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Pendiente de su declaración como Patrimonio de la Humanidad por la Unesco, la arquitectura negra de la sierra de Ayllón es uno de los conjuntos de arquitectura popular más relevantes del centro peninsular. Usando las lajas de pizarra como principal elemento constructivo para viviendas, iglesias, cobertizos y majadas, este material, con su tono oscuro, ha terminado por definir este singular conjunto arquitectónico.

A continuación, explicamos brevemente las principales características de la arquitectura negra para después hacer un recorrido por una decena de pueblos de Guadalajara ubicados al noroeste de la provincia que ofrecen valiosos testimonios de este tipo de arquitectura.

¿Qué es la arquitectura negra?

Arquitectura negra
Viviendas en Campillo de Ranas – Fuente: Depositphotos

La adaptación a los materiales disponibles y a las condiciones climáticas es el fundamento de cualquier conjunto de arquitectura popular. La construcción de viviendas, edificios auxiliares, comunitarios y de trabajo agrícola y ganadero se lleva a cabo aprovechando los recursos disponibles que en el caso de los pueblos de la sierra de Ayllón era esencialmente barro, madera y pizarra.

Pronto se descubrió que la roca de pizarra que abundaba en la zona podía ofrecer unas excelentes condiciones constructivas especialmente por su característica más relevante: la impermeabilidad. Pero además de su uso en los tejados, las lajas de pizarra se mezclaban con barro, cantos rodados, paja y, en ocasiones, otras piedras como la roca caliza, para generar los muros de los edificios.

El tono opaco azul oscuro (casi negro) de este material terminó por caracterizar un buen número de pueblos del entorno de la sierra de Ayllón, principalmente en Guadalajara, pero también en Segovia o Madrid.

Considerado durante siglos un material “pobre” característico de viviendas populares, no sería hasta el siglo XVI, por influencia de la arquitectura de Flandes y Alemania, cuando se incorpora a los tejados de edificios representativos tan relevantes como El Escorial convirtiéndose así en elemento típico de la arquitectura española. No en vano, actualmente, España es el mayor productor y exportador de pizarra en el mundo con una cuota mundial del 95%: así que la pizarra es algo “muy nuestro”.

Recorriendo los pueblos negros de Guadalajara

Arquitectura negra
Plaza principal de Valverde de los Arroyos – Fuente: Depositphotos

Comenzamos nuestra ruta en Umbralejo, una localidad de la vertiente oriental de la sierra de Ayllón que permanece abandonada desde la década de 1970 cuando fue expropiado por el Instituto para la Conservación de la Naturaleza (ICONA) pese a custodiar una valiosa colección de edificios de pizarra.

En los últimos años, buena parte de estas construcciones han sido restauradas dentro del programa PRUEPA (Programa de Recuperación y Utilización Educativa de Pueblos Abandonados). Umbralejo no llegó a contar nunca con agua corriente ni luz eléctrica así que ofrece un panorama de cómo era la verdadera vida rural no hace tanto tiempo.

A diez kilómetros al oeste nos encontramos con Valverde de los Arroyos, uno de los pueblos negros más característicos y uno de los más visitados. Cuenta con varias casas rurales que permiten a los viajeros pernoctar y disfrutar con calma de algunos de los edificios más singulares de la arquitectura negra. También tiene un museo etnográfico de visita muy recomendable para conocer el estilo de vida tradicional de estos pueblos.

Arquitectura negra
Ermita de Los Enebrales en Tamajón – Fuente: Depositphotos

A unos 20 kilómetros de Valverde de los Arroyos hacemos una pequeña parada en Almiruete, localidad no solo popular por su arquitectura negra, sino también por su botargas y mascaritas, una fiesta tradicional vinculada al carnaval: un pequeño museo en el pueblo nos permite conocer algunos de los disfraces de botargas más característicos.

En menos de diez a minutos alcanzamos Tamajón, una de las localidades más características de la comarca de la Serranía de Guadalajara donde destacan tanto su iglesia de la Asunción del XVI como la ermita de Los Enebrales con su cubierta de pizarra en forma de chapitel que recuerda al Escorial. Cerca de la ermita está la conocida como Ciudad Encantada de Tamajón, unas formaciones rocosas muy singulares.

Un poco más al sur admiramos uno de los monumentos más especiales de la zona, que tampoco está vinculado con la arquitectura negra, pero que merece una visita: se trata de las ruinas del monasterio cisterciense de Santa María de Bonaval ubicado en el municipio de Retiendas. Tras ser abandonado a principios del XIX cayó en desgracia hasta terminar en la, por otro lado, magnífica ruina que hoy podemos observar.

Santa María de Bonaval
Santa María de Bonaval – Fuente: Depositphotos

Regresamos ahora al norte en dirección al embalse del Vado para disfrutar de la segunda parte del recorrido, cruzando el río Jarama y deteniéndonos en el mirador del Ocejón: para alcanzar este punto hay que transitar por una pista en condiciones irregulares pero que merece la pena por la visitas del embalse y del pico Ocejón, que supera los 2000 metros de altura

Poco más tarde llegamos ya a La Vereda, el segundo pueblo expropiado en los años 70 por el ICONA y que permaneció abandonado hasta hace pocos años, cuando ha comenzado a ser repoblado. Los antiguos vecinos de este pueblo junto a los de Matallana y a los de Vado —que fue cubierto por las aguas del pantano en 1954— fundaron en su día la Asociación Cultural Hijos de La Vereda para recuperar las tradiciones culturales de la zona y rehabilitar algunos de los edificios más representativos de este pueblo negro por excelencia.

Justamente es Matallana nuestra siguiente parada, una aldea que no llega a los diez vecinos y que también fue expropiada por el ICONA. Aunque en la década de los 80 hubo un proyecto para restaurar el pueblo por su valor arquitectónico, aún no se ha completado. Cerca de aquí también se encuentra la famosa Cascada de Aljibe, un hito natural de la zona.

Arquitectura negra
Roblelacasa – Fuente: Depositphotos

Ahora continuamos ruta hacia el norte y llegamos a Roblelacasa, otro pueblo que se caracteriza por el agrupamiento irregular de las viviendas que generan esa apariencia asimétrica y laberíntica tan singular de estos pueblos. No, aquí no había “planificación urbana”.

Y tras visitar Campillejo con varios ejemplares de casas negras alcanzamos Campillo de Ranas, la localidad con más habitantes de nuestro itinerario por la Serranía de Guadalajara. Se trata del verdadero corazón de la comarca de los pueblos negros, uno de los mejores ejemplos de este tipo de arquitectura popular, destacando especialmente la icónica torre de la iglesia de Santa María Magdalena. Aquí también tiene la sede la asociación Ruta de los Pueblos Negros.

Y nuestra última parada es Majaelrayo, a 8 kilómetros al norte, una localidad que cuenta también con varias casas rurales y restaurantes para degustar la gastronomía típica de la Sierra Norte de Guadalajara: puchero de matanza, migas serranas, cabrito y cordero asados, o las patatas con manteca “en calzoncillos” o “sin vestir” llamadas así porque tradicionalmente no llevaban carne.