Nápoles es fascinante. Una ciudad distinta a cualquier otra. Hermosa, apabullante, caótica, golosa, pobre, exuberante, con mar, con palacios, con ruinas históricas y con castillos especiales. Un sitio que a nadie deja indiferente.
La gran mayoría de personas que la visitan quedan maravilladas por esa singular mezcla de elementos y por el ambiente de cierta locura y libertad que lo envuelve todo. Demos una vuelta por Nápoles y veamos a dónde nos lleva su caos.
Nápoles, a orillas del Mediterráneo
El carácter de Nápoles sería incomprensible sin su vecindad con el Mediterráneo. La ciudad mira al mar y a sus orillas están algunos de su mejores miradores. Desde algunos se puede ver la isla de Capri y sobre todo el perfil del Vesubio, uno de los volcanes más famosos del mundo, y cuya presencia amenazante, sin duda ayuda al carácter tan peculiar de los napolitanos.
Esa locura tan característica que tiene uno de sus lugares más carismáticos en el monumental Castillo del Huevo (dell’Ovo), en el mismo centro de la ciudad, aunque ocupe un islote sobre el mar. La leyenda dice que el poeta romano Virgilio escondió en los cimientos de esta fortaleza un huevo mágico. Y ahí debe seguir, ya que la misma leyenda que si ese huevo se cae y se rompe, lo mismo le pasara a todo el castillo, además de que Nápoles sufrirá una catástrofe.
El corazón monumental de Nápoles
A escasa distancia de este castillo y su leyenda se encuentran algunos de los lugares más monumentales de Nápoles. Es fácil ir caminado desde el mar hasta la espaciosa Plaza del Plebiscito rodeada por el pórtico de columnas que flanquean la iglesia redonda de San Francisco de Paula, y en los otros puntos cardinales tres palacios: el de la Prefectura, el Palacio Salerno y el Palacio Real.
Como decimos es sencillo y rápido pasear hasta aquí desde la orillas del mar, casi más fácil que ir en coche o en moto, ya que el tráfico puede ser demencial. Y además caminado podemos pasar por lugares como la entrada a la Nápoles subterránea o el Teatro de San Carlo, donde la ópera lleva sonando desde el siglo XVIII.
E igualmente si se va caminando hay que adentrarse en la Galería Umberto I. Un lujoso pasaje comercial que vuelve a plasmar esa variedad de paisajes urbanos que conviven en Nápoles. Porque a un paso de este reducto de elegancia construido a finales del siglo XIX, se abre Via Toledo y las callejuelas del pintoresco Barrio Español.
Barrio Español
En primer lugar aclaremos la denominación de esta céntrica barriada de Nápoles. Lo de “español” se debe a que durante siglos, la ciudad estuvo bajo dominio de la corona, primero aragonesa y luego española. Una vez aclarado esto, ya nos podemos olvidar de la historia y sencillamente pasear por estas calles.
Pasear estar atentos a ciertos buscavidas y llevar la cámara preparada para retratar ciertos detalles. Las motos pasando entre los peatones, coches aparcados en lugares imposibles, altares improvisados en las calles, tendedores que una fachada a otra, niños jugando al fútbol, gente tomando la fresca sin prisa. Todo un espectáculo urbano.
Spaccanapoli
Si el Barrio Español es de lo más típico y auténtico de Nápoles, esa locura continua y hasta se acrecienta en la calle Spaccanapoli, cuyo nombre podemos traducir por “rompenapoles”. Es una larga calle por el corazón antiguo. En su trazado aparecen palacio o iglesias como la del Gesú, San Domenico y hasta la catedral. Pero además de eso merece la pena fijarse en la gente, que literalmente vive en la calle. La esencia napolitana se descubre aquí.
Y sin duda parte de esa esencia recae en sus creencias religiosas, cuyo máximo exponente en la Catedral de San Gennaro, el santo patrón de la ciudad. Este templo es visita obligada, sobre todo para ver la Capilla del Tesoro y su museo. Pocos, poquísimos lugares del mundo guardan semejante cantidad de joyas: unas 21.000 piezas aproximadamente.
Más templos a visitar en Nápoles
La verdad es que en la ciudad abundan las iglesias de interés. Se pueden visitar infinidad, pero vamos a mencionar dos especialmente. Una la Capilla de Sansevero, donde es impactante ver la escultura del Cristo Velado de Sanmartino, una obra maestra del arte barroco. E igualmente queremos recomendar la visita a la Basílica de Santa Clara, y sobre todo pasear por su Claustro Grande, uno de los cuatro que tuvo este conjunto monumental cuyos orígenes fueron unos baños romanos.
Seguimos hablando de creencias en Nápoles
Ya hemos comentado que paseando por las calles napolitanas no hay que extrañarse de ver pequeños o grandes altares, en los que nunca faltan velas y flores. E incluso alguno viandante se puede parar a rezar o se santigua al caminar por ahí. Pues bien, algunos de esos altares pueden tener una figura muy peculiar. Ni más ni menos que Diego Armando Maradona, verdadero mito en Nápoles.
Y tampoco queremos dejar de hablar de otro altar muy peculiar. El grafiti de la Virgen de la Pistola que supuestamente pintó el famoso Bansky. Algo aparentemente irreverente en una ciudad tan creyente como Nápoles, pero que ha sido tan aceptado que hasta se protege por una urna de vidrio en la actualidad. Definitivamente, esta ciudad es distinta.
Comer en Nápoles
Tras tanto paseo, hay que recuperar fuerzas. O sea hay que sentarse a comer algo. Las opciones son abundantes y económicas. Basta con entrar a una trattoria y elegir entre sus platos de pasta, carnes y pescados. No obstante, es un pecado ir a Nápoles y no probar la especialidad local. Y es que en esta genial ciudad se inventó el plato más universal de todos los tiempos: la pizza.
Únete a la conversación