En ocasiones, cuando miramos postales e imágenes de diferentes destinos turísticos en los que pasar nuestras próximas vacaciones, podemos llegar a confundir unos con otros, ya que existen semejanzas en sus construcciones y espacios naturales. Sin embargo, con Cuba, y especialmente con la Habana, ocurre todo lo contrario. Este país y su capital no se parecen a ningún otro.
Con sus tradicionales Cadillac de la década de los años 50 que aún recorren las calles infestadas de vendedores ambulantes, su bellísimo Malecón y la siempre presente imagen del Che Guevara atestiguando la rutina de residentes y turistas, La Habana es un sitio al que hay que ir al menos una vez en la vida.
Desde la decadencia de un sistema económico que sufre un potente embargo, hasta el ejemplo que representa en materia de salud y educación para otras naciones teóricamente más desarrolladas, Cuba sabe guardar algunos de los secretos de su gente y su historia, los cuales descubriremos mientras nos abrimos paso a través del caos.
Qué ver en La Habana
La Habana vieja
Como prácticamente todos los destinos del mundo, La Habana cuenta con un sector que es el más antiguo a nivel local, aquel en el que se instalaron los primeros pobladores, y desde el cual fueron naciendo luego otros, permitiendo el crecimiento poblacional.
La Habana vieja, como se llama éste, sobresale por la estrechez de sus calles, que no llegan a opacar algunas verdaderas obras de arte tanto en estilo barroco como Art Decó, y que permiten a quienes caminan por ellas, trasladarse inmediatamente hacia el pasado, un pasado de añorado apogeo.
Uno de los puntos en los que vale la pena detenerse, aunque no por demasiado tiempo, es el Hotel Raquel de estilo Art Nouveau, seguramente donde mayor cantidad de turistas por metro cuadrado pueden verse en la capital. Si no quieres gastar dinero exageradamente en una consumición, mejor unas fotos y seguir.
Desde allí conviene emprender el camino hasta la Plaza de la Catedral que, a diferencia de lo que sucede en otras grandes urbes y sus barrios más viejos, es la más moderna dentro de la metrópoli. De tipo barroco, la Catedral de San Cristóbal de la Habana es un dolor de cabeza para los amantes de la simetría, pero también un sello distintivo de Cuba.
A unos pocos metros tienes el popular Callejón del Chorro. Y, no mucho más lejos la Calle Empedrado te da la bienvenida con uno de los lugares que no puedes dejar de conocer: la Bodeguita del Medio. Ve con paciencia, porque tendrás que lidiar con cientos de personas que están en tu misma situación. Si quieres probar uno de sus mojitos, lo más aconsejable es ir antes del mediodía. Pocos recintos en Cuba son capaces de hacer gala de tal atmósfera.
Ahora que te has relajado con tu mojito y posteriormente de comer algo en los sitios que vamos a sugerirte más adelante, es momento de visitar la Plaza de Armas, ubicada casi enfrente de la Catedral. Ésta sí es la más antigua de La Habana, y cuando asome frente a tus ojos creerás que ya la conoces, pues su Mercado de libros tiene fama internacional.
Mientras te desplazas esquivando y deteniéndote en los numerosos puestos, puedes adquirir algún suvenir para llevarte a casa o a algún ser querido, o simplemente desfilar disfrutando del ambiente hasta llegar al extremo en el que se halla el Castillo de la Real Fuerza.
Si eres amante de la arquitectura, o al menos de la historia, te dejará satisfecho saber que a poca distancia tienes la Plaza Vieja, otra de las plazas fundacionales de La Habana, un espacio que durante mucho tiempo fue la casa de los ejercicios militares del cuerpo cubano.
A sus alrededores se levantan edificios en diferentes estilos que van desde los neoclásicos hasta el Art Nouveau pasando por el barroco, algunos de ellos en un perfecto estado de conservación, y otros que han sido restaurados respetando el espíritu original que los distinguía. Dentro de la plaza tienes dos de los sitios más originales de La Habana: la Fototeca de Cuba y el Museo de Naipes.
Si ya estás algo cansado, y especialmente si comienza a caer la tarde, una buena opción puede ser descansar en la fábrica de cerveza artesanal denominada La Factoría, y por supuesto subir hasta su terraza, que ofrece vistas increíbles y música local para bailar en partes iguales.
