La capital y puerta de entrada al país centroamericano es una caja de sorpresas, pero parece que los turistas recién llegados tienen prisa para ir a ver el desove de las tortugas, los vaivenes de los perezosos en los árboles, o las ranas de ojos saltones… y apenas pasan un día en Chepe con los ticos capitalinos -a los costarricenses se les llama ticos por su costumbre de añadirle tico al final de muchas palabras-.
Dicho lo cual, en esta ocasión vamos a dedicarle un merecido tiempo a Chepe (que así es como llaman los lugareños ticos a la capital costarricense). Nos disponemos a recorrer el centro urbano y algunos barrios que, por sí solos, constituyen verdaderos destinos turísticos.
Descubriendo San José en Costa Rica
San José tiene el pálpito de la Costa Rica de antaño, de sus costumbres y tradiciones; y empezar dando un largo paseo por sus calles y plazas será la mejor manera de comprender la idiosincrasia de sus gentes. Después, ya tendremos tiempo para enriquecernos culturalmente en algunos de sus interesantes museos.
Chepe se ve mejor a pie, así que iniciamos el recorrido en la Plaza de la Cultura, uno de los lugares más concurridos de San José. En parte porque está en pleno centro, y también porque en su subsuelo se encuentra un importante museo: el Museo del Oro Precolombino, uno de los principales atractivos de la ciudad.
El edificio más representativo de la plaza es el Teatro Nacional, el edificio público más venerado por los josefinos (gentilicio oficial de los habitantes de San José). En su construcción predomina el eclecticismo, destacando su vestíbulo, un espacio de gran belleza; y las escalinatas de mármol que llevan al piso alto y al foyer principal.
Fue inaugurado en 1897 con la ópera Fausto (de Gounod), y tras más de 100 años de historia, su programación ha tenido una continuidad admirable (con la excepción del período de la pandemia Covid). Destaca también, como curiosidad, la pintura que decora el techo del vestíbulo –Alegoría al café y al banano-, un bucólico óleo que figuraba en los billetes de 5 colones y que se ofrecen como souvenir (billetes tan nuevos que parecen salidos de la ceca ayer mismo) a los turistas que deambulan por la plaza. El teatro alberga también un distinguido café, con excelentes tartas.
En los bajos de la Plaza de la Cultura, tenemos que visitar el, ya mencionado, Museo del Oro, uno de los cuatro museos en el mundo especializado en explicar el papel protagonista de este preciado metal dentro de las comunidades indígenas precolombinas. Está muy bien documentado y todas las piezas áureas son originales. Ineludible.
San José: Atmósferas ticas
Continuamos el paseo por el Parque Morazán, que es donde se concentran los eventos y actividades multitudinarias. Siempre está animado con músicos callejeros y puede también que otros músicos -los profesionales- estén subidos ¡y tocando! en el Templo de la Música, un templete neoclásico declarado Patrimonio Histórico Arquitectónico.
Otro quiosco de música está ubicado en la plaza del Parque Central, donde todos los josefinos pasan alguna vez al día, ya que es punto de salida y llegada de buses y lugar de parada de taxis. En uno de sus extremos se encuentra la Catedral Metropolitana de San José, la iglesia más grande e importante de Costa Rica, que tiene una historia ligada a España: En 1813 las Cortes Españoles reconocieron San José como ciudad; entonces, la capital de Costa Rica necesitó de un templo cristiano donde implantar la fe católica. En el exterior, por si quieres hacerte una foto, se encuentra una estatua en honor al Papa Juan Pablo II, que visitó Costa Rica en 1983.
Algunos otros edificios dignos de ver son: el edificio de Correos, por su emblemática fachada de estilo neorrenacentista, diseñada por un español en 1917; y el Banco Central que, con sus 80 metros de altura, destaca en una ciudad que se caracteriza por una arquitectura de edificaciones bajas.
Caminando…caminando… llegamos a un área peculiar, ya que, si la naturaleza es desbordante en todo país, lo sorprendente es que nos la encontremos junto al asfalto, en plena urbe. Se trata de pequeños senderos distribuidos por la ciudad llamados Rutas Naturbanas, que son proyectos que unen diversas áreas urbanas con la naturaleza mediante el aprovechamiento del curso de pequeños ríos junto a espacios selváticos naturales que aparecen insertos entre modernas construcciones de ladrillo y hormigón. Son áreas donde el fragor del tráfico desaparece y en las que es fácil ver pájaros de colores… ¡e incluso algún perezoso encaramado a un árbol! Increíble, pero verdad ¡en plena ciudad!
