El Trastévere es el barrio del centro histórico romano ubicado al oeste del río Tíber, al que debe su nombre, y al sur del Vaticano. Plagado de restaurantes, cafés, heladerías y pequeñas tiendas, este barrio mantiene su carácter bohemio pese a la invasión de turistas.
Al caer la tarde, el mejor momento para recorrer sus strade adoquinadas con el célebre sampietrini romano —el adoquinado típico del centro de la ciudad—, el Trastévere se relaja ofreciendo al visitante rincones de una incontestable belleza nostálgica, como el Gianicolo, la octava colina de Roma, un precioso parque que brinda una de las mejores vistas de la Ciudad Eterna.
Trastévere, al otro lado del Tíber
Existen hasta seis puentes para acceder al Trastévere desde el centro de Roma: de sur a norte, Ponte Sublicio —que conduce a la Porta Portese—, Ponte Palatino, Ponte Cestio —que atraviesa Isola Tiberina, la pequeña isla del Tíber—, Ponte Garibaldi, Ponte Sisto y Ponte Giuseppe Mazzini.
Nosotros no adentramos en el rione XIII por la puerta grande, por el Ponte Sisto que conduce directamente a la Piazza Trilussa, el centro de operaciones de la bohemia trasteverina. Siéntate un rato en las escaleras del la Fontana di Ponte Sisto y observa el ritmo de esta zona de la ciudad. Al caer la tarde es común que aparezcan pintores, músicos y puestos callejeros.
Hay que recordar, en este sentido, que este barrio es el único rione histórico que se encuentra en el lado oeste del Tíber, lo que configuró su carácter alternativo, en todos los sentidos, a lo largo de los siglos. Pero eso no fue óbice para que algunas de las construcciones religiosas más relevantes de la ciudad se sitúen a este lado del Tíber, como Santa María en Trastévere, nuestra siguiente parada ya en la plaza homónima.
Cruzando la Via del Moro, una de esas estrechas strade trasteverinas que enamora a Instagram con sus terracitas y balcones floridos, alcanzamos la iglesia más importante del barrio.
No importa que no seas muy fanático de las iglesias o que tengas un poco de síndrome de Stendhal a estas alturas de tu visita a Roma, Santa Maria in Trastevere se merece una visita, especialmente por el maravilloso mosaico románico del siglo XII que conserva en su ábside, además de los mosaicos que decoran su fachada, sobre el pórtico barroco de Carlo Fontana.
Dejamos la plaza más relevante del barrio y caminamos hacia el este por la Via della Lungaretta, otro nostálgico paraíso urbano lleno de terrazas, para llegar a la basílica de San Crisógono, cuyo origen podría ser paleocristiano, fundada en tiempos del papa Silvestre I, a mediados del siglo IV. Durante los siglos XII y XVII sufrió importantes modificaciones. También cuenta con preciosos mosaicos medievales en el ábside.
Callejeamos un rato hacia el Tíber para alcanzar una entrañable construcción religiosa: la basílica de Santa Cecilia con su fachada barroca y su torre románica del siglo XII. En su interior se halla la famosa escultura de El martirio de Santa Cecilia de Stefano Maderno.
Cerca de Santa Cecilia se encuentra Santa Maria dell’Orto en Via Anica, una de las calles más tranquilas del barrio. Y ya en la plaza de San Francisco de Asís encontramos la iglesia de San Francesco a Ripa dedicada al santo que da nombre a la plaza. La capilla Paluzzi-Albertoni de su interior cobija la escultura Éxtasis de la beata Ludovica Albertoni de Bernini, muy similar en su estética e iconografía al célebre Éxtasis de Santa Teresa de la iglesia de Santa María de la Victoria.
Muy cerca de aquí se ubica Porta Portese donde todos los domingos se celebra uno de los mercadillos callejeros más famosos de la ciudad, con hasta 4.000 puestos ambulantes que venden todo tipo de artilugios. Aunque ha ido perdiendo su encanto con la aparición de puestos que venden lo que ya puedes encontrar en una tienda —y un poco más caro para aprovechar la euforia viajera del turista—, es una visita recomendable para conocer otra vertiente del barrio.
Hasta ahora hemos cubierto el sur de la plaza de Santa María en Trastévere. Es hora de dar un paseo por el norte, antes de subir al Gianicolo. Nos acercamos primero a la Piazza di Sant’Egidio donde se ubica el Museo de Roma en Trastévere que muestra los aspectos más destacados de la vida popular romana de los siglos XVIII y XIX, una etapa tradicionalmente olvidada por los viajeros entusiasmados con la Antigüedad, el Renacimiento o el Barroco romanos.
Caminamos ahora por la Via della Scalla, una de las calles más vibrantes del barrio, pasamos ante la iglesia de Santa Maria della Scala y cruzamos Porta Settimiana, la única de los tres originales de la Muralla Aureliana que permanece en su lugar original.
Tras la puerta, encontramos dos importantes museos: la Galería Nacional de Arte Antiguo – Galería Corsini, y la Villa Farnesina, la primera villa nobiliaria surburbana de la ciudad. Fue construida por Peruzzi a principios del siglo XVI y cuenta con célebres frescos pintados por Rafael y Sebastiano del Piombo.
Atardecer en el Gianicolo
No hay mejor manera de terminar este recorrido por el Trastévere que subiendo a la octava colina de Roma. Hay varias maneras de llegar al Gianicolo, pero nosotros recomendamos subir por Via di Porta San Pancrazio desde Via Garibaldi y subir las escaleras que conducen a la zona de la Fontana dell’Acqua Paola.
Y es que todo el Janículo —cuyo nombre deriva la leyenda del dios bifronte Jano que habría fundado aquí un asentamiento— está vinculado al Risorgimento italiano que concluiría con la definitiva unificación italiana.
En 1849, el Gianicolo fue el escenario de la declaración de la República Romana, uno de cuyos líderes fue Giuseppe Garibaldi, siendo esta zona uno de los últimos baluartes de la resistencia italiana ante los envites de las tropas francesas de Napoleón III. Aquella República terminó, pero la llama del Risorgimento no se extinguió hasta que dos décadas más tarde el país logra la paz, ya como país unificado.
En la parte alta del Gianicolo se ubican las estatuas ecuestres de homenaje a Giuseppe Garibaldi y a su mujer Anita —esta última, pistola en mano—, además de numerosas esculturas de otros héroes del Risorgimento. Desde este punto se tienen una de las mejores vistas de Roma, excusa suficiente para subir a la octava colina.
Pero, además, el Gianicolo esconde varios tesoros más. Caminando por la Passeggiata del Gianicolo en dirección sur —en dirección norte conecta con el Vaticano, otro magnífico paseo— regresamos para alcanzar la Fontana dell’Acqua Paola, una de las fuentes más célebres de toda la ciudad y desde la que tenemos también unas impresionantes vistas de la ciudad.
Y bajo la fuente encontramos la Real Academia de España en Roma junto a uno de los edificios más relevantes del Renacimiento italiano, demostrando que las obras maestras arquitectónicas no se deben juzgar por su tamaño.
El templete de San Pietro in Montorio de Bramante, que se sitúa en el patio del convento franciscano homónimo, es una pequeña construcción que se inspira en los martyria orientales, apostando por una planta circular y una columnata a modo de peristilo que envuelve la cella cubierta por una cúpula semiesférica.
Considerado el manifiesto del Renacimiento por su armonía y pureza decorativa, Bramante combinó su diseño y trabajo en esta pequeña pieza arquitectónica con el faraónico y enrevesado diseño de la nueva basílica de San Pedro del Vaticano.
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