Setenil de las Bodegas es un secreto… a voces. El municipio gaditano ha vuelto a encabezar la lista de los destinos preferidos por los españoles para una escapada rural y fue elegido en 2019 como el mejor destino secreto de Europa por European Best Destinations.
Hacerse un selfie solitario en la sobrecogedora calle Cueva de Sombra en una mañana de domingo se va complicando cada día más, y coger mesa en una soleada terraza de Cuevas del Sol solo está al alcance de los más madrugadores. Pero, a pesar de su fama y jolgorio, ¿quién puede resistirse a uno de los pueblos más bonitos y singulares de toda la geografía española?
La historia de un pueblo único
Y es que el interés por esta zona ya viene de antiguo, y cuando decimos antiguo nos referimos a muy antiguo: los arqueólogos señalan que ya estuvo poblada hace 5.000 años. La culpa de todo la tiene el río Trejo y el tajo que ha dejado a través de los siglos por el territorio que hoy acoge la parte más pintoresca del municipio de Setenil de las Bodegas. Un pequeño gran cañón que ya atrajo el interés de sus primeros pobladores hace cinco milenos ofreciendo un excelente cobijo tanto para las noches de invierno como para los días más calurosos.
Hoy, las casas-cueva y las calles de bóvedas pétreas siguen dejando boquiabierto al visitante que no puede dejar de mirar en todas direcciones admirando esta singular arquitectura doméstica integrada en la naturaleza. Pero estas viviendas no son obra de ningún archistar que ha cobrado un buen pellizco, son el resultado de la secular adaptación a las circunstancias naturales de generaciones y generaciones de vecinos de Setenil de las Bodegas. Este aroma auténtico es lo que fascina del pueblo gaditano. ¡Si hasta Curro Jiménez vivió una de sus aventuras en Setenil!
Estrictamente conocidas como viviendas “abrigo bajo rocas” no se trata de casas excavadas en el cañón, sino edificaciones que aprovechan su estructura pétrea para ubicarse tanto bajo la misma como encima de ella, siempre siguiendo el curso del cañón.
Estas casitas blancas con marcos de adobe —Setenil también forma parte de la Ruta de los Pueblos Blancos— junto a la piedra gris oscura, las hiedras que se descuelgan por el cañón y el agua del río generan una atmósfera onírica, como si Setenil fuera el escenario de un sueño imposible en el que se da una perfecta comunión entre el ser humano y la naturaleza.
Setenil de las Bodegas: sus famosas cuevas
Un tropezón con otro soñador nos devuelve a la realidad y nos lleva a recorrer algunas de las calles más populares de Setenil. Empezamos por la Cuevas de Sol que sigue el curso del Trejo. Orientada al sur y con fachadas que refulgen buena parte del día, cuenta con terrazas abarrotadas los fines de semana. Aunque muchos vecinos siguen teniendo aquí sus casas, algunos de los edificios han ido adaptándose nuevamente a las circunstancias… y a las oportunidades: restaurantes, bares y casas rurales, por supuesto, que por algo Setenil es el pueblo más buscado.
Tal es la demanda en temporada alta, que muchos viajeros deben conformarse con alojarse en algunos de los pueblos cercanos como Alcalá del Valle al norte o la propia Ronda al sur, ya en la provincia de Málaga, a poco más de 15 kilómetros.
La otra calle que buscan todos los viajeros es la Cuevas de la Sombra, llamada así porque el cañón la tapa parcialmente. Algunas imágenes parecen hasta fotomontajes, como si el cielo se hubiese solidificado: un espectáculo (muy real) que merece largos paseos arriba y abajo… y un poco de tortícolis.
Más allá de sus dos grandes e instagramizables calles, Setenil de las Bodegas cuenta con otras calles de nombres directos y perfil mágico como Jabonerías o Cabrerizas, ya en la parte baja del pueblo, ofreciendo otra perspectiva de estos insólitos abrigos bajo rocas.
Otra forma de disfrutar del espectáculo del Cañón del río Trejo es acudir a algunos de los numerosos miradores naturales del pueblo, una forma de dar un paso atrás para tomar una buena fotografía de uno de los pueblos más curiosos de España. El Mirador del Carmen sobre un peñón entre Jabonería y Cuevas del Sol, el Mirador de la Calle Villa, cerca de la antigua Casa Consistorial —hoy (necesaria) Oficina de Turismo— o el Mirador del Lizón, al lado de la Torre del Homenaje, uno de los grandes atractivos no geológicos del pueblo.
Porque sí, Setenil de las Bodegas es algo más que sus alucinantes casas al abrigo del cañón. La propia Torre del Homenaje nos informa acerca del pasado árabe del pueblo, un auténtico fortín inexpugnable por el que lucharon los cristianos durante décadas. También la mencionada Casa Consistorial cuenta con un artesonado mudéjar del siglo XVI mientras que la conocida como Casa de la Damita de Setenil alberga un museo que ofrece un interesante panorama de los orígenes prehistóricos de la población. Y la iglesia de la Encarnación que domina el pueblo en lo alto, erigida sobre la mezquita antigua a partir del siglo XV.
Por supuesto, el viajero no debe irse de Setenil de las Bodegas sin una parada y fonda… o dos. Al margen de las zonas descritas donde no será difícil encontrar un bar donde tapear, tenemos la Plaza de Andalucía, al lado del Ayuntamiento, otra zona bulliciosa ideal para sentarse y disfrutar de la sopa cortijera, el conejo a la serrana o las batatas con miel. Y de postre un pestiño o un cortadillo. Y a seguir soñando un poquito más con ese paraíso gaditano de casas resplandecientes y cielos minerales.
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