Francia puede presumir de tener una de las gastronomías más prolíficas y reputadas el mundo. Además de ser la cuna de algunas de las técnicas más empleadas en los fogones, la cocina francesa se sustenta sobre productos de gran calidad, a partir de los cuales se elaboran platos refinados, sofisticados y de lo más sabrosos, que son objeto de culto en medio mundo.
Esto la ha hecho valedora del (merecido) reconocimiento de Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad, colocando al país en el punto de mira de los viajeros con inquietudes culinarias. Estos son los platos y productos más típicos del recetario galo, que conviene probar para regresar con la sensación de haberse adentrado en su cultura gastronómica. Bon appétit!
Cassoulet
Es uno de los más representativos de su cocina y consuetudinarios, pues nació durante la Guerra de los Cien Años como consecuencia de la escasez de víveres a la que se enfrentaban los franceses tras al asedio de los ingleses.
Se trata de un guiso que tiene como ingrediente principal las alubias blancas, acompañadas de una suerte de componentes que varían en función de la región, siendo los más comunes el tocino, las salchichas, la costilla de cerdo o el pato confitado. Sin duda, un plato simple y sin ostentaciones, que sabe mucho mejor servido en cazuela de barro.
Foie gras
Este manjar, que ya era degustado por los egipcios, es uno de los más selectos de la cocina francesa; la crème de la crème. Su popularidad ha traspasado fronteras, pero también ha dado lugar a la aparición en escena de otras versiones que distan mucho de las auténticas, entre ellas el paté, que no es lo mismo al ser una mezcla de diferentes carnes.
Para que quede claro, el foie gras se obtiene únicamente del hígado del pato, la oca o el ganso. A la hora de degustarlo, lo ideal es hacerlo en solitario, aunque también lo hacen untado sobre un brioche tostado.
Soupe à l’oignons (sopa de cebolla)
Sencillo y reconfortante, este consomé constituye toda una institución de la cocina francesa. Se puso de moda durante el siglo XIX entre los más noctámbulos por su poder para mitigar los efectos de las reseca. Así que si se os va la mano con el Pinot Noir, el Chardonnay o el cognac, algunas de sus bebidas más típicas, siempre podéis recurrir a ella.
Como imaginaréis, el ingrediente principal es la cebolla, la cual se carameliza y se cocina en un caldo de carne y hortalizas. Una vez hecho, se cubre con rebanadas de pan y queso rallado y se gratina al horno.
Ratatouille, un clásico de la cocina francesa
Seguro que más de uno conoce esta elaboración gracias a la película del mismo nombre que Pixar estrenó en 2007, en la que el protagonista, Remy, logra triunfar con una versión moderna de esta receta. Sin embargo, no es un invento nuevo, pues forma parte de su cocina más tradicional desde hace años, sobre todo en la Provenza y Niza.
Puede considerarse primo hermano de nuestro pisto, pues incluye cebollas, pimientos, berenjena, calabacín, ajo y tomate, los cuales se guisan y aderezan con hierbas provenzales.
Coq au vin (pollo al vino)
Su origen se remonta a los tiempos de la ocupación romana de la Galia, si bien es cierto que la autoría se la disputan varias regiones. Posiblemente, el secreto de su permanencia en los fogones franceses se debe a la sencillez de su elaboración y, por supuesto, a que sabe a gloria. Se trata de pollo (antiguamente se hacía con gallo) estofado en vino y algunas hortalizas como cebolla o nabo.
Postres y quesos
A la hora de endulzar el paladar, el apartado repostero en la cocina francesa es también de lo más generoso. Así, las propuestas más tradicionales son los macarons, la tarta Tatin (una tarta de manzana que se presenta al revés), los crepes, la crème brûlée, el croissant, el coulant o la mousses, especialmente la de chocolate.
Tampoco podemos olvidar que Francia es una de las grandes regiones queseras del mundo. Tanto es así que sus habitantes se vanaglorian de tener un queso para cada día del año. Los más populares son el cammebert, el reblochon y el brie y el roquefort.
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