Roses sabe a verano azul, atardeceres eternos y primer beso. Porque Roses tiene una historia milenaria vinculada a su herencia griega y romana pero también muchas historias íntimas asociadas a tantas familias que escogen esta tierra verde y agua para pasar sus veranos, para disfrutar de sus vacaciones. Nos acercamos a la costa del Alto Ampurdán en Girona para darnos un baño de nostalgia en Roses, la puerta de entrada a la Costa Brava.
Roses, un icono turístico de historia milenaria
Ya hace 70 años de aquel histórico desembarco de Hollywood en la Costa Brava de la mano de una jovencísima Ava Gardner. Los primeros años de la década de los 50 pusieron en el mapa turístico mundial esta costa escarpada de belleza salvaje y personalidad única. Al igual que sucedió en otras zonas de costa del Levante español, el incipiente turismo empezó a demandar infraestructuras modernas para dar cobijo a los viajeros que llegaban del norte. Y así es como Roses pasa de ser una localidad pesquera de poco más de 2.000 habitantes a erigirse en la puerta de entrada a la Costa Brava aprovechando su excelente ubicación al norte del golfo homónimo.
Pero la historia de Roses se empieza a escribir mucho antes… hasta 5.000 años antes. En el paraje conocido como Casa Cremada podemos visitar diferentes vestigios de los primeros asentamientos humanos en la zona: un conjunto megalítico al que se llega subiendo por la carretera a Montjoi y que recorre dólmenes, cuevas y otras construcciones del Neolítico. Una forma también de empezar a disfrutar del maravilloso entorno natural de Roses.
Nos trasladamos a la Ciudadela de Roses para conocer otro episodio de gran importancia en la historia de la localidad: la llegada de los griegos en el IV a.C. procedentes de la colonia griega de Masalia en la actual Marsella. Los viajeros deciden fundar un asentamiento en la zona más llana del golfo con el nombre de Rhode, una colonia que tendría un importante papel en la colonización griega del noreste peninsular como demuestra la acuñación de moneda.
Declarado como conjunto histórico-artístico en los años 60, la Ciutadella acumula vestigios de esta primera época griega en el barrio helenístico de los siglos IV y III a.C. Posteriormente serían los romanos los que dejarían su sello en la ciudad con su propia villa.
Así mismo, la Ciudadela también acoge vestigios de época paleocristiana, así como el monasterio románico de influencia lombarda de Santa María fechado en el siglo XI y algunos restos de edificios militares del XVI. En suma, una síntesis de buena parte de la historia de Roses cuyo conocimiento se puede ampliar en el museo de la Ciudadela.
Pero antes de disfrutar de la Roses más actual debemos recomendar dos visitas más: el Castro Visigodo fechado entre los siglos VIII y VII d.C. al que se llega a través del Carrer de la Pujada del Puig Rom, y el castillo de la Trinidad.
Este último es uno de los monumentos estrella de Roses por su historia y ubicación. Se trata de una fortaleza militar defensiva con forma de estrella de cinco puntas construida en tiempo de Carlos I y que llegó a cobijar una guarnición de 200 soldados. No debía ser un mal lugar para ir destinado al menos teniendo en cuenta las espectaculares vistas de la bahía que se divisan desde lo alto del Castillo.
Roses: naturaleza, playas y gastronomía
El entorno Roses es puro espectáculo, desde su plácida bahía hasta los peligrosos acantilados del norte que caracterizan la Costa Brava. En ese sentido, el Parque natural del cabo de Creus es uno de los grandes tesoros naturales de la zona. Algo más de 13.000 hectáreas protegidas que incluyen más de 3.000 hectáreas marinas, siendo el primer parque natural marítimo-terrestre de Cataluña. El senderismo y el buceo son las actividades más habituales en este parque.
Pero no solo de costa vive Roses. Una buena forma de conocer la tradición de la comarca del Alto Ampurdán es adentrarse en el Parque natural dels Aiguamolls del Empordà al sur de la localidad que incluye grandes extensiones de cañaverales, prados y lagunas litorales en las que anidan diversas especies a de aves.
A pesar de los considerables atractivos culturales y naturales de Roses es evidente que buena parte de los turistas que llegan a la zona buscan sol y playa. Partiendo del extremo norte de la bahía en el que se encuentra la playa de la Almadrava encontramos diversos arenales urbanos o semiurbanos bañados por el Mediterráneo. Siguiendo la línea de costa llegamos a la cala El Bonifaci situada entre la mencionada Almadrava y Canyelles Petites.
Ya cerca del casco urbano de Roses, al lado del puerto, se ubica la playa els Palangrers, una de las preferidas de los locales. Al otro lado del puerto, está la playa de la Punta. Y más allá llegamos ya a las playas urbanas de Roses, las más turísticas: más de dos kilómetros de arena que incluyen playas como la Nova, el Rastell, Salatar o Santa Maragarita ya en una zona con buen ambiente nocturno.
Pero, por supuesto, la zona de Roses es también muy popular por sus calas en un ambiente más íntimo y natural: Cala Lladó, Murtra, Pelosa, Rustela o Montjoi —donde se ubicó el mítico El Bulli— ubicadas ya en el entorno del Parque natural del cap de Creus.
Y no nos podemos ir de Roses sin hacer una mención a su gastronomía, en la que el pescado fresco ocupa un lugar de honor. El Suquet de Peix de Roses es uno de sus platos estrella cuya base, pescado fresco hervido acompañado de patatas, se ha ido enriqueciendo con diversas variaciones. Anchoas de Roses, arroz de Pals, butifarra dulce y algunos postres típicos como las Rocs de Montjoi son otros de los platos más típicos de la localidad. Y para regar este menú, un vino Denominación de Origen Empordà, no faltaba más.
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