La floración de los almendros es uno de los grandes espectáculos que nos ofrece la naturaleza cada primavera y no hay sitio en Madrid como la Quinta de los Molinos para presenciarlo. Iniciado en 1920, este parque nace gracias al impulso de César Cort Botí, uno de los grandes arquitectos de su época que fue clave para el desarrollo de las teorías urbanísticas más innovadoras en España. Un siglo más tarde, la Quinta de los Molinos sigue siendo uno de los oasis primaverales más apreciados por los madrileños.
Quinta de los Molinos, el sueño de César Cort
Arquitecto nacido en Alcoy en 1893, César Cort tiene el honor de haber ostentado la primera cátedra de urbanismo en España. Hasta ese momento, las teorías de la planificación urbana aún no habían logrado la atención que se merecían en nuestro país: las ciudades crecían a un ritmo más rápido que los estudios urbanísticos. Pese a los esfuerzos de algunos pioneros como Arturo Soria, el caótico desarrollo de muchas ciudades españolas era la consecuencia de la falta de planificación e innovación urbanística.
Cort fue uno de los arquitectos que se formó bajo el influjo de Soria y sus teorías sobre el nuevo urbanismo. Campos urbanizados y ciudades rurizadas —un título inspirado sin ambages en las enseñanzas Soria e Ildefonso Cerdá— es el tratado que compila las teorías de César Cort: un urbanismo orgánico que evitara la desconexión de la ciudad y el campo convirtiéndolas en entidades interdependientes, fundamento que 80 años después sigue estando sobre la mesa de trabajo de los urbanistas de todo el mundo.
Fue justamente en el año en el que fallecía Arturo Soria, cuando César Cort adquiere unos terrenos al este de Madrid: nace el parque la Quinta de los Molinos, una de las fórmulas que intentó el arquitecto alicantino para que la ciudad respirase naturaleza, tal y como defendía Soria. En este sentido, el objetivo de Cort fue generar un gran jardín de aire mediterráneo, un oasis primaveral que, poco a poco, fue oxigenando esta zona del este de Madrid.
En 1925, Bort impulsa también la construcción de un palacete al norte del terreno, área en la que más tarde se edifica también la Torre del Reloj. Con el paso de los años, se siguen añadiendo elementos y parcelas al jardín hasta alcanzar la extensión de 21 hectáreas. Tal y como sucedió con el Capricho, otra joya paisajística madrileña, la Quinta de los Molinos atraviesa su peor momento a la muerte de Cort en 1978, quedando abandonado.
Cuatro años más tarde, el Ayuntamiento de Madrid llega a un acuerdo con los herederos de Cort —empresarios urbanísticos muy vinculados al barrio de Valdebebas, aunque eso es otra historia— e inicia un proceso de restauración y puesta en valor que recupera este tesoro natural capitalino.
Quinta de los Molinos y los almendros en flor
Más de 1500 almendros cubren las 21 hectáreas de la Quinta de los Molinos con sus nimbos rosados: es uno de los grandes espectáculos de la primavera madrileña. Cada mes de marzo, cientos de visitantes acuden a este parque del barrio del Salvador para disfrutar de los almendros en flor. Y pese a que este año todavía hay algunas zonas del parque en inspección y mantenimiento como consecuencia de la nevada histórica de enero, la Quinta de los Molinos ha madrugado su floración para deleite de los madrileños.
Pero, aunque este espectáculo sea uno de los más celebrados en la Quinta de los Molinos, este jardín custodia más sorpresas. A los almendros hay que sumar 6000 árboles más entre pinos carrascos, piñoneros y cipreses. Suma también casi 200 arbustos entre los que encontramos rosas y lilos, así como diversos macizos arbustivos como lirios y artemisas: los aficionados a la botánica no se aburrirán en la Quinta.
Hay que recordar que este parque se divide en dos grandes áreas. La zona norte, la más antigua, se construyó siguiendo los postulados del paisaje romántico con su gusto por la sorpresa, el recoveco y lo pintoresco. Esta zona alberga el palacete, la casa del reloj, así como los molinos que dan nombre al parque: dos estructuras metálicas traídas de Estados Unidos en 1920 y que poco tienen que ver con los molinos típicos de nuestra geografía. Al oeste de este área tenemos la pista de tenis, una de las últimas construcciones del parque, y un poco más al sur, el estanque.
Más allá del estanque entramos en el otro sector que configura la Quinta de los Molinos: una gran extensión de carácter agrícola inspirada en el paisaje mediterráneo y donde encontramos buena parte de los árboles que colorean el parque.
La Quinta de los Molinos cuenta con cinco puertas. Y aunque los almendros cubren buena parte de la extensión del parque, las zonas más populares están en la entrada secundaria de la calle de Alcalá y de la calle Miami, al oeste del parque, donde también se ubica un parque infantil.
Espacio Abierto Quinta de los Molinos
No nos podemos ir de la Quinta de los Molinos sin mencionar otra de sus joyas: el Espacio Abierto que se ubica en el palacete del parque. Pese a que, como hemos mencionado, este edificio pertenece al Ayuntamiento desde 1982 no sería hasta hace tres años cuando se decidiría a darle un nuevo uso: un espacio destinado a niños y adolescentes (y a sus padres) de 0 a 16 años.
Espacio Abierto incluye un café-jardín, una urbanoteca, que alberga la exposición permanente dedicada al Ciudadano César Cort, #playquinta (solo para jóvenes entre 13 y 16 años), un auditorio y diversas aulas. Así mismo, este espacio ofrece una interesante programación de talleres, actividades y espectáculos para niños y jóvenes. Así mismo, también cuenta con diversos programas entre los que destaca La Quinta Cocina, una escuela de hostelería dirigida a jóvenes en situación de vulnerabilidad.
No está mal, ¿verdad? Pese a que alguno de estos espacios, programas y actividades permanecen en ‘stand by’ por la situación sanitaria, Espacio Abierto es la guinda de un parque que esta primavera volverá a devolver la sonrisa a los madrileños.
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