santuario de Arantzazu.
Como si se tratase de un manual de arquitectura de los últimos 7 siglos, la ruta de los tres templos conduce, por último, a una de las joyas del arte contemporáneo vasco en el que colaboraron arquitectos y artistas de la talla de Sáenz de Oiza, Oteiza o Chillida.
Entre los barrancos, valles y sierras, el santuario de Arantzazu domina un entorno natural de belleza asombrosa. Cuenta la leyenda que fue aquí donde un pastor se topó con la Virgen sobre un espino, encuentro del que derivaría el nombre: “¿Arantzan zu?” (¿Tú en un espino?). Tras sobrevivir a varios incendios fue en 1951 cuando se decidió hacer una basílica completamente nueva acudiendo al proyecto de Sáenz de Oiza y Luis Laorga.
“Robusta, francamente agreste desechando materiales decorativos pero extraños como el mármol o el bronce y consiguiéndose la riqueza con materiales losales, piedra, cal, madera, hierro forjado…”. Así presentaron los arquitectos el proyecto tras colocarse la primera piedra.
Y vaya si cumplieron lo prometido: la basílica de Arantzazu es una joya brutalista cuyo atrevimiento chocó en primera instancia con las autoridades religiosas que finalmente dieron luz verde a la finalización del proyecto. Hoy, el santuario de Arantzazu permanece como uno de los conjuntos arquitectónicos más singulares del País Vasco, última parada de esta ruta de los tres templos.
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