Conectar, colaborar, participar. Son términos empleados habitualmente en el discurso cultural: se invita a los ciudadanos a hacer comunidad, a hacer barrio, a estrechar el contacto compartiendo ideas, reflexiones y críticas para mejorar el entorno, para avanzar en el cumplimiento de objetivos comunes. Pero, a menudo, estas buenas intenciones no fraguan porque faltan espacios y medios para abordarlas. Medialab Madrid aspira a convertirse en ese centro en el que los ciudadanos de la capital puedan participar, conectar y colaborar.
De espacio no va nada mal, especialmente desde la rehabilitación de la Serrería Belga, en 2013, enclave ubicado en la Plaza de las Letras, a un paso del Paseo del Prado, de ahí el apellido Prado que acompaña a Medialab. Del sótano con el que comenzó el centro cultural pasó a contar con 4.000 metros cuadrados. ¿Y los medios? Superando los 2 millones de euros de presupuesto, Medialab ofrece al ciudadano desde impresoras 3D a cortadoras láser pasando por fresadoras o máquinas textiles. Pero también tienen cocinas, portátiles, aparatos de sonido, videojuegos…
Medialab Madrid: un secreto que quiere dejar de serlo
Pero a pesar de su presupuesto y sus medios, Medialab sigue perseverando para acercarse a la ciudadanía. Sus gestores, encabezados por el director de la institución, Marcos Gracía, no quieren que este inimitable centro cultural madrileño sea un secreto, ni que esté guardado. Y para ello, tratan de explicar su discurso de la forma más sencilla posible: “Medialab es un lugar al que la gente va hacer cosas en colaboración”. Así mejor, ¿no?
Fue en el año 2000 cuando surge MedialabMadrid en el Centro Cultural Conde Duque como programa del Área de las Artes, Deportes y Turismo del Ayuntamiento de Madrid. En 2007 pasa a su actual ubicación en la Plaza de las Letras, en el sótano de la Antigua Serrería Belga, momento en el que empieza a denominarse Medialab Prado.
¿Una serrería en Madrid? Sí, se trata una fábrica asociada a la Sociedad Belga de Fincas Españolas que operaba en Madrid desde el siglo XIX. Durante los primeros años del XX, el repunte del negocio lleva a los gestores de la sociedad a remodelar sus locales construyendo dos grandes naves en la zona del Paseo del Prado. Aquella remodelación se convirtió en una de las primeras construcciones en hormigón armado de Madrid.
Décadas más tarde, con la pérdida de actividad en los años 70, la serrería fue abandonada manteniéndose un hotel en una de las zonas del complejo. Pero un incendio en 2006 arrasó el espacio lo que llevó al Ayuntamiento a buscar una rehabilitación. Los arquitectos Víctor Navarro y María Langarita fueron los encargados de acometerla, ya con una idea clara del futuro uso del edificio: un centro cultural revolucionario que sirviera como punto de encuentro creativo abierto a todos los ciudadanos.
La rehabilitación de la Serrería Belga, que mantuvo buena parte de la estética industrial de las viejas naves madereras, fue todo un éxito tal y como reconocieron diversos premios como el Premio Sacyr a la Innovación 2014 en la categoría de Proyecto Construido.
Tal fue el interés que despertó esta rehabilitación que en el año 2014 Telefónica y el Ayuntamiento llegaron a hablar sobre la posible cesión del edificio a la compañía para albergar su laboratorio de startups. Aquella negociación hizo temblar los cimientos de Medialab que temió por su futuro. Finalmente, el centro cultural superó aquella crisis manteniéndose desde entonces en su ubicación en el entorno del Paseo del Prado.
Cinco años después, Medialab se ha consolidado, junto a Matadero, como una de las propuestas culturales más innovadoras de Madrid. De hecho, diversos centros culturales a lo largo del planeta, caso de Eyebeam en Nueva York o la Universidad de Birmingham, han tomado nota de la forma de trabajar de Medialab para incorporar algunos de sus hallazgos.
Medialab: un laboratorio de creación ciudadana
Y es que Medialab no es un centro cultural más: pretende romper las barreras entre lo institucional y lo ciudadano, entre lo artístico y lo social. Para ello enumera una serie de objetivos entre los que está “construir, impulsar y sostener comunidades de aprendizaje y de práctica en las que personas que provienen de mundos diversos trabajen juntas en el desarrollo de proyectos concretos”.
En este sentido, Medilab se organiza en seis laboratorios diferentes: AVLab (Laboratorio de experimentación de audio / video), CiCiLab (Laboratorio de Ciencia Ciudadana), InciLab (Laboratorio de Innovación Ciudadana), ParticipaLab (Laboratorio de Inteligencia Colectiva para la Participación Democrática), PrototipaLab (Laboratorio de Prototipado Creativo) y DataLab (Laboratorio de Datos Abiertos).
Así, por ejemplo, en DataLab se desarrolló durante el año pasado un taller de Periodismo de Datos para seguir el rastro de la comida: “De la semilla a tu plato” o cómo saber qué comer y cuándo. Por su parte, en AVLab, a lo largo del pasado febrero, pudimos disfrutar de la 11ª edición de IN-SONORA, una muestra internacional de arte sonoro e interactivo. Mientras tanto en ParticipaLab se celebraba CoderDojo, una iniciativa para enseñar a programar a niños y jóvenes. Y en CiCiLAB se reúnen un grupo de ciudadanos para estudiar el nivel de contaminación acústica de Madrid. Y mucho más…
Con todo, los gestores de Medialab son conscientes de que en su peculiar carácter se encierra también su hándicap: ser refugio y no foro, ser reducto y no diverso. Pero medios y actitud tienen para lograr su principal objetivo: convertirse en el centro cultural que mejor abraza Madrid.
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