Si de plazas se trata, la próxima si nos movemos hacia la costa es la Plaza de San Francisco de Asís, donde se erigen la Fuente de los Leones, la Iglesia y el Monasterio de San Francisco de Asís. Dentro de este espacio además tienes el Museo del Ron, bebida de gran consumo en toda cuba, y la Casa Museo del científico alemán Alejandro Humboldt.
En sus inmediaciones, y si aún no te has detenido, puede que se te acaben las excusas para no hacerlo cuando conozcas La Floridita. Al igual que La Bodeguita del Medio, es otro de los centros sociales a los que solía acercarse Hemingway cuando quería calmar su sed. Y tú puedes imitarle. Eso sí, aquí los daiquiris les ganan la partida a los mojitos.
Hasta este párrafo hemos mencionado los atractivos más importantes que tiene La Habana vieja, aquellos que no deberías perderte. No obstante, eso no significa que no haya otros que puedes incluir en tu itinerario si te interesan especialmente, como por ejemplo el gimnasio de boxeo de Rafael Trejo, de donde salieron varios de los campeones olímpicos de la isla.
Algo similar puede decirse de los Almacenes de San José Artisans, sin dudas el paraje perfecto para los que quieren comprar algunos recuerdos a buen precio. En apenas metros, tienes la cervecería y antiguo almacén de la madera y el tabaco, con una decoración ideal para vestir tu Instagram.
La Habana centro
Si ya hemos conocido todos los puntos interesantes que el corazón histórico de La Habana, ahora es momento de dedicarle un par de días a la zona donde se hallan la mayor parte de fábricas y trabajadores de la capital cubana, el centro productivo de la ciudad.
Antes que nada, tienes que saber que no se acaban los monumentos históricos ni nada por el estilo, ya que puedes descubrir espacios como el Paseo de Prado, el Capitolio de Cuba o el Museo de la Revolución. La diferencia con La Habana vieja es que aquí, también, hay calles poco turísticas.
En este adentrarnos en La Habana más genuina, la primera parada corresponde al Museo de la Revolución, un edificio de décadas, que funcionaba al comienzo de sus días como palacio presidencial, y que se ha transformado ahora en el museo más importante de Cuba.
Este hecho no es casual, teniendo en cuenta que la Revolución Cubana es el hito más trascendente de la historia del país, y que dentro de la construcción podrás deslumbrarte con una serie de salas en las que se cuentan las batallas que se produjeron, se explica quiénes fueron los grandes protagonistas de esta gesta, y se enseñan algunos de sus objetos personales.
Asimismo, se trata de un lugar de reivindicación del sistema comunista, en el que se detallan los logros que esta visión del mundo permitió alcanzar a los ciudadanos locales en aquellos tiempos. Especialmente curioso es el denominado Rincón de los Cretinos, una pequeña esquina donde aparecen retratos de personalidades, sobre todo políticos norteamericanos.
Tras este acercamiento concreto a las décadas pasadas de Cuba y el forjamiento de la identidad nacional, tenemos que dedicarle un rato al Paseo de Prado o Paseo José Martí, como también se le conoce en homenaje a uno de los más exitosos ciudadanos cubanos, el poeta y político José Martí.
Ésta es una de las arterias principales de La Habana, ya que nace en la propia costa de la capital, uniendo el Malecón con el Parque Central, y muchos lo consideran la avenida fundamental de la ciudad por los puestos de antigüedades y fotografías que la adornan. Incluso, es tan recomendable conocerla de día como cuando cae la tarde, y muchos deciden recibir la noche entre sus cientos de comercios.
Nuestro siguiente punto es el Parque Central, un sitio abierto de dimensiones no tan grandes comparado con otros de los que tiene La Habana, pero clave porque desde él se puede acceder tanto al Paseo de Prado, como al Gran Teatro, al Hotel Inglaterra y, especialmente, al Capitolio.
Vamos a movernos hasta el Capitolio, ya que no sólo es uno de los edificios más imponentes de La Habana y un símbolo de Cuba, sino además el segundo capitolio de mayor superficie en todo el mundo. El primero es el Vaticano y, luego, éste logra superar al de los Estados Unidos por un metro de alto, un metro de ancho, y un metro de largo. Claro, esto no es casualidad en absoluto.
