Nos gustaría decir aquello de que este pueblo es uno de los secretos mejor guardados de su región… pero no es así: Saint Paul de Vence es una de las localidades más frecuentadas por turistas del sur de Francia. En una zona ya atestada de visitantes en temporada alta como es la Costa Azul, esta población se ha erigido en la escapada ideal por estar cerca de todo: “A 15 minutos del mar, a 25 minutos del aeropuerto y a una hora de la montaña”. Así destaca la Oficina de Turismo de Saint Paul de Vence sus buenas comunicaciones. Como si el pueblo más bonito de la Costa Azul necesitase ayuda para venderse…
Ubicado entre Niza y Cannes a unos minutos al norte de Cagnes-sur-Mer, Saint Paul de Vence es un pueblo encaramado a un promontorio en el distrito de Grasse, la comuna francesa famosa en todo el mundo por sus perfumes. Rodeado su casco viejo por una muralla finalizada en el siglo XVI, fue salvada de su demolición a finales del XIX cuando el Consejo Municipal del pueblo compra sus amenazadas murallas iniciando su protección como testigo privilegiado de la historia de la Provenza francesa.
Saint Paul de Vence: del antiguo castrum a Brad Pitt
Un promontorio de cumbre plana y extensa siempre ha sido un lugar estratégico para ubicar un asentamiento en la Antigüedad ya que permitía una defensa natural de los invasores, al igual que sucede en otras conocidas localidades francesas como Mont Saint-Michel. Así es como el pueblo va creciendo en torno ese castrum antiguo que se ve reforzado a partir de la Edad Media.
Ya en el Medievo, Saint Paul de Vence empieza a configurar su actual estampa como reflejo de uno de los territorios más inestables de Francia el cual, durante siglos, cambió numerosas veces de ‘dueño’. A finales del siglo XIV, el condado de Niza al que pertenecía Saint Paul de Vence cambia su lealtad de Provenza al condado de Saboya asumiendo una posición estratégica que aumentará su influencia en el territorio. Es en este momento cuando comienzan a construirse las murallas que se completan en el siglo XVI en tiempos de Francisco I.
Para comprender la importancia a nivel político-militar de este enclave podemos recordar que el ejército español de Carlos I ocupó en 1524 Saint Paul de Vence en una de sus campañas. Fue este hecho el que llevó a Francisco I a reforzar las viejas murallas medievales con cuatro robustos bastiones que protegían las dos puertas de la ciudad.
Durante el siglo XVIII vuelve la inestabilidad a la región: el condado de Niza pasa a formar parte de la casa de Saboya que se hace con el Reino de Cerdeña. Y en la segunda mitad del XIX, los partidarios de Garibaldi, nacido en Niza y figura de la Unificación italiana, claman contra Francia, pero el ejército francés reprime con dureza a los sublevados. Es en este momento cuando el presidente Thiers amenaza las murallas de Saint Paul de Vence como una de las venganzas por la insurrección de Niza y su entorno. Pero, finalmente, las murallas se salvan por la intervención de una iniciativa del Ayuntamiento de la localidad.
Superadas las intrigas políticas y los dramas militares, la belleza de Saint Paul de Vence comienza a atraer otro tipo de invasores: los artistas. El reflejo dorado de la piedra, la verde campiña provenzal y el azul de la costa cercana animan a diversos pintores a tomar la vieja fortaleza medieval como refugio creativo. Paul Signac o Chaïm Soutine fueron los pioneros. Con la apertura del tranvía entre Cagnes-sur-Mer y la vecina Vence, Saint-Paul se abre al mundo.
En torno al famoso restaurante y hotel La Colombe d’Or fundado por Paul Roux en 1920 se genera un polo de atracción de artistas y otros bon vivants que empiezan a poner de moda esta localidad en un momento en el que la Costa Azul es ya el retiro preferido de buena parte de la aristocracia europea. Picasso, Miró, Chagall o Matisse —la mayoría de ellos pasando largas temporadas en diversas localidades vecinas como Antibes o la propia Niza— se dejan caer por la Colombe d’Or para hablar de arte, comer un poco y beber otro tanto.
Con llegada del vecino Festival de Cannes desde 1946, Saint Paul de Vence da un pasito más para convertirse en el retiro campestre de artistas de todo el mundo. Orson Welles, Simone Signoret, Alain Delon, Charles Chaplin… Y más recientemente Brad Pitt o Quentin Tarantino. Los habitantes de Saint Paul de Vence se han acostumbrado a vivir entre partidas de petanca y superestrellas del arte y del cine.
Una noche en Saint Paul de Vence
Durante la temporada alta, el flujo de vehículos que recorre la Route des Serres de camino al pueblo más famoso de la Costa Azul es considerable. Pese a que existen aparcamientos disuasorios fuera de la muralla, la entrada a Saint Paul de Vence puede asemejarse en los peores días a la de un parque de atracciones o un centro comercial.
Pero en temporada baja o a última hora de la tarde, el pueblo ofrece una estampa idílica que permite al viajero degustar el aroma añejo de una localidad única. Antes de pasar la muralla por la entrada principal, unos locales juegan una partida de petanca mientras en la terraza contigua dos o tres espectadores comentan los lanzamientos como si se tratara del campeonato del mundo. Ni rastro de Brad Pitt.
Una vez pasada la muralla entendemos la peculiaridad de un pueblo como Saint Paul de Vence que combina dos elementos principales: la resonancia histórica de sus muros y monumentos y el arte contemporáneo más inverosímil.
La localidad está plagada de edificios y construcciones que nos ilustran la compleja historia de la fortaleza. El Bastión Douphin, la Torre del Matacán o la Torre del Esperón son testimonios claves de ese pasado militar, mientras que la Colegiata, la Capilla de Notre Dame Des Gardettes del siglo XV o la Capilla de Saint Charles-Saint Claude son los testigos más devotos de la historia del pueblo. El molino de aceite, la Plaza de la Gran Fuente o el Cementerio, uno de los más famosos de Europa, son otros elementos destacables. Y las vistas de la campiña provenzal y la Costa Azul desde la muralla: inolvidable
Con todo, lo que tal vez llama más la atención del pueblo es la legión de pequeñas galerías de arte que se reparten por sus calles: nunca habíamos visto tal concentración de espacios artísticos en un pueblo tan pequeño. Es ese festival artístico de vanguardia entre muros y calles de piedra, esa aleación de pasado y futuro, lo que hace tan especial a Saint Paul de Vence, una escapada maravillosa, aunque no seamos los primeros (ni los segundos) en descubrirla.
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