"Tartessos, ciudad de Iberia, nombrada del río que fluye de la montaña de la plata, río que arrastra también estaño". Hecateo de Mileto, siglo VI a.C. "Y como el río tiene dos desembocaduras, se dice que la ciudad de Tartessos, homónima del río, estuvo edificada antiguamente en la tierra colocada entre ambas". Estrabón, siglo I a.C.
A menudo, las fuentes literarias griegas han sido la lumbre que ha guiado a los arqueólogos en la búsqueda de yacimientos que expliquen la historia antigua de los pueblos de Europa. En algunos casos, las campañas arqueológicas fueron un éxito desvelando misterios y derribando mitos. Pese a que Tartessos aún tiene mucho de leyenda y poco de historia, las excavaciones en yacimientos como Turuñuelo (Badajoz) están marcando un punto de inflexión que puede ser definitivo. ¿Descubriremos de una vez por todas el origen, desarrollo y desaparición de la civilización más misteriosa del Occidente europeo?
Un edificio de dos plantas de hace 2.500 años puede ser el eslabón perdido de la cultura tartésica. En torno a él huesos humanos, vasijas, platos, restos de esculturas y muchos animales: huesos de más de 20 caballos, 3 vacas, cerdos, ovejas… Todo ellos sacrificados en una ¿ceremonia ritual? solo comparable a las que se describían en el Antiguo Testamento. Pero los arqueólogos prefieren poner de relieve el edificio, caracterizado por su escalinata monumental “única en el Mediterráneo occidental de la época”.
Las excavaciones de Turuñuelo comenzaron en 2015 y pronto se pusieron al nivel del famoso yacimiento de Cancho Roano también en Badajoz hasta llegar a reclamar para sí el título de “yacimiento arqueológico más importante de España”. Con una subvención de la Diputación de Badajoz los trabajos continuaron hasta que en 2018 llegaron los primeros grandes descubrimientos.
Y las polémicas. Entre ellas la negativa de los dueños del terreno a permitir la entrada de más arqueólogos mientras trataban de vender el yacimiento a un precio que “sobrepasaba completamente los límites del valor de la tierra”, según la Junta de Extremadura. Mientras llega a buen término la negociación por la compra del yacimiento, el proyecto “Construyendo Tartessos”, que gira en torno a Turuñuelo, tratará en los próximos años de iluminar el mito transformándolo definitivamente en Historia, con mayúscula.
Porque, ¿qué sabemos hasta ahora sobre Tartessos? ¿En qué puntos coinciden la mayoría de historiadores y arqueólogos? No en demasiados… A principios de la presente década se celebró un congreso en Huelva en el que la mayor parte de historiadores especializados en la materia trataron de alcanzar “un consenso de mínimos”. Tanto los defensores de Tartessos como gran civilización peninsular, como los valedores de Tartessos como cultura híbrida entre indígenas y colonos fenicios intentaron poner las bases de ese “Construyendo Tartessos” más científico y menos literario.
Así las cosas, se acepta que Tartessos fue una cultura del suroeste peninsular, confluyente con la presencia colonial fenicia que arranca en torno al IX a.C., que alcanza su esplendor en los siglos VIII y VII y que pierde pujanza hacia el V. No se quiso certificar su desaparición debido a un gran conflicto bélico ni a un desastre natural (no hay pruebas en ninguno de los dos sentidos) y tampoco se asumió que Tartessos fuese un imperio unificado bajo una monarquía hereditaria, tal y como se sugirió en los primeros estudios sobre esta civilización basándose en la figura de Argantonio, único rey tartesio que aparece —probablemente mitificado— en las fuentes literarias griegas.
Pese a que estas conclusiones tal vez fueron un jarro de agua fría para los fanáticos de las leyendas, (casi) nadie puso en duda la existencia de esta cultura. Tartessos existió —aunque todavía se desconoce en qué dimensión— tal y como demuestran los diferentes yacimientos arqueológicos que, en relación a las fuentes literarias griegas, van configurando el panorama definitivo de esta civilización.
Tartessos: una enigmática cultura del suroeste peninsular
¿Y dónde estaba Tartessos? Los historiadores parecen coincidir en que el núcleo de esta cultura estaría situado entre la actual Huelva y Sevilla en un tiempo en el que el nivel del mar era mayor que el actual creándose un golfo —conocido como Golfo Tartésico— que ocupaba buena parte de Doñana y las marismas del Guadalquivir. Precisamente este río es el que se conoce como Tartessos por parte de los griegos antiguos.
Mientras en la costa existían colonias fenicias como la célebre Gadir (actual Cádiz) hacia el interior es donde se situaría esa civilización conocida como Tartessos que pudo extenderse hacia el sur de la actual Extremadura —tal y como demuestran los yacimientos de Badajoz— y también en la zona meridional de Portugal.
La coexistencia de colonias fenicias y Tartessos y las grandes similitudes entre la mayoría de restos arqueológicos encontrados en los yacimientos tartesios con el estilo de la metrópoli fenicia es la principal causa de controversias historiográficas, llegando incluso algunos historiadores radicales a negar la existencia de Tartessos como civilización autóctona: para ellos, Tartessos sería la consecuencia de un proceso de aculturación de los pueblos peninsulares por parte de los colonos fenicios.
El mito de Tartessos: de Hércules a la Atlántida
Mientras los historiadores hacen su trabajo, nosotros también queremos divertirnos un poco con la otra cara de Tartessos, la menos científica y más literaria. Aquella civilización que supuestamente fascinó a los griegos antiguos y que hasta tuvo su momento de gloria en el Antiguo Testamento: “En efecto, el Rey Salomón tenía naves de Tarsis en el mar junto con las naves de Hiram. Las naves de Tarsis —Tartessos, según la leyenda— venían una vez cada tres años y traían oro, plata, marfil, monos y pavos reales”. Antiguo Testamento, Libro de los Reyes I, 10-22.
Pero es que Hércules también habría pasado por Tartessos siendo una pieza angular del mito de esta civilización peninsular: “Hércules en su viaje a través de Europa para ir a raptar el rebaño de Gerión fue destruyendo muchas bestias salvajes por donde pasaba y por fin puso pie en Libia (costas africanas), y pasando a Tartessos, erigió como símbolo de su viaje dos columnas una frente a otra a cada lado”. Gerioneída de Estesícoro, siglo VI a.C.
Esas columnas de Hércules también aparecen en el Timeo de Platón cuando se refiere a la Atlántida. Pese a que esta mítica isla supuestamente plagada de maravillas se ha situado en decenas de enclaves según la interpretación que se haga de la narración platónica, la referencia a las Columnas de Hércules hizo que algunos historiadores vieran en Tartessos el origen de la Atlántida.
En este sentido, el geólogo francés Marc-André Gutscher de la Universidad de Bretaña Occidental llegó a afirmar en un estudio publicado por la revista Geology que había descubierto restos en el Estrecho de Gibraltar que coincidirían con la mítica Atlántida y que podrían pertenecer al imperio tartésico. Casi nada…
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