Durante la Primera Guerra Mundial, cuando Cuba experimentó un enorme crecimiento económico gracias a la producción de azúcar, se decidió que fuera construido como una especie de desafío al poder norteamericano. Y es que, hasta entonces, La Habana tenía poco que envidiarle a Nueva York.
Esta construcción fue utilizada como sede del Congreso de Cuba, aunque tras la Revolución y con la disolución de este órgano político, fue transformada en la Biblioteca Nacional de Ciencia y Tecnología. En los últimos años ha sido restaurado y hoy luce realmente bien, reviviendo sus años de explendor.
Tan pronto des dos pasos alejándote del Capitolio, y si no lo has notado antes, tendrás ante ti una serie de hermosas fachadas de edificios y casas de dos o tres plantas, la mayoría de las cuales destaca por colores llamativos. Tienes aquí una postal habitual de La Habana, y también podrás tomarte una fotografía con las mujeres habaneras, siempre de buen humor para recibir turistas.
¿Creías que La Habana era una de las pocas grandes urbes sin barrio chino? Déjanos decirte que estabas equivocado, porque la capital de Cuba posee su propio barrio chino, el cual no sólo es uno de los más antiguos de todos los que hay en América, sino que además supo ser el más poblado de todo el continente, en los albores del siglo pasado.
Pero si hay una cuestión por la que este barrio chino nada tiene que ver con los que estamos acostumbrados a pisar en otras urbes, es básicamente porque a día de hoy casi no queda ningún asiático viviendo allí. La mayoría emigraron tras la crisis económica que causó la caída de la U.R.S.S., trasladándose a otras partes de América o bien volviendo a su país de origen.
Para los viajeros igualmente constituye un bonito punto para descansar unos minutos, ya que el gobierno de la isla decidió restaurar parte de las construcciones típicas que habían dejado los chinos, y hoy tenemos una preciosa pagoda, entre otros elementos distintivos.
Ahora sí, se justifica cada metro recorrido anteriormente porque estás a punto de conocer el Malecón de La Habana, el paseo costero que supo reunir a algunos de los personajes más populares de la historia norteamericana hace un siglo, y que representa la cara visible de Cuba.
Destacado en una enorme cantidad de producciones cinematográficas, incluso estadounidenses claro, el Malecón no es un sitio especialmente bello, por llamarlo de ese modo, pero es cierto que se respira historia a cada paso, con sus kilómetros de extensión y farolas que iluminan tenuemente el Caribe.
Tanto los residentes locales como quienes están de paso por la ciudad, suelen aprovechar la caída del sol para recrearse y compartir alguna bebida sentados en los bancos de piedra del Malecón, construcción que llevó años y que se desarrolló en tramos, iniciando en la zona del Castillo de San Salvador de la Punta, hasta alcanzar el barrio de Vedado, nuestro próximo destino.
Se trata de uno de los paseos marítimos más reconocidos en todo el planeta, uno que nuclea además buena parte del tránsito de los cubanos que se desplazan a sus puestos de trabajo en los Cadillac, o que deciden detenerse de regreso a casa para apreciar las increíbles vistas que ofrece el lugar. Recorrer el Malecón al atardecer es uno de los must que debes realizar en La Habana.
Si llevas el horario holgado, y antes de ir a la zona del Vedado, puedes y deberías caminar hasta el Callejón de Hammel, un pequeño callejón que durante mucho tiempo representó el centro neurálgico de las culturas africanas en La Habana, envejeciendo muy pero muy bien.
Este proyecto, que fue iniciado hace medio siglo por el pintor y escultor Salvador González Escalona, consta de toda clase de muestras de la cultura africana con toques cubanos, a través de murales, poemas, frases, esculturas, etc. Por supuesto, tampoco faltan las frecuentes referencias a la religión afrocubana, cuya existencia posibilitó la llegada de esclavos a la isla.
Quienes lleguen a esta parte del trayecto un poco hambrientos, pueden pasar a alguno de los bares con salas subterráneas que se hallan dentro del callejón, donde incluso es posible ver algunos de los cuadros de este artista en venta, colgados en las paredes para que se luzcan.
Este paseo es perfecto para un domingo, ya que los ciudadanos cubanos tienen el día libre y es frecuente que se reúnan en el callejón, tocando música afrocubana y bailando a su compás.
