Muchos turistas lo divisan a lo lejos pero no dan el paso: a través del Arco de Triunfo se distingue otro extraño arco rodeado de gigantes vidriados. Es el Grande Arche, en el corazón de La Défense, el barrio financiero de París. Extremo occidental del axe historique de la capital francesa, La Défense es una gozada para los amantes de la arquitectura contemporánea. ¿Te vienes a dar una vuelta por la zona más moderna de París?
La capital gala ofrece tantos estímulos a los viajeros que es imposible escapar de su hechizo. Junto a Nueva York, es de esas ciudades que se venden solas: a estas alturas no necesitan sesudas estrategias de marketing para atraer al turista. Al contrario, ciudades como París tratan de generar nuevos ejes turísticos para oxigenar sus zonas más sobreturistificadas. La Défense es una de esas alternativas para el viajero que ya se conoce la Torre Eiffel al dedillo.
La Défense, el distrito financiero de París
Año 1958. París necesita su distrito de negocios y La Défense es la mejor opción. Esta zona se conoce así por un monumento homenaje a los caídos en la dolorosa Guerra franco-prusiana de 1870, aquella que generó una tensión bélica entre ambos estados que se alargaría durante dos guerras mundiales.
En los años 50, La Défense está ocupada por fábricas, granjas y pequeños barrios periféricos. En 1958 se firma la planificación urbana para modernizar la zona y se abre el CNIT (Centro de Nuevas Industrias y Tecnologías), edificio que será el eje de la fiebre renovadora del barrio y que todavía hoy, tras sucesivas remodelaciones, es uno de los principales edificios del distrito.
A mediados de los años 60, se levantan las primeras torres como la Torre Nobel o el edificio Esso. A estas alturas, La Dèfense ya comienza a considerarse como el distrito financiero de París en franca competencia con otras zonas de negocios en otras capitales europeas caso de la City londinense. Es el inicio de una rivalidad que aún hoy se mantiene. Concentrar los agentes económicos en un mismo espacio, no solo es práctico, sino también distintivo. Y, en última instancia, puede convertirse en un atractivo turístico.
Superada la crisis de los años 70 que ralentizó el crecimiento del barrio, con los 80 llegan nuevas construcciones como Les Quatre Temps, con sus 100.000 metros cuadrados que, durante años, fue el centro comercial más grande de Europa. En los 90 se amplía la línea 1 de metro para conectar las zonas céntricas de la ciudad con el distrito, surgiendo paralelmante nuevos rascacielos en torno a la inauguración del Gran Arco de mármol.
Con la entrada en el siglo XXI, La Défense vuelve a necesitar un lavado de cara tal y como expresó gráficamente Bernard Bled, por entonces director general del Epad, organismo público que se encarga, desde su fundación en los años 50, de regular y ordenar el barrio: “A más corto plazo del que se imagina, La Défense podría convertirse en una especie de museo del s. XX”… en sentido peyorátivo, claro. Y no hay nada peor a nivel de imagen que un barrio financiero que huela a viejo. En Madrid, AZCA lleva años tratando de solventar ese problema mientras que París batalló con la última crisis económica para dar un nuevo aire a su Défense.
Un museo al aire libre
Cruzando el Pont de Neully si vamos a pie o bajándonos en la parada Esplanade de La Défense si llegamos en metro, entramos en ese otro París de los grandes rascacielos a través de un inmenso paseo empedrado flanqueado por fuentes, parques y gigantes de cristal. Más de 1.500 empresas tiene su sede aquí dando trabajo a unas 200.000 personas que recorren diariamente esta zona. Son 3 millones de metros cuadrados de oficinas, más de 30 hectáreas de espacio peatonal y más de 10 de parques.
Y esto es una de las cosas que más nos gusta de La Défense en contraste con otros barrios de negocios: pese a la preeminencia de los rascacielos, abundan los espacios abiertos y de escala humana. Y el arte, porque desde su inicio, La Défense no solo quiso trazar un armónico eje urbano con el centro de la ciudad, sino también ser una prolongación simbólica de la ciudad de las luces. Y es que, si se trata de símbolos, no hay nadie que gane a París…
Sin duda, el edificio que se lleva todas las miradas del viajero es el Grande Arche o Arco de La Défense. Fue inaugurado en 1989 coincidiendo con el bicentenario de la Revolución Francesa. Johan Otto von Spreckelsen y Erik Reitzel, sus principales responsables, sufrieron la presión de terminar este edificio a tiempo para conmemorar dicha fecha.
Se trata de un arco que tomó forma de cubo vaciado con 110 metros de altura, 112 de longitud y 106 de anchura. 30.000 toneladas de hormigón, 25.000 m2 de vidrio antireflejante o 35.000 m2 de mármol de Carrara… Los números del Grande Arche son mareantes. Y pese a que ha sufrido diversos percances en su corta trayectoria —parte del mármol tuvo que ser sustituido por granito al resultar demasiado poroso— el hipercubo de La Défense ha conseguido su objetivo: convertirse en uno de los edificios singulares de París.
Más allá del Grande Arche, la zona financiera de la capital gala también cuenta con otros edificios impactantes. La Tour First —sede de AXA—, inaugurada en 2011 sobre un edificio anterior, es el rascacielos más alto de Francia con sus 225 metros superando a la controvertida Torre Montparnasse del centro de la ciudad. La Tour Majunga es otra maravilla de casi 200 metros del altura con una fachada de formas caprichosamente retranqueadas, mientras que el grupo de tres torres de Total, con su limpia superficie de cristal, es otro protagonista del barrio.
Por su parte, la Tour Granite, con su curiosa forma en cuña, fue el primer edificio en Francia en recibir el título de edificio sostenible y respetuoso con el medio ambiente, abriendo a partir de 2008 una nueva tendencia arquitectónica en la tercera generación de rascacielos de La Défense. Y no nos podemos olvidar, como contrapunto, de la monolítica Tour Areva, una de las más antiguas y célebres.
Además de su impresionante colección de colosos arquitectónicos, La Défense ofrece también un recorrido por la escultura de vanguardia, desde mediados del siglo XX hasta nuestros días. En diversos rincones del barrio encontramos obras de grandes figuras del arte, como la famosa Araña Roja de Calder, la curiosa Fuente de Takis, la propia Fuente de Yaacov Agam con su refrescante mosaico veneciano o los Dos Personajes Fantásticos de Joan Miró.
Y, por supuesto, el Pulgar de César Baldaccini, que con sus 12 metros de alto y sus 18 toneladas de peso parece celebrar con ironía un barrio en el que confluyen de forma singular capitalismo, arte y nacionalismo. Así es La Défense, así es París.
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