El 22 de octubre abría sus puertas el nuevo Museo Munch, un edificio ubicado en el barrio de Bjørvika, donde confluye el río Akerselva y el Fiordo de Oslo. El estudio de arquitectura Herreros ha sido el encargado de diseñar este edificio que aspira a convertirse en un icono a la altura de la vecina Operahuset que se llevó el premio Mies van der Rohe en 2009. Acompáñanos en esta vista al Museo Munch, una joya ‘española’ que alberga más de 26.000 obras del legendario artista noruego.
Museo Munch, el ‘último grito’ en Oslo
“Tengo el legado del artista más importante de la historia de Noruega y contemplo con fascinación Oslo y el fiordo porque es la ciudad y sus sueños colectivos los que me han construido”. Con estas palabras resume Juan Herreros el concepto que sostiene el edificio que alberga la inabarcable colección del nuevo museo Munch.
Juan Herreros y su socio Jens Richter, directores del estudio de arquitectura Herreros con sede en Madrid, ganaron ya hace 12 años el concurso que promovió la ciudad de Oslo para sustituir al viejo museo de Tøyen al norte de Bjørvika. Fue por aquel entonces cuando Herreros se establece en solitario tras su colaboración con Iñaki Ábalos.
Pero desde 2009, el proyecto ganador del arquitecto nacido en San Lorenzo de El Escorial tuvo que sufrir diversos avatares, incluyendo una cancelación y una reubicación. Por fin, el pasado 22 de octubre el sueño de Herreros y Richter abría sus puertas para orgullo de los noruegos.
Y lo hace apostando por la verticalidad, lo representativo, la cohesión urbana y la sostenibilidad. 26.000 metros cuadrados de superficie, 13 pisos, 11 galerías y 60 metros de altura de su torre inclinada, el elemento más significativo del edificio, una torre orgullosa pero que se inclina de forma simbólica para rendir homenaje a la ciudad de Oslo y a toda la nación.
Las fachadas del edificio y la propia torre están terminadas en aluminio perforado con diferentes grados de transparencia ofreciendo “una percepción enigmática y evanescente que reacciona a los leves estímulos del clima de Oslo ofreciendo imágenes muy diferentes según el momento”, tal y como señalan desde el propio estudio. Y es que el Museo Munch nace también con una misión muy ambiciosa, algo habitual, por otro lado, en los edificios de diseño de las grandes ciudades del mundo: convertirse en un icono urbano.
Lo hace tratando de conquistar una de las zonas más deslumbrantes de Oslo, la bahía de Bjørvika, a un paso de la Ópera de Oslo que ganó el prestigioso premio Mies van der Rohe justo el mismo año que el que Herreros se hacía con el proyecto del nuevo Museo Munch.
Y como no, la sostenibilidad es el último elemento que caracteriza este deslumbrante edificio, algo estrechamente vinculado a la sociedad noruega. Para ello, el estudio Herreros se ha inspirado la Passive House, un concepto nacido en Alemania en los años 80 y que se basa en el bajo consumo energético y el respeto medioambiental de las viviendas.
En suma, una obra monumental con diversas facetas, pero cuya principal función, no olvidemos, es ofrecer el mejor envoltorio posible para la colección que Edvard Munch cedió a la ciudad de Oslo tras su muerte en 1944.
Museo Munch: del robo del siglo al Estudio Herreros
El 22 de agosto de 2004 se desarollaba uno de los robos de arte más insólitos de la historia reciente. Dos hombres enmascarados y armados entraron en el Munchmuseet de Tøyen y se llevan dos obras: El grito y Madonna.
Aunque dos años después fueron recuperadas por la policía noruega, aquel incidente fue la gota que colmó el vaso para la paciencia de los oslenses: el siempre criticado Munchmuseet de Tøyen necesitaba un cambio drástico. Y más cuando no era la primera vez que se robaba El grito, aunque en ella ocasion el hurto se produjo en la Galería Nacional de Oslo.
Fue en 1963, casi 20 años después de que muriera Edvard Munch, cuando la capital noruega se vistió de gala para la apertura del museo que albergaría la inabarcable colección que el artista había cedido a la ciudad: nada menos que 28.000 obras, además de textos, fotografías, equipos, cartas y otras pertenencias personales.
Desde el principio, las autoridades tuvieron muchas dudas sobre dónde debía estar el futuro museo, optando finalmente por la zona de Tøyen, entre intrigas políticas y discusiones arquitectónicas: la más llamativa la que hacía referencia a la supuesta incapacidad de los gestores del proyecto para crear un escenario de estatus internacional a la altura de un artista de tanto calibre: demasiado pequeño, demasiado sencillo.
A buen seguro que Juan Herreros tuvo todas estas polémicas en mente cuando ofreció su diseño en el concurso de 2009 y a buen seguro también que la cancelación de 2011 no le pilló demasiado desprevenido, consciente de que, si se trata de Munch, todo es asunto de Estado en Noruega.
Pero, finalmente, en 2021, el nuevo Museo Munch abre sus puertas convirtiéndose, con sus 26.700 obras, en el museo más grande del mundo dedicado a un solo artista, aunque sola una parte de ellas estará presente en la colección permanente, entre las que por supuesto, se incluyen varias versiones de El grito.
Es la planta cuarta del museo la que acoge, en la colección denominada Infinito, buena parte de sus obras más emblemáticas como la también robada Madonna de 1894, Vampiro de 1895, o La Voz / Noche de Verano de 1896.
Y mucho más arriba, en lo alto de la torre, tras varias horas admirando la obra de uno de los más icónicos artistas de la historia del arte contemporáneo, el visitante puede deleitarse contemplando las mejores vistas de Oslo que desde ya ofrece el Museo Munch de Herreros que, confiemos, corra mejor suerte que su predecesor. Al menos para ello lo han diseñado: su estructura portante tiene una vida útil técnica de 200 años…
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