El Vedado
A ver. Cualquier turista que tenga pensado ir a La Habana, debe considerar que es aconsejable conocer primero todos los atractivos que tienen para ofrecer tanto La Habana vieja como La Habana centro, y si te queda tiempo acudir a El Vedado. No es que este último apartado esté mal, sino que los lugares típicos se encuentran principalmente en las dos primeras regiones.
Aun así, si puedes ganarle un par de días de tus vacaciones a La Habana, creemos que no harías mal acercándote a esta parte de la metrópoli que surgió varias décadas más tarde que las otras dos, y con un claro objetivo: copiar el estilo de vida norteamericano, dejando de lado las pequeñas calles para utilizar grandes avenidas en las que pasaran suntuosos coches y donde se ubicarían lujosos hoteles.
Cuando en los libros de historia leemos acerca de la gran vida que las personalidades estadounidenses se daban en La Habana en plena época de la Ley Seca, tenemos que tener en cuenta que en El Vedado se encontraban muchos de los casinos, cabarets y mansiones de los mafiosos, además de actores, políticos, y muchos otros.
Al Vedado se puede entrar de una forma muy sencilla, directamente siguiendo el Malecón, y conviene desviarse en la Avenida 23 para conocer el primero de sus puntos turísticos, la Universidad de La Habana, donde estudian la mayoría de los habitantes de la ciudad.
A apenas unos metros tienes la heladería Coppelia, de gran celebridad entre los fanáticos del cine al ser el sitio donde se grabó la película Fresca y Chocolate. Lo particular es que ofrecen tres gustos de helado cada día, y los van rotando de un día a otro, es como jugar a una ruleta de sabores que seguramente te sorprenderán.
Si seguimos por la avenida 23 vamos a encontrarnos con el Cementerio de Cristóbal Colón, también mencionado como la Necrópolis de Cristóbal, un paseo que tiene un coste muy bajo, y que te permitirá descubrir, por ejemplo, la emotiva tumba dedicada a los Bomberos de La Habana.
Pero si hay algo que tienes que ver en El Vedado, eso es sin dudas la Plaza de la Revolución, top 3 probablemente de los símbolos de la Habana, y una de las plazas más grandes del planeta, con más de 70.000 metros cuadrados, por lo que se calcula que puede albergar a cerca de un millón de personas. De hecho, casi todos los actos multitudinarios de Cuba se llevan a cabo aquí.
Eso sí, no esperes encontrar numerosos monumentos ni nada por el estilo, ya que apenas hay una estatua en honor a José Martí. Lo más sobresaliente es, sin dudas, el edificio que lleva el relieve del Che, otra de las fotografías que no puedes dejar de hacerte si visitas esta ciudad. A unos pocos metros, también visible, otro edificio ministerial lleva el relieve del guerrillero Camilo Cienfuegos.
La Plaza de la Revolución, menos coqueta que otras, posee sin embargo una vibra muy especial, y es que hablamos del lugar donde miles y miles de cubanos se congregaban para seguir los discursos de Fidel Castro, o para asistir a las multitudinarias marchas de cada 1 de mayo.
¿Te ha gustado El Vedado? Entonces no deberías dejar pasar la ocasión de ir hasta el Hotel Nacional de Cuba, no sólo el edificio más importante de la isla en cuanto a dimensiones, inversión, etc., sino además porque desde allí gobernó Fidel Castro los primeros dos años tras la Revolución.
Mucho menos trascendente pero igual de interesante es la Casa de la Música de Miramar, donde te encontrarás con algunas explicaciones acerca de la cultura local, además de representaciones en vivo.
Experiencias en La Habana
Más allá de visitar sus edificios, bares y paseos icónicos, La Habana es una de las pocas ciudades en todo el mundo que propone una experiencia constante, a partir de los evidentes contrastes que el modo de vida de sus ciudadanos brinda respecto al de americanos, europeos, asiáticos, etc.
No obstante, creemos que no es mala idea buscar específicamente algunos shows en caso de no habernos topado con ellos, para sentir en carne propia como laten los corazones cubanos, por ejemplo, asistiendo al Tropicana, un sitio de reunión con música y baile en directo. Si bien sus precios no son demasiado accesibles, hay otras alternativas un poco más baratas en la ciudad.
