La provincia de Badajoz ha sido durante mucho tiempo una región ciertamente olvidada por el turismo salvo por la histórica e interesante ciudad de Mérida. Pero, enclavada en una zona de auténtica belleza natural, termina sorprendiendo sin excepción a los viajeros por un cúmulo de pequeños pueblos llenos de historia y de sorpresas.

Viajamos hasta la comunidad autónoma de Extremadura para conocer los pueblos más bonitos de Badajoz. La lista es interminable así que seguro que nos hemos dejado alguno. Si es así esperamos que nos lo recomiendes en los comentarios.

Zafra

Zafra

Situada de forma estratégica en los caminos que unían Sevilla, Madrid y la propia Badajoz, Zafra ha sido durante toda la historia un enclave comercial de gran importancia. Y su crecimiento fue especialmente positivo tras el descubrimiento y la conquista de América, en la que participaron algunos de sus más ilustres vecinos, trayendo muchas riquezas a la localidad.

De esta época datan el bonito edificio del Ayuntamiento o el espectacular Palacio de los Duques de Feria, que hoy alberga el Parador de Turismo. Pasear por Zafra nos permitirá descubrir rincones con mucho encanto como su Plaza Grande o la Plaza Chica, así como algunos interesantes templos como la imponente Iglesia de la Candelaria, que cuenta en su interior con algunas obras de Zurbarán.

Jerez de los Caballeros

Jerez de los Caballeros
Jerez de los Caballeros

A menudo confundida con la ciudad gaditana, Jerez de los Caballeros merece tener nombre y prestigio propio. La Ciudad de las Cinco Torres se encuentra ubicada en la comarca de la Sierra Suroeste, a más de 500 metros de altitud, y puede presumir de una historia que se remonta a la prehistoria como puedes comprobar si visitas alguno de los dólmenes que se han localizado en sus alrededores.

Y a lo largo de esa historia, Jerez de los Caballeros ha ido atesorando un importante patrimonio monumental que atraviesa diferentes estilos como el mudéjar, el gótico o el barroco. Cuenta con importantes templos como la Iglesia de Santa María de la Encarnación, la Iglesia de San Miguel Arcángel o la Iglesia de San Bartolomé, cuya torre nos recordará inevitablemente a la Giralda de Sevilla.

No podemos olvidar tampoco las murallas y su castillo templario levantado sobre una antigua alcazaba musulmana. No obstante, esta villa fue el último bastión de los templarios en Europa y a ellos les debe la segunda parte de su nombre. Cada mes de julio se celebra un importante festival medieval que no puedes perderte para conocer la historia de esta legendaria y polémica orden de caballeros.

Alburquerque

Alburquerque

Muy cerca de la frontera con Portugal, llegamos a Alburquerque, cuyo nombre en latín significa “país de los alcornoques”. Su ubicación estratégica le convirtió en lugar de habituales batallas entre los reinos españoles y portugueses. Como recuerdo de esos convulsos tiempos han quedado el Castillo de Luna, la muralla defensiva con varias torres bien conservadas o el Castillo de Azagala, a unos doce kilómetros de la ciudad.

Pero todo su centro histórico conserva un encanto muy especial. No podemos irnos sin pasear por el barrio gótico-judío, conocido como “Villa Adentro” e imaginar las historias y leyendas que esconden sus callejuelas y su bonito conjunto de casas medievales. La Iglesia de San Francisco o la Iglesia de Santa María del Mercado son otros puntos de especial interés en esta hermosa villa.

Azuaga

Azuaga – Foto de Luis Rogelio

Nos vamos al otro extremo de la provincia, al borde de Sierra Morena para descubrir la ciudad de Azuaga. El nacimiento de Al-Ándalus fue el comienzo de una época de especial prosperidad para esta localidad, que se convirtió en un importante enclave para el nuevo reino musulmán. No quedaron muchos restos de esta etapa tras la reconquista, pero aún podemos ver algunos restos del castillo o alcazaba, así como la característica arquitectura de su barrio mudéjar.

En los siglos XIX y XX, la explotación de sus minas de plomo la convirtió en el primer productor a nivel mundial y la ciudad aprovecho esa riqueza para engalanarse. De esta época es su sorprendente y moderno trazado urbano de calles anchas, bonitas plazas y edificios señoriales que tan agradables hacen los paseos. No olvides visitar la Iglesia de Nuestra Señora de la Consolación o la Iglesia de la Merced.

Llerena

Llerena

Otro importante enclave templario fue Llerena, que llegó a ser sede de la Mesa Maestral de la Orden. Su importancia continuó hasta buena parte del siglo XVII, siendo durante varios siglos la segunda ciudad más habitada de Extremadura, pero en el siglo XVIII varios hechos históricos como la Guerra de Independencia o la desamortización de Mendizábal destruyeron la economía de la localidad y la cercó en una profunda crisis.

Pero buena parte de la belleza que se acumuló en esa época dorada aún se puede disfrutar en Llerena. La sorprendente Iglesia de Nuestra Señora de la Granada es posiblemente el edificio más emblemático de la ciudad. Situada en la Plaza de España, destaca su fachada barroca en blanco calado con una balconada de dos pisos que se añadió en el siglo XVIII sobre uno de los laterales de la iglesia original. En la misma plaza se encuentra el bonito portalón de la Casineta, donde se cree que vivió Francisco de Zurbarán.

Olivenza

Olivenza

La villa de Olivenza perteneció a Portugal durante gran parte de su historia y todavía es fruto de reivindicaciones en nuestro país vecino, que reclama su pertenencia. Pero a nosotros, como simple visitantes, lo que nos importa realmente es su bonito conjunto monumental fruto, precisamente, de esa constante disputa entre ambos países.

El castillo de Olivenza es su símbolo más representativo, con unas características murallas del siglo XIV, especialmente robustas, y sus torres defensivas que aún conservan los matacanes. El centro histórico del pueblo es un buen ejemplo de la arquitectura tradicional de esta región con edificios tan interesantes como la Iglesia de Santa María del Castillo o el propio Ayuntamiento.