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El pueblo de Saint-Émilion se sitúa a escasos 50 kilómetros de Burdeos, capital de la región francesa de Nouvelle-Aquitaine; y es uno de los lugares a tener muy en cuenta para visitar el día que planeemos viajar a Burdeos… y conocer La Cité du Vin (el -quizá- más espectacular museo del vino del mundo) Ya que, después de todos los conocimientos enológicos adquiridos en el museo, habrá que poner en práctica ‘la teórica’ experimentando con el paladar la magnífica oferta enológica de este coqueto pueblo medieval llamado Saint-Émilion.

La localidad se alza sobre un promontorio de piedra caliza y arcilla, que imprime carácter y originalidad al subsuelo, que junto al microclima y al ‘saber hacer’ ancestral de sus viticultores, ha permitido crear una paleta de matices olfativos y gustativos particularmente notable en sus vinos. La diversidad de los caldos del lugar se explica por una inteligente mezcla de variedades de uva: Merlot asociada a Cabernet Franc y Cabernet Sauvignon. Y esto solo en cuanto a vino se refiere, porque mientras muchos piensan en la reputación de sus bodegas, otros evocarán Saint-Émilion por ser la patria donde se inventaron los macarons… Porque para concluir cualquier ágape ¿quién se resiste a probar esos pequeños pastelitos de costra crujiente e interior cremoso, que en todo el mundo se conocen como macarons?

Qué ver en Saint-Émilion

Saint-Émilion – Foto de Pedro Grifol

Cuenta la leyenda que la historia del lugar empezó en el siglo VIII, cuando un monje bretón llamado Émilion se refugió en una cueva llamada Ascumbas (nombre originario del lugar). Aquel ermitaño, al que siguieron muchos discípulos, decidió jubilarse allí, y fue donde pasó los últimos años de su vida. Su figura, vida y milagros, se convirtieron en referencia santa; y toda la región se llenó de fans que empezaron a cavar y extraer rocas para construir un conjunto troglodita donde vivir y que, ahora, constituye una enorme red de galerías bajo tierra que, los lugareños han sabido aprovechar como bodegas para conservar el vino.

Fue alrededor de este complejo troglodita donde se fue construyendo el pueblo tal y como lo conocemos hoy en día. El nombre del lugar pasó de llamarse Ascumbas a conocerse como Saint-Émilion, en honor al monje bretón. El crecimiento religioso-urbanístico del lugar terminó en la construcción, a principios del siglo XII, de una monolítica iglesia tallada en un gigantesco bloque de piedra. Sus imponentes proporciones la convierten en la más grande de Europa. Visita muy recomendable porque sorprende por inesperada.

Saint-Émilion se convirtió en un lugar de peregrinación para ver las reliquias del monje -que se calcula falleció en el año 767- y se incluyó como parada en el Camino de Santiago de Compostela. Posteriormente atrajo también a varias congregaciones religiosas que construyeron conventos y monasterios. Se establecieron allí casi todas las órdenes: monjes benedictinos, agustinos, franciscanos y dominicos; además de la congregación de hermanas ursulinas ¡las inventoras de los macarons!

La Colegiata de Saint-Émilion y su claustro fueron construidos entre los siglos XII y XV y es uno de los edificios religiosos perteneciente a las congregaciones religiosas que se establecieron en el pueblo en la Edad Media. Se puede visitar gratuitamente y recomendamos prestar atención al mural pintado que hay en una de las paredes, porque no te dejará indiferente.

Colegiata de Saint-Émilion – Foto de Pedro Grifol

Para visitar la zona subterránea, que está formada por tres espacios emblemáticos: la cueva donde vivió el monje Émilion, en la que se puede ver ‘la silla de la fertilidad’, una silla de piedra a la que cada año acuden mujeres con problemas para quedarse embarazadas y, según cuenta la leyenda, la silla es milagrosa porque soluciona esos problemas haciendo que las mujeres se queden embarazadas; la ermita, en la que se pueden ver frescos románicos bien conservados; y la ya citada iglesia monolítica. Como este recorrido solo se puede hacer acompañados por un guía acreditado, lo mejor es ponerse en contacto con la Oficina de Turismo de Saint-Émilion (accueil@saint-emilion-tourisme.com) para hacer la reserva. Los tours están disponibles también en español.