Una de ellas es El Guajirito, donde el precio de la entrada contempla un par de consumiciones por cabeza, y que brinda la posibilidad de sólo tomar algún trago o aprovechar la ocasión para cenar en el lugar, aunque la mayoría de los turistas decide quedarse sólo con la bebida.
Por lo general, estos shows son llevados a cabo por artistas que formaban parte del Buena Vista Social Club. A medida que se desarrolla el acto, la presencia única sobre la pista de los cubanos va abriendo paso a los turistas que se animan, y al final todos acaban bailando las melodías habaneras.
Participar del famoso Cañonazo de la capital cubana es otra excelente decisión, y no tienes que preocuparte por reservar tu lugar ni nada, ya que sólo hace falta estar cerca de la Fortaleza de San Carlos a las 9 de la noche. Se trata de un programa que tiene como finalidad rememorar el cañonazo que se daba en el siglo XVIII, anunciando diariamente el cierre de las puertas de La Habana que, en aquel momento, era un sitio amurallado. Es mejor acercarte hasta allí en taxi o autobús, ya que se debe atravesar un túnel por el que sólo pasan vehículos.
Dónde alojarse en La Habana
Como te hemos ido explicando, La Habana se divide en tres zonas bien delimitadas: La Habana vieja, La Habana centro y El Vedado.
La Habana vieja es el sitio donde florecen muchas de las fotografías que conocemos de la ciudad, con las plazas y edificaciones que han marcado la construcción del ser nacional, y el lugar por definición en el que suelen moverse los viajeros.
La Habana centro, en cambio, simboliza una oportunidad única de tener un contacto directo con los cubanos que van a trabajar, a estudiar o que pretenden realizar sus tareas diarias lejos del ajetreado universo de miles de turistas que se dan cita en La Habana vieja.
El Vedado, por último, es el barrio más alejado pero también una visita obligada ya que allí encontramos muchas de las cadenas hoteleras y edificios más lujosos de La Habana, algunos de los cuales inclusos derivan de los hoteles que gestionaba la mafia americana hace más de medio siglo.
¿Y dónde conviene alojarse? Ésta es una de las preguntas que se disparan inmediatamente cuando analizamos alguna localidad para pasar un par de días, y entran en juego cuestiones como el presupuesto, la ubicación y, en este caso, el tipo de hospedaje.
Lo cierto es que la mayoría de los viajeros pretenden pasar la noche en La Habana vieja, para vivir la experiencia en un edificio más típico, y eso ha logrado que los precios se encarezcan bastante. Quienes puedan pagarlos, deberían hacerlo. Pero si prefieres ahorrar un poco en La Habana centro, no muy lejos, tienes algunos hostales y casas particulares estilo Airbnb a costes más bajos.
Dónde comer en La Habana
La gastronomía nunca es un detalle menor al viajar, al punto de que, en determinados destinos, conseguir comida barata o más parecida a la que estamos acostumbrados, puede condicionar.
En el caso de Cuba, podemos decir que los platos locales no tienen el mismo nivel que los tragos y los aperitivos alcohólicos. Por lo general, los platos típicos llevan una base de arroz o frijoles, que se acompañan luego con ingredientes más sustanciosos como el cerdo o el pollo.
Sin discusión al respecto, el principal aspecto positivo de la comida en La Habana es su precio súper barato, por lo que no tendrás que estar haciendo cuentas ni pasarte medio día con el estómago vacío.
Además de los bares y restaurantes locales, que deberías visitar al menos en un par de oportunidades, verás que en las principales calles turísticas hay puestos que sirven bollería, café, helados, y otros tentempiés para comer algo sobre la marcha sin necesidad de sentarnos.
De todos modos, si eres de los que gustan sentarse a comer y mientras tanto comentar un poco las impresiones que te deja la capital cubana o planear la próxima parada, hay algunos restaurantes bien valorados por los viajeros, en los que se come por encima de la media.
El primero de ellos es Doña Eutimia, que se ubica muy cerca de la Catedral de La Habana, sobre el Callejón del Chorro. Su preparación estrella es, como no podía ser de otra manera, el arroz a la cubana. Los costes de cada plato son muy asequibles, sobre todo comparados con Europa.
Algo más moderno y espacioso es El Chanchullero, una construcción de tres pisos que se diferencia bastante de otras que podemos encontrar en La Habana, y que intenta romper un poco desde el cartel en la entrada, donde se lee: “Aquí jamás estuvo Hemingway”. Sus mojitos son, para muchos de los visitantes de La Habana, incluso mejores que los de La Bodeguita.
