Más allá del legado arqueológico de la Tarraco romana y de su reivindicada ruta modernista, Tarragona también embruja por su gastronomía. En ella reina como plato estrella el romesco que, al margen de la conocida salsa que también lleva su nombre, es un guiso de pescadores documentado desde hace un siglo. ¿Y dónde mejor que el barrio marinero del Serrallo o en la Part Alta para probar el romesco y el resto de delicias de la gastronomía tarraconense?
El romesco, el plato estrella de Tarragona
Dicen los más viejos del lugar que el romesco surgió en las barcas del Serrallo tal y como sucede con la mayoría de las recetas populares: echando mano de los ingredientes disponibles. En este caso pan seco, ajos, pimiento seco, aceite, sal y vino. Los primeros chefs del romesco probablemente no estaban pensando en homenajear la dieta mediterránea: se trataba más bien de tradiciones que pasaban de generación en generación, unas recetas que funcionaban, que aportaba energía… y estaban deliciosas, claro.
Los ingredientes del romesco, según esta tradición, se picaban en un mortero y se sofreían en la cazuela, añadiendo el pescado del día. Cada pescador, de hecho, tenía su propia variante del romesco, añadiendo en algunos casos avellanas, tomate, guindilla, etc.
Actualmente, se conoce como romesco tanto a la salsa como al plato que deriva de la misma. La diferencia estriba en que el plato es la comida cocinada con la picada mientras que la salsa es el acompañamiento del plato. Esta se suele presentar fría para acompañar pescado a la plancha, carne, verdura, mejillones, etc. Pese a que la salsa es más popular, cada vez más gourmets optan por un romesco de conejo o un romesco de rape. ¡Qué buena pinta!
Al Serrallo llegan también otros frutos del mar como la gamba roja, el pulpo, la sepia o el pescado reconocido con la Denominación de Origen Pescado Azul de Tarragona. Y el arroz, por supuesto. La Costa Dorada y la provincia de Tarragona también destaca por el arroz cultivado en el Delta del Ebro, uno de los más célebres del mundo. Por toda la ciudad encontrarás arrocerías que presentan diferentes variedades de este sencillo producto, que bien cocinado, se convierte en un manjar: paella marinera, arroz negro, arroz caldoso de galeras o los deliciosos fideos rossejats (dorados).
Los restaurantes de la capital provincial también se proveen con los frutos cultivados en el Camp de Tarragona: avellanas, almendras, aceite y hortalizas, así como carnes y huevos. En las montañas cercanas se recogen setas, patatas y castañas. Y otro de los platos más típicos que se sirve desde enero hasta abril es la calçotada, cuyo origen proviene de la ciudad vecina de Valls, al norte de la capital. El calçot es una cebolleta alargada que se prepara asada sobre una base de sarmientos y se come untándola en una salsa de… romesco, por supuesto.
¿Y de beber qué tenemos? Tarragona también sabe de vinos ya que cuenta con la Denominación de Origen Tarragona. De la misma, la franja que corresponde al citado Camp de Tarragona ofrece suaves vinos blancos, equilibrados y afrutados además de tintos rotundos y aromáticos. Así mismo, también hay que citar los rosados frescos de color cereza de la Ribera d’Ebre donde también se producen tintos que combinan la uva cariñena con la garnacha.
Los amantes del enoturismo tienen en la DO Tarragona tres Rutas del Vino, en una de los cuales está integrada la capital: Ruta C, ‘De la Tarraco Romana a las bodegas modernistas del Alt Camp’. Esta interesante ruta, que incluye 9 bodegas, transcurre por Els Munts, Tarraco romana, Centcelles, Centro histórico Valls, Monasterio de Santes Creus y Santuario de Montserrat.
Ruta marinera por Tarragona: del Serrallo al Puerto
Tras este festival culinario es hora de bajar un poco la comida —y el vino— partiendo del Serrallo, uno de los barrios más entrañables de la ciudad. Desde el siglo XIII ya se documenta la tradición pesquera en este territorio. Durante el siglo XIV aparecer las primeras tiendas de mar, una especie de chabolas de madera donde vivían y comerciaban los primeros pescadores de Tarragona.
A finales del siglo XVIII, la Junta de Obras del Puerto proyectó la construcción del barrio de la Marina en la Part Baixa de la ciudad. Pero no será hasta mediados del siglo XIX cuando nace la denominación de ‘barrio del Serrallo’. Aunque el origen concreto del nombre sigue siendo una incógnita —podría ser una alusión a los harenes de la zona o el recuerdo de una batalla norteafricana en la que participaron diversos locales— lo cierto es que el nombre le viene como anillo al dedo: destila ese aroma sensual y salitroso que enamora al visitante.
Uno de los principales atractivos de la zona es el Moll de Costa, un ‘mar de cultura’ puesto que ha sabido reinventarse para aprovechar los tinglados del puerto, esos viejos almacenes portuarios que ofrecen ahora actividades culturales y de ocio. Para llegar al Moll de la Costa se utiliza la pasarela del Puerto inaugurada en 2018 que conecta el centro urbano con el mar, incluyendo la playa del Miracle, su paseo marítimo, el Puerto Deportivo y el referido espacio cultural que engloba, a su vez, el MNAT del Tinglado 4, el Museo del Puerto, la sala de exposiciones del Tinglado 1 y el Tinglado 2 Centro de Arte en el Muelle de Costa.
Uno de los imperdibles de la zona es el Museo del Puerto que ofrece un recorrido histórico por el puerto con algunos evocadores tesoros marineros. También podemos optar por la Ruta Patrimonial del Puerto de Tarragona, siguiendo unos paneles que indican una docena de elementos de patrimonio portuario, en un recorrido de 4 km desde el Museo del Puerto hasta el faro de la Banya, en el extremo del dique de Llevant, que estuvo operativo entre 1864 hasta 1978, para pasar en 2003 a ser Museo de Faros.
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