Imprescindible pasear por el casco antiguo del pueblo… Camina imaginándote el transcurrir de los monjes deambulando por los tertres (calles empinadas), y descubre el encanto de los rincones secretos. La historia religiosa de Saint-Émilion ha dejado numerosas edificaciones peculiares.

Entre vinotecas y tiendas gourmet de paté y foie, encontrarás edificios históricos como el antiguo mercado, o los lavaderos. La piedra caliza de sus fachadas es omnipresente y transmite la vibración del color dorado, como sucede con La Torre del Rey, un alto edificio del que se desconoce su función, pero en el que se celebra cada año la inauguración de la vendimia, festejo que es todo un acontecimiento para los sanemilioneses, para los que el vino es parte fundamental de su ADN.

La verdadera receta de los macarons

Nadia Fermigier – Foto de Pedro Grifol

La imitada, pero nunca igualada, receta original de los macarons sigue siendo un secreto; y la modesta tienda de Nadia Fermigier presume de hacer los véritables (verdaderos) típicos dulces. La receta original, heredada de generación en generación, se remonta al año 1620 cuando las monjas ursulinas, que habitaron la zona y ‘capitaneadas’ por la hermana Lacroix, establecieron su convento en el pueblo.

Los macarons de Saint-Émilion están hechos a base de clara de huevo, almendra molida, mantequilla y azúcar glas y, en lugar de ser de dos galletas, son solo de una. Nada que ver con lo que estamos acostumbrados a ver y comer por ahí y por aquí… como esos bocaditos de colorines que tanto proliferan en muchos supermercados.

Debemos añadir que los macarons se recomiendan, en los documentos recetarios franceses, para tomarlos como postre en una comida donde figure el vino de Saint-Émilion. Todo queda en casa.

Visitas para ‘foodies’

Tienda de quesos en Saint-Émilion – Foto de Pedro Grifol

También proponemos otras experiencias para completar la visita, porque no podemos despedirnos de Saint-Émilion sin visitar alguna bodega. El vino ocupa un lugar importante y en las tiendas de vinos de sus calles, donde vemos botellas que cuestan verdaderas fortunas.

Elegir entre las más de 50 bodegas -que los franceses llaman château (castillo)- no es tarea fácil, pero en la Oficina de Turismo sabrán recomendarnos algunas de las más interesantes, porque los tours enológicos son parte importante del turismo de la zona. Desde 1999, los viñedos de Saint-Émilion figuran inscritos en el Patrimonio Mundial de la Humanidad por la UNESCO, que consideró los paisajes vinícolas como “un ejemplo notable de un paisaje vitícola histórico que ha sobrevivido intacto” y que sigue activo.

También su gastronomía es digna de mención ya que la ciudad cuenta con tres restaurantes con estrellas Michelin. Almorzar en Le Bis, constituye una experiencia única: disfrutar de más de 50 quesos en todos sus estados (en raclette… en fondue…) maridados con corpulentos tintos en un ambiente cálido. Un ágape difícil de olvidar.

Datos Prácticos:

Cómo llegar: Desde la ciudad de Burdeos hay 48 kilómetros hasta Saint-Émilion, por la carretera N89. Burdeos y Saint-Émilion también están conectadas por tren.

Dónde dormir: La población cuenta con muchos hoteles con encanto. Uno de ellos es Clos 1906. Encantador hotel-boutique ubicado en una mansión del siglo XVIII renovada y decorada con cuidado exquisito con prestaciones de capricho. Tiene una pequeña tienda de antigüedades y jardín con piscina con vistas a un viñedo.

Más información: Aunque la página web de la Oficina de Turismo (www.nouvelle-aquitaine-tourisme.com) es muy completa, visitarla presencialmente es muy reconfortante porque tienen unos mapas muy útiles y publicaciones sobre vinos muy aclaratorias.