O’Reilly y El del Frente, que se llama así porque sus propietarios son los mismos del primer sitio, son otros dos bares en los que puedes comer bien y barato, y además destacan por sus comidas rápidas, como patatas con encurtidos. Si quieres algo al paso, puedes fijarte en ellos.
Si quieres probar un desayuno más al estilo francés, y estás dispuesto a dejarte algún dinerillo en una comida no esencial, cerca del Museo de la Revolución tienes el Jacqueline Fumero Café, uno de los mejores lugares para degustar el exquisito café cubano, orgullo de su pueblo.
Transporte en La Habana
Si hay un apartado de cualquier viaje que puede provocar dudas es el transporte, tanto en cuanto a disponibilidad como al dinero que cuesta utilizarlo. En La Habana la verdad es que las opciones son infinitas: taxis oficiales, taxis para compartir, bici taxis, autobuses, tours turísticos, etc.
Nuestra sugerencia es que, en la medida de lo posible, apuestes siempre por las bicicletas, ya que no sólo son más económicas para alquilarlas, sino que además te brindarán una libertad absoluta, y no te atarán a recorridos previamente determinados, o a gastos que crecen exponencialmente. Si no consigues bicicletas, que a veces no es fácil hacerlo, las bici taxis son otra salida divertida.
Por supuesto si no quieres quedarte con las ganas de vivir una experiencia única, puedes realizar un tour a bordo de alguno de los Cadillac típicos de La Habana, que se alquilan por hora a razón de unos 20 o 30 euros.
Consejos prácticos
Lo más seguro es que llegues a La Habana a través de su aeropuerto, el José Martí. Tienes que saber que, una vez en la isla, no podrás utilizar euros ni dólares para tus gastos, y que entonces deberás adquirir pesos cubanos convertibles CUC. Sin embargo, hacerlo en el aeropuerto es mala solución. El tipo de cambio es muy desfavorable, y obtendrás beneficios si esperas un poco.
Lo mejor es cambiar el dinero en la CADECA que se encuentra en pleno centro de La Habana, sobre la calle Obispo, antes de comenzar tu andadura por la ciudad.
Por lo demás, la ciudad ofrece una sensación de seguridad que muy pocas otras ciudades americanas están en condiciones de brindar a los viajeros, aunque nunca falta el descuidista que espera el momento para hacerse con una cartera o un móvil. Si estás atento a tus pertenencias, no pasarás ningún tipo de sobresalto. Ni siquiera por la noche.
Por otro lado, los paisajes de Cuba son algunos de los más fotografiables que tenemos en el mundo entero, y es lógico pensar que más de un turista habrá invertido antes en un móvil con buenas cámaras e incluso en una cámara profesional para captar cada momento como Dios manda.
Algunos de los elementos distintivos de las calles de La Habana que debes fotografiar son los coches norteamericanos de la década del ´50, Cadillac en su mayoría, además de los edificios en diferentes estilos como el Art Nouveau, o las habaneras con sus vestidos típicos del lugar. No menos atractivos resultan los bares como La Bodeguita y las casas de tabaco, en las que se respira la atmósfera más pura de la capital cubana. Los niños jugando en las calles representan otra delicia de imagen.
El asunto es que, como nos referimos a una ciudad que tiene movimiento constante por su temperatura, por la cercanía con el mar, y por lo ágiles que suelen ser los cubanos, lo más aconsejable es que lleves el móvil o la cámara réflex con batería y en la mano, para no perder tiempo. Los Cadillac aparecen y desaparecen en un abrir y cerrar de ojos.
Asimismo, no tenemos dudas de que Cuba es uno de los mejores destinos para fotografiar a las gentes locales. No sólo porque poseen una cultura que en muchos sentidos se diferencia de la nuestra, sino además porque se trata de un lugar donde la mayoría recibirá con los brazos abiertos tu acercamiento, siempre y cuando sea respetuoso, desde luego.
En resumen, La Habana es una ciudad especial, una que no tiene semejanzas con otras capitales del mundo. Su personalidad nos avasalla a cada paso que damos. Un sitio al que ir al menos una vez en la vida, con la certeza de volver enamorados de la calidez de su gente.
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