Son tiempos brumosos e inciertos en los que el horizonte se muestra equívoco. Cuando el alma tiembla, la razón se nubla y trata de buscar un asidero en un rincón apartado, tal vez en una época pretérita. Así triunfó el Romanticismo, un movimiento cultural que entró en España de la mano de autores como Enrique Gil y Carrasco, uno de los padres de la novela histórica española.
Para conocer mejor su obra y su pensamiento qué mejor que seguir sus pasos por El Bierzo, su tierra natal, una comarca romántica y nebulosa, ideal para esta época del año, perfecta para estos tiempos oscuros.
De Villafranca del Bierzo a Las Médulas
Comenzamos nuestra ruta romántica por El Bierzo en Villafranca, localidad natal de Enrique Gil y Carrasco (1815 – Berlín, 1846). Con sus casi 3.000 habitantes es considerada la capital histórica de la comarca. Gil y Carrasco nació en una casa de la calle del Agua, la vía principal de la villa en la que destacan diversas casas blasonadas como el Castillo-Palacio de los Marqueses. De hecho, su padre fue administrador de los bienes del marqués de Villafranca, aunque posteriormente sería acusado de malversación perdiendo su trabajo.
Además de esta bella calle empedrada, el visitante debe disfrutar del profuso patrimonio arquitectónico religioso destacando el monasterio de San Francisco de Asís del XIII o la iglesia de San Juan iniciada a finales del XII.
A apenas 10 minutos al sur de Villafranca está Corullón, una de las visitas que Gil y Carrasco plasmó en su serie de artículos de viajes por el Bierzo luego agrupado como Bosquejo de un viaje a una provincia del interior (1842). De Corullón, Gil y Carrasco destaca la iglesia de San Esteban y la de San Miguel así como el Castillo y las murallas que el autor pone en relación con Ponferrada y los templarios, orden que fascinó al autor berciano como a otros tantos románticos y que tomó como base para El señor de Bembibre, su obra maestra.
A 10 kilómetros al este de Villafranca esta Cacabelos, otra parada obligada de la comarca. Con sus 5.000 habitantes, es una de las localidades más pobladas de la comarca. Muy cerca de aquí está el Castro Ventosa, de época prerromana, en la que Enrique Gil quiso descubrir el origen mítico de El Bierzo.
Al norte de Cacabelos, el viajero debe pasar también por el hermoso Palacio de Canedo del siglo XVII reconvertido desde hace años en bodega y hotel. Y al sur otra construcción que tiene una gran importancia en El Señor de Bembibre: el Monasterio de Santa María de Carracedo fundado a finales del siglo X alcanzando su esplendor entre los XVI y XVIII.
A una media hora al sur de Carracedelo nos adentramos en uno de los territorios naturales más fascinantes de la provincia de León: Las Médulas. Originalmente una mina de oro romana —dicen que la mayor mina de oro a cielo abierto del Imperio—, el trabajo de ingeniería que alteró al paisaje natural legó a la postre un entorno de piedras rojizas y verdes tapetes que impresionan al viajero. Gil y Carrasco deja constancia de la belleza de Las Médulas y del vecino Lago de Carucedo tras su viaje de 1840: “Se asemeja a un monumento levantado por la mano de una raza de gigantes”.
De Ponferrada a Bembibre
A media hora al noreste de Carucedo, abandonamos por un momento el pasado mítico de la comarca para acercarnos a Ponferrada, capital del Bierzo, y eje económico e industrial del territorio.
Pero en Ponferrada también percibimos ese pálpito romántico: solo hace falta acercarse al Castillo de los Templarios para sentir el rumor de aquellos tiempos idealizados de capa y espada que tanto veneraron Gil y Carrasco y sus contemporáneos. A finales del siglo XII, el rey Fernando II de León admite que los templarios establezcan una encomienda en Ponferrada que se asientan en esta fortaleza hasta que la Orden es disuelta a principios del XIV.
Gil y Carrasco pasó buena parte de su vida en Ponferrada dejando constancia en diversos poemas de la fascinación que sintió por las ruinas del castillo. En la plaza del Ayuntamiento de Ponferrada se conserva una vivienda en la que el escritor vivió durante su infancia y a la que regresó en varias ocasiones para recuperarse con el aire puro berciano de la tuberculosis que le aquejaba desde muy joven.
Seguimos ruta hacia el sur y llegamos a Peñalba de Santiago, desde 2016 perteneciente a la Red de Pueblos más Bonitos de España, que destaca por su entrañable arquitectura popular rodeada de montañas y por custodiar la iglesia mozárabe de Santiago de Peñalba, una de las joyas arquitectónicas prerrománicas del norte peninsular.
Construida en la primera mitad del X en tiempos de Ramiro II cuenta con una planta con ábsides contrapuestos, algo muy poco habitual. Así mismo, albergó la Cruz de Peñalba, símbolo de El Bierzo, y que se encuentra actualmente en el Museo de León a la espera de que retorne a la comarca tal y como reclaman las autoridades bercianas desde hace años.
El impresionante entorno natural de Peñalba de Santiago es conocido como el Valle del Silencio, situado en las faldas del pico Aquiana en los montes Aquilanos, zona en la que también abundan las ermitas de origen medieval a las que durante siglos se trasladaron anacoretas para aislarse y dedicarse por completo a la oración: sin duda, una buena elección si lo que uno busca es soledad en un entorno montaraz.
De regreso al norte, el viajero puede hacer parada en El Acebo de San Miguel, uno de los pueblos de la comarca estrechamente vinculados desde antiguo al Camino de Santiago y que también cuenta con un fantásticos ejemplos de arquitectura popular en sus calles empedradas.
“En una tarde de Mayo de uno de los primeros años del siglo XIV, volvían de la feria de San Marcos de Cacabelos, tres al parecer criados de alguno de los grandes señores que entonces se repartían el dominio del Bierzo”. Así empieza El Señor de Bembibre, la obra por la que Gil y Carrasco pasaría a la historia de la literatura siendo considerada heredera de Walter Scott y precursora del género histórico en la literatura española.
Y no se nos ocurre mejor forma que terminar nuestra ruta romántica por El Bierzo que en Bembibre, localidad que da nombre a la obra. La iglesia de San Pedro, el santuario Ecce Homo y el propio Parque Gil y Carrasco nos recuerdan el legado de este escritor que como ‘buen’ romántico murió joven mientras ejercía de diplomático en Berlín.
Aunque la muerte no le cogió por sorpresa debido a su larga enfermedad: “Yo no tengo una madre ni una esposa/ que vengan a llorar en mi ataúd/ ni que escriba en mi extranjera losa/ las penas de mi amarga juventud”. Hubo que esperar casi 150 años para que los restos mortales del escritor volvieran a Villafranca del Bierzo: en 1987 el autor berciano descansaba por fin en la iglesia de San Francisco de su localidad natal.
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