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Por más que sea uno de los lugares más visitados del mundo, hasta el punto de que han pensado en poner tornos como si fuera un parque de atracciones, Venecia no deja de ser un destino absolutamente único, una leyenda viva, una suerte de Atlántida que se niega a hundirse, contra viento, marea y turismo masivo.

Pero la laguna veneciana custodia lugares secretos más allá de la algarabía perpetua de su centro neurálgico. Una de esas escapadas recomendadas para los viajeros más inquietos es la diminuta Torcello, una isla semiabandonada que ofrece un paisaje maravillosamente decadente.

Torcello, la memoria de Venecia:

Torcello
Basílica de Santa María Asunta a la izquierda y Santa Fosca a la derecha – Fuente: Depositphotos

Dicen los historiadores que Torcello es la parte más antigua de Venecia habitada de forma continuada. Parece mentira que así sea cuando los viajeros toman tierra desde el vaporetto que conecta Venecia con las islas del norte.

Porque al dar los primeros pasos por la larga fondamenta que conduce desde la parada del vaporetto hasta la plaza principal apenas se oye el trinar de los pájaros. Ni un alma: bueno, el censo dice que en Torcello están registrados 11 vecinos… cuando en sus mejores tiempos llegaron a vivir aquí hasta 50.000 personas según las estimaciones más optimistas.

Y es que este islote fue uno de los primeros en ser habitados tras la caída del Imperio romano y la consiguiente huida de los vénetos hacia la laguna. Porque, no lo olvidemos, la principal razón de este milagro constructivo llamado Venecia fue una huida con final feliz que terminó convirtiendo la laguna en uno de los imperios marítimos más importantes de Europa durante siglos.

Pero antes de que Venecia fuera una potencia, los vénetos tuvieron que lidiar con numerosos problemas, empezando por las hordas de Atila que destruyeron la antigua ciudad de Altinum y llevaron a muchas familias al islote de Torcello que, una vez asentada su defensa, progresó rápidamente gracias a las explotaciones de los saladares de la laguna.

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Vistas de Torcello desde el campanile de Santa Maria Asunta – Fuente: Depositphotos

Pero las aguas alrededor de Torcello se fueron encenagando desde el siglo XII lo que llevó a muchos de sus habitantes hacia otros puntos más salubres de la laguna. Producto de esta situación de las aguas en torno a la isla fueron también la dificultad para navegar y las sucesivas epidemias de malaria. Es el principio del fin de Torcello.

Durante los diez siglos siguientes, la isla vivió en una permanente decadencia: la floreciente ciudad se transformó en un pueblo en ruinas, con edificios antaño suntuosos que comenzaron a ser devorados por el musgo y las enredaderas. Solo la fiebre turística de las últimas décadas ha insuflado algo de vida a este lugar que, no obstante, ofrece al viajero una postal inolvidable: un baño de soledad a una hora al norte de la siempre abarratoda plaza San Marcos.

Recorriendo Torcello:

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Casas sobre los canales de Torcello – Fuente: Pixabay

Buena parte de las (apresuradas) guías de viaje te dirán que Torcello se puede despachar en una hora. Y, efectivamente, así es si nuestro estilo de viajar es ir tachando lugares de una lista… o no tenemos más tiempo.

En este caso, la visita más recomendable es la catedral de Santa María Asunta, el que dicen es, nada menos, el monumento conservado más antiguo de toda Venecia. Solo por ese dato ya merece la pena incluir Torcello en nuestra excursión por las islas del norte de la laguna.

No hay pérdida para localizar Santa María Asunta puesto que se encuentra al final del fondamenta —calle que rodea un canal— principal de la isla. Una vez que nos bajamos del vaporetto, todo recto hasta el final.

El camino hasta la plaza está flanqueado de silenciosos prados y jardines, algunos puestos de souvenirs y un par de restaurantes, uno de ellos con una bonita y tranquila terraza. Y es que en Torcello, al contrario de lo que sucede en Venecia, sobra el espacio, así que hasta se puede ver… ¡un parque infantil, con columpios y todo!

Al poco de pasar delante del segundo restaurante del fondamenta conocido como Al Trono di Atila encontramos uno de los lugares más fotografiados de Torcello: il Ponte del Diavolo. Pero este minúsculo puente no tiene nada de terrorífico… al menos de día. Porque cuentan que, cuando cae la noche, el diablo cruza el puente acompañado de un gato negro…

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Misteriosas esculturas entre viñas en un jardín de Torcello – Fuente: Unsplash

Un poco después, ya cerca de la plaza principal de Torcello, se encuentra la famosa posada Cipriani, una leyenda de Venecia puesto que aquí se hospedó Hemingway durante un tiempo, cuando escribió Al otro lado del río y entre los árboles, novela publicada en 1950. Y ya sabemos que el escritor norteamericano era un lobo solitario, pero también un bon vivant de tomo y lomo: en Torcello encontró justo lo que necesitaba, buena vida y soledad para escribir.

Y, finalmente, llegamos a la plaza de Torcello que cobija varios edificios de interés, especialmente la mencionada catedral de Santa María Asunta que habría sido fundada, según se extrae de una antigua inscripción, en el 639, dos siglos antes que San Marcos de Venecia. No obstante, fue reconstruida dos veces más, en el siglo IX y en el XI.

La iglesia combina elementos de estilo veneciano y bizantino, contrastando el severo exterior con la riqueza ornamental del interior donde se halla su gran tesoro: los impresionantes mosaicos del ábside central y del muro de entrada donde destaca la imagen de la Virgen María inmensa en el cuenco dorado del ábside central y el cordero místico a su lado. Pero el mosaico que más impacta a los visitantes es el Juicio Final de la pared trasera, en una composición que está fechada entre el siglo XI y el XIII.

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Museo de Torcello y jardín en la plaza principal – Fuente: Depositphotos

Junto a la basílica se hallan tres lugares más de interés. Por un lado, la basílica de Santa Fosca, de planta central con un hermoso pórtico octogonal que se ajusta al pórtico del templo vecino generando una curiosa simetría.

También se encuentra en la plaza el conocido como Carega de Atila o Trono de Atila, la que sería la sede donde las autoridades locales administraban justicia. Pese a que Atila nunca llegó a Torcello, su furia se hizo sentir en terra firma, así que esta denominación fue un recuerdo de aquella apresurada huida de los vénetos hacia la laguna.

Y, por último, en la plaza está el Museo de Torcello que recoge restos grecorromanos y mosaicos bizantinos: una interesante visita para profundizar en el periodo más esplendoroso de esta isla, cuando aún rivalizaba con Venecia.

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Casas de Torcello – Fuente: Pixabay

Y aquí terminaría la visita típica de Torcello. Pero si vas bien de tiempo y tienes ganas de pasear te recomendamos que te pierdas por los otros caminos de esta islita misteriosa, a donde no llegan la mayoría de turistas que deben coger el vaporetto de vuelta al fragor veneciano.

Uno de esos caminos alternativos te llevará, por ejemplo, a la curiosa Casa Museo Andrich que estuvo regentada por Paolo Andrich fallecido en 2021 y que era conocido como el “último guardián de la laguna de Torcello”. Paolo era sobrino del artista Lucio y su mujer Clementina que habían elegido Torcello como retiro artístico.

Y es que, tras pasear un rato por estos caminos solitarios, tal vez imagines lo que sería apartarse una larga temporada del mundanal ruido viviendo en uno de los lugares más extraños de Italia, allá donde el diablo y un gato negro conviven con una decena de irreductibles vecinos.