Otra selva -la ‘jungla humana’- es la que vemos, sentimos y respiramos por entre los callejones del punto turístico por excelencia de Chepe, donde cinco generaciones (desde 1880) han ido superponiendo sus raíces en sus puestos de venta (que aquí llaman tramos) del Mercado Central. Tradición e identidad. La peculiar configuración de los negocios hace que saltemos de uno a otro sin apenas mover un paso. Epicuro de Samos preconizaba que, la moderación, el conocimiento y el gastar el tiempo con amigos, eran los fundamentos del hedonismo; pues en este lugar brinda condiciones excelentes para practicar el placer del hedonismo (con moderación).
En la Soda Tala (pequeño puesto de comidas) podemos desayunar el combinado nacional llamado gallo pinto, que consiste en huevos fritos más una mezcla de arroz con frijoles, queso y plátano. Es un combinado que garantiza la energía suficiente para todo el día. La resbaladera es un fresco (refresco) nutritivo a base de cebada, arroz, clavo y canela, que sirven en el tramo Puntarenas; y el rompope lleva vainilla, leche, ron y canela. En el tramo de San Gabriel está el rincón de los chamanes. Miles de años de sabiduría nos contemplan… con sus hierbas y raíces medicinales. Y así hasta 250 tramos, donde la mayoría son puestos de comida, fruterías, pescaderías, puestos de especias y tiendas de café.
Dicen los del lugar que no es un lugar seguro, pero la realidad es que lugareños y turistas pueden pasease confiados porque se ven algunas parejas de policías ‘peinando’ este laberinto de angostas calles. Seguimos con la otra cultura, la museística. Otro museo interesante es el Museo Nacional, que está instalado en un antiguo cuartel del ejército, testigo de guerra civil que aconteció en 1948. Los lmpactos de metralla aun pueden verse en su torre. Fue aquí donde, en 1949, el presidente José Figueres Ferrer anunció la abolición del ejército, pudiendo destinar más presupuesto a la educación y a cuestiones sociales… como la sanidad pública. Por si no lo sabes, Costa Rica fue el primer país del mundo en abolir el ejército y así sigue en la actualidad.
En este museo también se encuentran algunas de las llamadas esferas megalíticas, que constituyen uno de esos misterios ancestrales de la Centroamérica precolombina aun sin resolver, y que figuran entre los hallazgos más extraños de la historia geológica del planeta. Si las piedras hablaran…
San José también tiene su particular Chinatown. De hecho, fue el primer barrio chino en una ciudad de Centroamérica. La zona se empezó a desarrollar a finales del siglo XX cuando se crearon restaurantes y supermercados regentados por orientales. El barrio chino fue reconocido en 2012 y ahora es un atractivo turístico más en la ciudad. La foto es el Arco Tang, que es la puerta de entrada al barrio.
La música cimarrona
El año 2022 comenzó con un reconocimiento para la música tica, ya que la música cimarrona, como manifestación cultural del pueblo costarricense, ha sido declarada Patrimonio Cultural inmaterial del país de la Pura Vida.
A 17 kilómetros de San José se encuentra la barriada de Ciudad Colón, donde viven y trabajan los maestros mascareros, que son los artesanos que fabrican los muñecos de cartón piedra que desfilan en las llamadas ‘mascaradas’, manifestaciones de la tradición popular que tienen sus raíces en la época colonial. Su origen y parafernalia está relacionado con la festividad española de los gigantes y cabezudos con influencias de las comunidades indígenas autóctonas, lo que le da a su origen un carácter pluricultural y sincrético.
Los personajes representados -la muerte, la bruja, el diablo, los duendes y ‘la llorona’ reciben el nombre de mantudos, y se caracterizan por deambular por las calles persiguiendo a los viandantes mientras bailan al son de la música cimarrona, interpretada por una banda formada por instrumentos de viento y percusión.
Naturalmente ¡no todos los días hay fiesta!… Pero, una vez allí, podemos contactar con Tony Aguilar, que vive en Ciudad Colón, que es artesano, mantudo, músico cimarrón… y lo sabe todo sobre estas peculiares costumbres folclóricas. En su casa se canta, se baila y ‘se la pasa’ uno muy bien.
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